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La concepción del cuerpo humano, la maternidad y el dolor entre mujeres mayas yucatecas

Miguel Güemez Pineda

 

 

Introducción

En la cosmovisión maya es en donde se observa con mayor nitidez su bagaje cultural; espacio ideológico privilegiado para el estudio de sus concepciones sobre el entorno, el propio ser, la relativa a la fisiología corporal humana y, por supuesto, las temáticas vinculadas con la reproducción. El universo relacionado con el ciclo vital en los mayas yucatecos (maaya wíiniko’ob)1, como el de otros pueblos del área mesoamericana, es rico en tradiciones, saberes y creencias que manifiestan la enorme importancia concedida a los aspectos asociados a la supervivencia del grupo humano, más aún cuando se trata de circunstancias en donde los sujetos son particularmente vulnerables, tal como ocurre en las etapas sucesivas del embarazo (yo’om) y el nacimiento (síijil).

Este artículo es resultado de distintas experiencias personales acumuladas durante varios años de investigación antropológica médica y de un estudio que actualmente desarrollo en Tzucacab, localidad rural ubicada al sur del estado de Yucatán2. Destaca, por una parte, las maneras de pensar y actuar de las mujeres mayas con relación al ciclo vital, es decir cómo recrean las prácticas en torno al cuerpo, la maternidad, la enfermedad y el dolor y, por otra propone a los grupos y profesionales que trabajan para y con ellas un nuevo marco de enseñanza en torno al parto. Este método privilegia un modelo social de nacimiento en donde el embarazo y el parto son entendidos como eventos biosociales cotidianos, y la obstetricia, de manera particular, pueda desempeñar de manera eficaz su papel de apoyo, antes que uno dominante.

De hecho, no han sido pocos los antropólogos, sociólogos, incluso médicos, que han estudiado las limitaciones del conocimiento obstétrico en cuanto a saber el cómo apoyar de manera óptima a la mujer durante el trabajo de parto, debido a que el aparato medico estatal depende considerablemente de intervenciones medicalizadas y tecnologizadas cuyos resultados no son no comprobables o bien resultan ineficaces en el proceso de parto3.

No es intención de este artículo describir las prácticas médicas locales asociadas a los procesos de embarazo y parto, como tampoco analizar el importante papel que juegan los agentes comunitarios de salud. Estas temáticas ya han sido ampliamente tratadas en varios trabajos4 y en un trabajo anterior5 cuestioné el proceso de incorporación de la partera yucateca al sistema estatal de salud y las controversias suscitadas al respecto.

Tanto la historia natural como la social conciben al cuerpo humano y al proceso de salud de salud-enfermedad y muerte como campos en permanente transformación, es decir no estáticos, y existen claras evidencias de los cambios en las prácticas médicas denominadas tradicionales (métodos terapéuticos, medicamentos y material de curación, etc.). Sin embargo lo que no parece alterarse significativamente son las explicaciones ideológicas de los grupos sociales, como las de los mayas yucatecos, a sus padecimientos, concepción del cuerpo, dolor y muerte. Y aunque sus interpretaciones sean diversas, aún corresponden a la lógica de sus valores culturales.

 

El escenario sociocultural

Quienes se interesan por la demografía étnica en México suelen referir lo complejo que resulta contabilizar el número exacto de indígenas, determinar los índices de su crecimiento poblacional y establecer los criterios para caracterizar su conducta reproductiva6. De acuerdo con los datos de 1995, la población mayor de cinco años que habla maya en el estado de Yucatán es de 545,902, es decir el 39.7% de sus habitantes7. De este total cerca de 47,000 son maya-monolingües de los cuales el porcentaje es más alto en la mujer. En Tzucacab, Yucatán los mayahablantes representan el 68% de la población8.

Sin embargo, la distribución de la población mayaparlante en el estado de Yucatán es desigual. En las zonas urbanas y costeras-henequeneras, en donde se han producido transformaciones profundas en la estructura social, económica y cultural, la población hablante de maya es menor del 40%, y actualmente, por ejemplo, en la región costera-henequenera son escasos los curadores tradicionales: jmeeno’ob, parteras y curanderos. El puerto de Progreso, hoy día, rememora a las parteras de antaño, como parte de su historia9. Por su parte en las zonas maiceras (o agrícolas ganaderas) los mayaparlantes superan el 70%, pues las condiciones socio-económicas y productivas al no sufrir grandes modificaciones estructurales explican, en parte, la persistencia e interacción de los curadores tradicionales con las prácticas de la medicina moderna.

El desarrollo de los servicios de salud y la medicina farmacológica en la entidad también ha sido desigual. En la localidad de Tzucacab, a pesar de la expansión de las prácticas médicas “hegemónicas” (oficiales, privadas y farmacológica), se estima que cerca del 40% de las mujeres son asistidas durante el nacimiento por alguna comadrona del pueblo. En las comisarías más alejadas los porcentajes son más altos. Y, al igual que otras localidades de la región sur, los curadores locales interactúan de manera dinámica con los médicos alópatas y personal de salud (enfermeras y promotores).

 

¿Influencia española o paralelismo cultural?

Una consecuencia de la larga historia del mestizaje biológico y cultural, con un constante intercambio y movimiento entre poblaciones urbanas y rurales y entre la lengua maya y el castellano, ha sido el intercambio de plantas medicinales, medicinas caseras y de las mismas técnicas, prácticas y creencias en torno al embarazo y parto aún siguen vigentes en Yucatán. Por eso, debe reconocerse el pluralismo médico hoy día existente en las comunidades mayas yucatecas, y no hablar de la existencia de “lo maya puro” con sus varios matices de aculturación10.

Foster destaca que las costumbres y creencias asociadas con el embarazo, el nacimiento y la infancia muestran un alto grado de semejanza en toda Latinoamérica11. Es decir que la vida tradicional se halla frecuentemente investida de un halo de arcaísmo. En ambientes rurales yucatecos las creencias y prácticas en torno a la menstruación, el embarazo y el nacimiento están muy influenciadas por factores culturales.

A la luz de estas diferencias históricas y culturales es difícil, y tal vez resulte estéril, pretender distinguir las fronteras existentes entre las prácticas y técnicas mayas de la salud, las prácticas locales y las prácticas europeas. En una encuesta12 realizada a principios del siglo XX en diversas provincias españolas se describen numerosas prácticas y creencias referidas al embarazo y al nacimiento como el fenómeno de los antojos o deseos de consumir determinados alimentos por parte de la embarazada13; las prácticas para predecir el sexo del bebé14; la influencia que ejercen ciertos fenómenos naturales (eclipses de sol y de luna); durante el nacimiento la invocación a santos de la tradición popular cristiana como Santa Rita de Casia para el logro de un buen parto; las distintas técnicas para acelerar el parto y prácticas y rituales en torno al recién nacido son idénticas o similares a las que aún prevalecen en la península yucateca. Dichas prácticas son más de carácter preventivo que curativo, dirigidas a que la gestación desemboque en un alumbramiento normal y sin complicaciones y constituyen una interculturalidad que nunca es fija.

No obstante, en las comunidades rurales pueden identificarse prácticas importadas y prácticas paralelas con las europeas. En la farmacología plantas medicinales como la ruda, la canela del mundo asiático, la alhucema del mundo árabe y el romero utilizadas durante el parto y el posparto llegaron a la Yucatán con los españoles. También dicha influencia puede observarse en el uso de términos hispanos para la denominación de la placenta y el cordón umbilical conocida entre los mayas yucatecos como paares15. Las técnicas de cortar y cauterizar el cordón umbilical indican un desarrollo paralelo con las ideas de europeas y no una influencia más directa.

 

Wíinklal
El cuerpo material

La obligación fundamental de proteger la vida y el bienestar de las mujeres durante el embarazo y el parto, así como el valor del entendimiento cultural indígena es algo que no se debe perder de vista; es decir la relación de las comunidades mayas con el ciclo vital y las formas de cómo las mujeres conceptualizan, interpretan y responden al embarazo y el nacimiento. Entre los mayas el nacimiento es un evento eminentemente biocultural y este artículo tiene la intención de exponer la complejidad entre las relaciones que rodean a cada mujer y su comunidad, su pasado y su futuro. Además pretendemos descubrir cómo desarrollan una explicación justificada de estos eventos y de lo que sus cuerpos experimentan.

Nuestra perspectiva proviene de la antropología médica y la lingüística maya, y enfoca los aspectos bioculturales y lingüísticos del ciclo vital del maya yucateco, aún poco entendidos por los practicantes de los sistemas “modernos” de salud , “alopáticos”, “biomédicos” o “hegemónicos”. Queremos destacar algunas diferencias entre dos sistemas de salud que han originado choques culturales que sistemáticamente afectan a las mujeres de los sectores rurales, y que son vistos como prejuicios a su modo de ser. Existe, como señala Arnold y Yapita16 una incomprensión mutua en cuanto a las ideas sobre la concepción, el desarrollo del feto, la anatomía del cuerpo humano y del cuerpo espiritual del paciente.

Nos aproximamos a las concepciones vigentes sobre el cuerpo humano según los mayas yucatecos, particularmente aquellas referidas al sistema reproductor y sus funciones. Intentar reconstruir una teoría sobre el cuerpo humano, su constitución y funcionamiento en base a datos fragmentados es una labor compleja, sobre todo cuando no se posee un conocimiento pleno de las funciones que ciertos órganos desempeñan. Los saberes en torno al cuerpo y su funcionamiento son trasmitidos oralmente17, son parte del intercambio cotidiano y sucede desde el momento en que la enfermedad y los padecimientos constituyen el tema privilegiado de las conversaciones. También cuando los animales se sacrifican en ocasión de las fiestas religiosas son un punto de referencia importante para saber lo que se oculta debajo de la piel18. La comparación con los animales es recurrente en los discursos sobre el cuerpo humano. Observar toros y puercos descuartizados, animales domésticos como perras, gatas, lechonas embarazadas o parir ayudan a formarse una idea de “lo que tenemos adentro.”

Para expresar las nociones mayas actuales sobre el cuerpo, la maternidad y el dolor se prestó más atención a su traducción lingüística y cultural que a la biológica. Como se señaló líneas arriba las concepciones del cuerpo se transforman o se van perdiendo; pero no son las mismas. Así las que Villa Rojas halló a fines de los años cincuenta en Yucatán no son las que operan hoy día. Por ejemplo, para los mayas contemporáneos el cuerpo esta formado por carne o bak’, hueso baak y óol o energía moral, estado de ánimo, “corazón” no material19. En tanto que los conceptos de “humanidad” y “ser humano” se designan con la categoría wíinikil; y humano -hombre-mujer- con wíinik20. Los vocablos que expresan la idea de cuerpo remiten al elemento visible, la carne, que adquiriendo la categoría de genérico sirve para designar al cuerpo mismo: wíinklal o wíinklil.

La imagen que se tiene del cuerpo físico, particularmente las nociones de estética corporal, es muy distinta a la que se tiene en las sociedades urbanas occidentales. Gozar de buena salud, tener el cuerpo rozagante y llenito, ser capaz de procrear21 hijos sanos, poder amamantar y tener la fortaleza para trabajar22 son valores prioritarios sobre la belleza física, lo cual no significa que entre los mayas no existan diferencias entre lo bello, bonito (jats’uts). La belleza femenina, mujer bella, gallarda, gentil son conceptos que se denominan con el vocablo ki’ichpam; y la belleza masculina, hombre apuesto, atractivo por el semblante, joven guapo y estético hombre con el de ki’ichkelem. Sin embargo, se han impuesto modelos de belleza occidental, y sus prototipos masculino y femenino están regidos por los rasgos físicos europeos como la piel blanca, el cabello rubio y los ojos claros.

Sin duda, la ubicación y la delimitación de las partes del cuerpo humano entre los mayas yucatecos ha sufrido algunas variaciones a través del tiempo, entre los que debe subrayarse la influencia occidental. Sin embargo, a pesar de esta “colonización del cuerpo” por la medicina académica, el maya yucateco muestra resistencia. Prueba de ello es la abundante terminología que aún existe para denominar la anatomía humana. Al igual que los mayas tojolab’ales23, los mayas yucatecos tienen una jerarquización en lo que se refiere a las partes del cuerpo no siempre coincidente con la occidental. Así, privilegian la cabeza (pool)24 y las “apariencias” o “rostros” de las partes externas. Como señala Ruz25, este orden corporal se transparenta en el hecho de que algunos componentes de los miembros superiores e inferiores se denominan en función de lo que podría considerarse “regiones mayores” del resto del cuerpo. Como el caso de los pies y pantorrilla (ook) y dedos del pie u yaal ook, “los hijos del pie”26; o el de la mano y brazo (k’ab) y dedos de la mano u yaal k’ab “los hijos de la mano.” Algo semejante ocurre con los senos (iim) y el pezón, u pool iim “la cabeza del seno”; u pool píix literalmente “la cabeza de la rodilla” o la rótula”; u pool ku’uk para referirse a los codos o u pool keep “la cabeza del pene” para el glande o balano.

En la década de los cincuenta Villa Rojas27 obtuvo informes de las creencias relacionadas con el ombligo entre los mayas del norte de Yucatán. Él señala que concebían el cuerpo humano como un cosmos dividido en cuatro partes, con el tip’te’ -órgano ubicado junto al ombligo- como el centro regulador del organismo. Sin embargo esta creencia de la existencia de vínculos estrechos entre el macrocosmo y el microcosmo en la actualidad se ha perdido.

De acuerdo con las pocas posibilidades de explorar la anatomía interna, los conceptos mayas acerca de los órganos interiores es a menudo difuso, y en otras rebasa en mucho lo que nosotros inicialmente considerábamos. En la actualidad pueden identificarse ts’oomel, sesos; puksi’ik’al, corazón; choochel, intestinos; estómago nak’, etc. No obstante, para denominar otros órganos como los pulmones, el bazo, el páncreas, los ovarios, la matriz, entre otros, emplean préstamos del castellano. Numerosas partes internas y externas del cuerpo reciben igual nombre en los mamíferos que en el ser humano, y la comparación con los animales es recurrente en los discursos sobre el cuerpo humano.

Es frecuente aún escuchar la expresión maya ts’u chíikpajal u nak’ “ya asomó la barriga” para denotar el inicio del embarazo. A un nivel se puede traducir la palabra nak’ como barriga o chuun nak’ como tronco de la barriga o parte baja de la barriga; pero el mismo término tiene los significados de “vientre” en el sentido de la ubicación del feto (la paalo’ tu nak’ u na’ yaan) y de “estómago.” Es decir, el término maya parece no distinguir la diferencia anatómica entre el sistema digestivo y reproductivo del cuerpo humano.

Asimismo se acostumbra, al menos en el sur de Yucatán, que momentos después del parto, al recién nacido se le haga beber un té de alhucema y canela endulzado con azúcar con el fin de eliminar los desechos de la gestación o de la ingesta del líquido amniótico durante el nacimiento. Dado el color negruzco de la primera evacuación se le denomina u soots’il ta’ o “el excremento del murciélago.” Este concepto está relacionado con la imagen que los mayas tienen acerca del paso de los productos de desecho a través de varios órganos, pues algunas excrecencias del cuerpo considerados como productos orgánicos sucios se asocian con la palabra ta’ “excremento”. El cerumen del oído se denomina u ta’ xikin máak, literalmente “el excremento del oído del hombre”; u ta’ ni’ “el excremento de la nariz” para referir a la cerilla, u ta’ ich “el excremento del ojo” o lagaña; en tanto que otras secreciones corporales reciben nombres específicos: k’íilkab para el sudor, u k’aab ich o “el jugo de los ojos” para las lágrimas, u k’aab iim o “el jugo de los senos” para la leche materna, wiix para la orina y túub para la saliva.

La placenta y el cordón umbilical se conciben como un solo órgano28 y se designa como u paares “el compañero” o pareja, pero solamente el cordón es denominado como u táab tuuch “el cordón del ombligo”. Aún persiste la creencia de que para estimar el número de futuros embarazos las parteras observen las bolitas o nudos que contiene el cordón a lo largo de las arterias umbilicales, y dicen: u bu’ulil u táab u tuuch utia’al u yojéeltik jaytúul paalal ku bin u síijil “El número de frijoles del cordón corresponde a los hijos que tendrá.”

La placenta entre los mayas yucatecos es considerada como una cuestión personal e íntima que amerita una atención particular. La manera en que se dispone de ella influencia no solo el destino del recién nacido sino también la fecundidad futura de la madre. Así pues, es comprensible que los mayas encuentren inadmisible tirarla en la cubeta de un hospital para deshacerse de ella de una manera altamente irrespetuosa29. Por lo que se refiere a la significación mágica del cordón umbilical, Villa Rojas señala que todavía se recuerda en el medio rural yucateco (como ocurría en Chan Kom) la conveniencia de enterrarlo cuidadosamente30.

 

El “vocabulario del dolor”

Vinculado a los conceptos etnoanatómicos del maya yucateco y a la maternidad, están los procesos de salud-enfermedad y, en consecuencia, de dolor y sufrimiento. El dolor es un fenómeno, una sensación, una experiencia estrictamente individual y personal determinado por el contexto social31. En este sentido se habla de las diferencias culturales de apreciación del dolor, según los grupos sociales.

Los estudios del lenguaje del dolor, o más sencillamente, el registro de palabras empleadas para describir y calificar un dolor constituyen un ejemplo práctico de la correlación entre un sistema lingüístico y un sistema fisiológico32. De acuerdo a su carácter, el dolor físico es descrito en maya-yucateco como superficial y profundo, punzante, penetrante, ardoroso o quemante, desgarrante, cortante y opresivo. Sin embargo, la terminología varía de acuerdo a varios factores, y se ha encontrado que la relación de intensidad a tiempo del estímulo puede ser determinante, así como el órgano afectado. (Véase tabla).

 

Yaj 

 

dolor, amor (Genérico de dolor) Yaj óol: tener dolor o pesar, yaj u yóol: tiene dolor o pesar a causa de sus pecados o por haber ofendido a Dios. Yaj ti puksiikal: apesarado, estar y tener pesar.

 

Chiibal

 

Dolor escociendo, dolor, mordida; o escocer doliendo la llaga, la cabeza, los oídos, y el tal dolor y escociendo que parece que muerde. Chiibal koj: dolor de muelas, chiibal nak (chiibil nak): recio dolor de barriga o de tripas, torzón de tripas, u chiibal pool (chiibal jool): dolor de cabeza, jaqueca.

 

Kiinan

 

Fuerza, vigor, fortaleza; causa recia y fuerte; la braveza y ferocidad que traen consigo los animales bravos y fieros y los hombres así y valientes./ Kinam latir con dolor, doler continua e intensamente, punzante.

 

Éelel kiinan

 

De éelel: arderse o quemarse, deshacerse en sentido figurado,éelel óol: deshacerse uno de rabia y de pena,éelel puksiikal: pudrirse entre sí de pena. Éelel kiinam: escocer la llaga, doler.

 

Kux

 

de kux: el que aborrece o tiene odio o rencor; incomodidad;  kux óol: disgustado, melancólico. Kux: dolor, cosa que duele, kux koj, kux jool: dolor de muela, dolor de cabeza; kux[uk] wíinikil: dolor de parto.  Esta categoría casi no tiene vigencia actual, más que para personas de edad avanzada y que aunque refiere a un tipo de dolor físico, pero que es empleado para denotar malestar e incomodidad.

 

Chotnak

 

Retortijón de tripas; dolor de vientre; yaanten chotnak: tengo retortijones de tripas. Torzón de las bestias.

Los categorías básicas empleadas para denominar al dolor físico que persisten en el maya yucateco son las derivadas de las raíces yaj, chi’ibal y k’i’inan. De éstas se desprenden otras formas compuestas para hacer más explícitas las formas de expresar dolor. T’óot’och- k’i’inan33 o latidos dolorosos que vienen por ratos de manera intensa, pero que desaparecen de manera espontánea (heridas o tumores purulentos) o aquellos dolores producidos por los “malos aires34.” Tak’an-yaj 35(mastitis puerperal). Mukul k’i’inan36 dolor que se presenta de manera espaciada; que viene de manera repentina y va aminorando lentamente, pero que va arreciando de manera paulatina (dolores iniciales del parto).

En la actualidad algunos mayahablantes emplean el término dolor tal como se emplea en español, especialmente cuando se encuentran ante una persona que no habla la lengua (como el caso del médico) para darse a entender. Jach yaan dóolor ti’, doktoor; “Ella tiene mucho dolor, doctor” o ts’u káajal u dóolor “ya le comenzó su dolor”. Sin embargo, se emplea únicamente como sustantivo y no como verbo y se acompaña con el verbo auxiliar yaan “tener”: yaan dóolor: tener dolor. Nótese también que los términos yaj y k’ux cuando están acompañados de la partícula óol refieren a estados emocionales o depresivos.

 

“Enfermedad,” dolor y ciclo reproductivo37

Hasta hace algunos años los embarazos de las mujeres mayas se sucedían con intervalos intergenésicos cortos. Se decía incluso que existían -y aún existen- mujeres que “no veían su regla” por muchos años, es decir que gran parte de su vida transitaba por tres diferentes estados físicos: el embarazo, el puerperio y el periodo de lactancia. Conocemos mujeres que durante toda su vida reproductiva tuvieron experiencias diversas: partos normales, autoatendidos o con la ayuda de la partera; abortos accidentales y complicaciones; cesáreas y ahora utilizan un dispositivo intrauterino o están ligadas.

El cómo se enfrenta el embarazo y el parto varía según la historia, el contexto socieconómico y ubicación geográfica. En el campo solas, con la ayuda de otra mujer, del esposo, de la partera o del médico. Por poco que se profundice en el estudio del embarazo y del parto en las comunidades indígenas, es posible concluir que se está en presencia de un tema de dominio amplio, lleno de connotaciones de diverso tipo, pero especificado y coherente.38

En décadas pasadas, cuando los índices de mortalidad por parto o por complicaciones puerperales eran altos, resultaba era común cuando se aproximaba la fecha del nacimiento, que las mujeres dijeran de otras o pensaran de sí mismas: Ay Dyos, óotsil le x-ch’úupala’ junts’íit yooke’ yaan yóok’ol kaab, junts’íit yaan ti’ muuknal. “Ay Dios, pobre mujer, está con un pie aquí en la tierra y con el otro en la tumba.” Esta expresión aún tiene vigencia en algunas comunidades rurales aisladas. El embarazo en sí mismo y la proximidad del parto constituía un riesgo de muerte, es decir para una mujer maya embarazarse puede significar morir, por lo que han construido un conjunto de representaciones y prácticas para enfrentarla.

Su saber es dinámico, se transforma y se apropia del saber que la biomedicina ha puesto a su alcance a través de sus representantes, pues resuelve algunos de los problemas de salud que aquejan a la población. Las mujeres y hombres mayas reconocen que las mujeres que morían durante el embarazo o el parto, ahora tienen probabilidades de sobrevivir, sobre todo si el recurso biomédico está al alcance o hay posibilidades de acceso, como en el caso de Tzucacab. Incluso las mismas comadronas se encargan, ante cualquier eventualidad, de derivar a las parturientas a las unidades de salud más cercanas de la localidad o fuera de ella.

Pero tampoco podemos negar que las circunstancias bajo las cuales se da la reproducción biológica de las mujeres campesinas en el medio rural yucateco (más aún en aquellas localidades aisladas) no son siempre las mejores y más apropiadas. Las condiciones del traslado o derivaciones de emergencia por lo general se demoran (situación que prolonga la agonía de los enfermos y parturientas). Se dan casos de mujeres que al ser transportadas en periodo expulsivo, dan a luz en el interior de los coches, incluso sobre triciclos de carga.

 

Embarazo, nacimiento y el uso de eufemismos

En el ambiente rural yucateco de la actualidad, se emplean, por lo general, un conjunto de eufemismos o terminología indirecta para designar las diferentes etapas del ciclo reproductivo, las relaciones sexuales y los órganos de la reproducción humana. Aunque conocen la terminología para denominar el periodo menstrual (éem k’i’ik’el, “la bajada de la sangre”) usan la expresión éem k’oja’ani “ya bajó la enfermedad” o en su defecto dicen ts’o’ok u yilik u nook’ “ella ya vio su trapo.” Asimismo en vez de valerse de expresiones que describen lo que en realidad está ocurriendo: yo’om (embarazo, embarazada) o síijil (nacimiento, parir) utilizan k’oja’an ti’ chaampal “ella está enferma de un niño”, y para después del nacimiento la expresión ts’u tóojtal u yóol “ella ya se alivió”, en el sentido de haber adquirido una enfermedad, ideas muy similares a los conceptos europeos.

De todas maneras aún se conoce y se emplea la expresión síijil “nacer”: tun síij le paalo’ (está naciendo el niño); ts’u síij le paalo’ (el niño ya nació) o la expresión tun yaantal u yaal “está teniendo a su hijo”, pero ya no utilizan el verbo alankil para denominar la acción de parir, sino mas bien para calificar a las mujeres parideras leti’e’ x-aalankil “ella es añera” o “mujer que pare cada año.” Es clara la diferencia que se establece para el proceso nacer-parir: la mujer pare, el niño nace.

Muy posiblemente la condición de estar embarazada, con la suspensión del flujo menstrual y los cambios fisiológicos (presencia de náuseas y vómitos, abultamiento del vientre y de los senos, percepción de movimientos fetales, así como el comienzo de la secreción de leche materna) experimentados por la mujer en las diferentes etapas de la gestación, sea concebido en términos de una enfermedad. Pero también podríamos preguntarnos si históricamente las mujeres mayas experimentaban sus embarazos y nacimientos como una suerte de “enfermedad” como sus contrapartes europeas. Casi podemos afirmar que el uso de dichos eufemismos se deba a influencia occidental, ya que ni las fuentes coloniales y diccionarios39 reportan las expresiones eufemísticas usadas hoy día, sino otros términos casi en desuso y aplicados casi exclusivamente a los animales. Por ejemplo yo’om para denotar el embarazo de un animal hembra xyo’om le peek’a’ “esta perra está embarazada.” Sin embargo alguna vez hemos escuchado la expresión ts’u yo’omtaj in páamilia “mi esposa se embarazó.” Aquí se emplea la voz española páamilia “familia” para referir a la esposa, en vez de la voz maya in watan “mi esposa”. Muy común en toda la península yucateca.

Aunque en la actualidad por lo general se emplean eufemismos para denominar la menstruación, para las mujeres campesinas el embarazo y el nacimiento son eventos que se dan como algo normal y como parte de su cotidianidad. Así, el embarazo no rompe el esquema de su vida diaria, pues sus labores domésticas y otras actividades no se interrumpen. El parto se da en un ambiente familiar y transcurre sin cambios importantes y muchas asumen el dolor como algo normal, pasajero y como parte inherente de los eventos cíclicos de su vida.

En el contexto del uso de eufemismos resulta pertinente destacar las nociones de privacidad y respeto de la gente maya yucateca. Así cuando se refieren a las partes íntimas del cuerpo humano emplean términos indirectos y metáforas para salvaguardar el pudor femenino. Dicen, por ejemplo, u ba’al “su parte”, u táan “su frente” para designar a los genitales femeninos en vez de peel “vagina” o usan locuciones reflexivas para dar por entendido a qué se refiere: k’abéet a p’o’kabaj “Necesitas asearte [los genitales]”. Algunas señalan que “sólo la gente vulgar usa los términos directos.”

En la etnoanatomía maya los órganos reproductores reciben una diversidad de nombres, por lo general, metafóricos. Denominan peel a la parte externa del aparato reproductor de la mujer (órgano genital, vagina, incluyendo los labios y el clítoris”). Sin embargo existen expresiones poco empleadas, generalmente en forma despectiva para referirse de manera específica al clítoris u yaak’ peel (“la lengua o el bejuco de la vagina”) y para los labios y conducto vaginal u chi’ peel.(“la boca de la vagina). No hemos encontrado en ninguna región de Yucatán y en ninguna fuente descripciones para matriz, ovarios, trompas y útero. Ellos los denominan con voces prestadas del español. Lo mismo ocurre con el aparato reproductor masculino. Se conocen los órganos externos: keep o sus sinónimos toon o xiibil para denominar al pene; u pool keep, “balano o glande” e’el keep “testículos o compañones”, jool keep “hendidura del glande.” La voz chíim “bolsa” o “buche” significa también “escroto”, por la semejanza física de los dos objetos. Sin embargo se desconocen los órganos internos. El semen ha recibido diferentes denominaciones a lo largo de la historia, algunas de ellas en lenguaje metafórico40. En la actualidad solamente se usa u sa’il keep “el atole del pene” o u k’aabil toon “el jugo del pene” y, ocasionalmente, se emplea la expresión u leecheil keep es decir “la leche del pene.” Debe mencionarse que tanto keep como toon41 se consideran en la actualidad vocablos indecentes42. En lo que toca al acto sexual, coito o ts’iis también emplean un conjunto de metáforas, sobre todo para referirse a las relaciones sexuales extra-maritales: yaan ba’al u yil yéetel, es decir “tiene algo que ver con él/ella.”

Como puede observarse, los órganos de la reproducción humana, los temas referidos a la sexualidad, las partes íntimas del cuerpo, el periodo menstrual, y las diferentes etapas del ciclo reproductivo (embarazo y parto) son referidos con un lenguaje metafórico, sobre todo por las mujeres, a menos que se quiera expresar de una manera vulgar, faltando al pudor. Según Richardson el concepto de vergüenza (literalmente entendido como pudor) determina lo vivido por las mujeres en el dominio de la sexualidad y de todo lo que la atañe. En América Latina tener vergüenza es de importancia capital. Las palabras y el comportamiento deben testimoniar el pudor en todos los niveles y las actividades femeninas están en gran parte influenciadas por la necesidad de conformarse a esta norma43.

 

Las expertas locales

En el ambiente rural yucateco, incluso en algunas zonas urbanas, la partera cumple un papel importante, pues proporciona atención médica y aconseja a las mujeres preñadas, parturientas y puérperas durante todo el ciclo reproductivo. La gama de recursos y terapéuticas que utiliza para mitigar el malestar y el sufrimiento (o procurar el dolor al momento del nacimiento), abarcan desde simples masajes o sobadas, aplicación de vendas, administración de infusiones de plantas hasta el uso de medicamentos de patente y control psico-religioso del dolor44.

En los diferentes momentos históricos el embrazo y el nacimiento han sido atendidos predominantemente por mujeres, es decir por parteras o comadronas. La participación de varones (parteros o barberos) ha sido mínima. En la sociedad maya colonial existían los parteros o aj-alansajo’ob. En la actualidad son muy pocos los varones dedicados a este oficio y son casos aislados en los pueblos de Kimbilá y Tzucacab. El rango de especialización de los expertos locales en salud materno-infantil son xyeet’ y x-yoot’, términos empleados para denominar a las sobadoras y jyeet’ para los sobadores que no atienden partos; y para la partera o comadrona se usan x-k’am chaampal (mujer que recibe al niño) o x-ilaj k’oja’an (mujer que atiende a la “enfermas”), vocablos que describen la práctica. Asimismo emplean neologismos como x-páartera o koomadrona comúnmente empleados en el área mesoamericana. El vocablo indígena x-alansaj para denominar a las parteras perdió vigencia a partir de Independencia. Good Maust prefiere designarla como “partera yucateca”, porque si bien es indudable que la mayoría habla maya y son “mestizas” -en el sentido yucateco de nombrar como mestiza lo maya45-, hay un porcentaje significativo de parteras que no la habla ni se consideran mestizas. Hablen una, otra o ambas lenguas, todas son yucatecas... aunque en la mayoría de los trabajos académicos se hable de la “partera maya.”46

 

¿Yo’om wa k’oja’an ti’ chaampal?
¿Embarazada o “enferma de un niño”?

Resulta relevante que -a diferencia de las sociedades urbanas- el embarazo no constituye, por el solo hecho de manifestarse, un motivo de consulta médica, al menos durante los tres primeros meses. La preñez es vista como algo natural, cotidiano, coherente con la lógica de la reproducción (que anima la vida alrededor del hombre); además de que gran parte de los cuidados los brinda la medicina doméstica con técnicas y recursos caseros. Debido al diseño amplio del traje regional íipil47 y el uso del rebozo, el embarazo se comienza a notar hasta ya avanzada la gestación.

Las enfermedades y molestias que presentan las embarazadas depende de la etapa de la gestación. Durante el primer trimestre los problemas más comunes son las náuseas y los vómitos o xéej. Luego aparece la hinchazón de los pies (chuup ook) y pérdida de apetito e incluso el dolor de cabeza (chi’ibal pool), de estómago (ch’otnak’), fatigabilidad y somnolencia. No obstante, ninguno de los malestares anteriores, ni el dolor de espalda (yaj paach) del que se quejan con frecuencia les impide trabajar, a pesar de las recomendaciones de las parteras. Incluso los dolores de espalda o dolores de cabeza los pueden considerar como inherentes al proceso, a menos que se tornen graves o se agudicen.

Al inicio del tercer mes la sobada o yeet’ es de vital importancia para el bienestar de la embarazada. Se aplican por todo el cuerpo con la finalidad de establecer la posición del desarrollo fetal y aliviar las molestias de la espalda. Una partera experta es capaz de subir, mediante las masajes, al niño cuya posición es demasiado baja y causa a la madre presión sobre la vejiga y dificultades para caminar. Casi todas las mujeres entrevistadas en Tzucacab durante 1998 y principios de 1999 afirmaron sentirse bien después de la sesión de masaje, de no sentir molestias en el vientre y de estar más relajadas y satisfechas. Otras señalaron que lo hacían más por costumbre o por insistencia de sus mamás y abuelas.

Las sobadas tienen también la finalidad de relajar los músculos y aliviar la incomodidad. En la sesión de masaje, la embarazada se tiende bocarriba sobre un cobertor colocado en el piso con una almohada en la nuca y otra en la espalda. La partera, entonces, le palpa el vientre para localizar la cabeza del niño y determinar su posición. Si esta posición no es la correcta, con movimientos precisos y firmes y ayudada por ambas manos, trata de desplazarlo mediante un movimiento giratorio en dirección de la posición adecuada. La sobada a fines del embarazo permite a la comadrona establecer la fecha probable del nacimiento y detectar la posición fetal. La posición adecuada al nacer es de cabeza hacia abajo (chiinchin pool), aunque suelen presentarse partos en que el bebé viene sentado (kulukbal), atravesado (k’áataj tsela’an) o en el que la mano (k’ab) o los pies (ook) son los primeros en salir aumentando las dificultades. En la actualidad casi no se procede a corregir la posición fetal dentro del útero. Al menos, las parteras controladas por la Secretaría de Salubridad y Asistencia, organismo oficial de salud, derivan los embarazos y partos considerados de alto riesgo a las unidades médicas, pues de lo contrario pueden ser sancionadas.

No obstante, la mujer maya cada vez acude con mayor frecuencia al médico para el control de su embarazo, como condición para ser atendida por la partera. Este requisito les representa un dilema, pues muchas se resisten a enfrentar la consulta médica y la auscultación. El pudor les hace vacilar para recurrir al médico, aunque cada vez más mujeres mayas lo aceptan. Con la comadrona no enfrentan tal incomodidad48; pues como mujer, ella puede masajear y palpar sin sentirse ofendidas. La ruptura de los valores indígenas es real. Hay formas de resistir la atención del embarazo y el parto en el hospital, pero difícilmente se resisten para atenderse de otros padecimientos. Es decir, en la actualidad a muchas les puede inspirar más confianza el parto hospitalario, pero no dejan de recibir atención pre y posnatal por parte de la partera. De hecho, como señala Elmendorf, no sólo aceptan los cambios sino que lo intensifican49. Un ejemplo es su deseo de poder regular los nacimientos.

Algo que debe destacarse de las mujeres del campo es su resistencia al dolor, pues consideraban que el empleo de algún medicamento prescrito por el médico durante el embarazo puede perjudicar tanto a ella como a su bebé o bien puede obstaculizar el amamantamiento, es decir “secar el chuchu’.”50 Cuando esto ocurre lo expresan diciendo ts’u tikintaj u k’aab u chu’uch “Se secó el jugo de sus senos”. Esta actitud de sacrificio puede llegar al estoicismo ante el sufrimiento físico y enfermedad, a pesar de la garantía del médico de que no recibirán daño alguno.

 

¿Ts’u síijil wa ts’u tóojtal u yóol?
¿Parió o se alivió?

Cuando los dolores del parto inician se avisa a la partera. Al llegar a la casa, soba el abdomen de la mujer y le pregunta acerca del inicio de las contracciones para determinar el tiempo de nacimiento. Además realiza el tacto para conocer la dilatación del cuello uterino y estimar el tiempo de dar a luz. Puede, si lo considera necesario, sobar para estimular a la parturienta.

Cuando los dolores son más intensos y frecuentes, es decir durante el periodo expulsivo, la parturienta es acostada en la hamaca de manera perpendicular (tendida en el piso o sobre una mesa) con las piernas encogidas y extendidas en los extremos para apoyar al momento de la expulsión. La expresión tun k’i’inan le chaampala’ “está doliendo este niño” hace clara referencia al bebé como apoyo que da el dolor, y que la parturienta requiere para el nacimiento. En esta fase la partera trata de incrementar las contracciones con la ayuda de una infusión de pixoy51 y otras yerbas, pues el dolor debe arreciar para facilitar la expulsión. En ocasiones, ésta se realiza en posición vertical (parada y colgada de una hamaca o cuerda atada de un okom52 de la casa) o inclinada; posturas adoptadas de manera instintiva por la mujer o por petición de la partera, y que favorece a ésta, a la parturienta y al bebé. La comadrona utiliza aceite verde caliente como lubricante del conducto vaginal con el fin de que la cabeza corone. Asimismo, rezan y prenden velas a algún santo benefactor como Santa Rita de Casia para librar a la parturienta de un mal parto y ésta reza para que las santas del parto la liberen53.

La bolsa del líquido amniótico debe reventar espontáneamente como señal de que ya se va a producir el nacimiento. Ts’ u wáak’al u ja’ “ya se le rompió su agua o fuente”, dicen las comadronas. Sin embargo, algunas la hacen reventar rasgando la punta de la placenta. Cuando el dolor experimentado durante “la coronación” y expulsión del bebé es intenso se denomina comúnmente como jach yaj u k’i’inan. Nótese como en este caso se emplea la reduplicación de los términos de dolor: yaj y k’i’inan debido a la intensidad y su localización.

Muchas mujeres mayas piensan que acostadas no pueden parir, pues les resulta más difícil hacer fuerza. Aunque la posición supina -acostada- con las piernas elevadas (con frecuencia empleada en los hospitales) permite ver mejor al niño, puede resultar más trabajosa para la parturienta, pues contrarresta la fuerza de gravedad y la obliga a ejercer un esfuerzo mayor para expulsar al niño y, por lo tanto, es más doloroso. Por el contrario, el nacimiento en la hamaca54 en posición semi-vertical (comúnmente practicada en el medio rural yucateco con la ayuda del esposo) y otras posiciones verticales (de pie tomando apoyo y fuerza en una soga o el rebozo amarrado de una viga de la casa, en el suelo en cuatro pies55 ) van acompañadas de una distensión progresiva de los tejidos que facilita el parto, pues favorece la apertura de la cavidad pélvica, la motilidad del útero y el ensanchamiento del orificio vaginal hasta en un 30%, aparte de aminorar el dolor. Estas posiciones son consideradas por las comadronas como las más adecuadas para facilitar la llegada rápida de la criatura56.

La presencia del esposo durante el nacimiento obedece tanto para testificar el trabajo de la comadrona como para dar apoyo físico y psicológico a su mujer. Su presencia -aunque cada vez menor-, no es una cuestión de elección sino un deber y una obligación, pues se considera que no sólo ella debe de hacer todo el trabajo para el nacimiento del hijo. Además es importante que vea cómo sufre su mujer y será más apreciado por la ayuda que proporcionará57. No obstante algunas prefieren que el marido permanezca fuera de la vivienda, pues su presencia puede inhibir los dolores y evitar el nacimiento por vía vaginal. Otras aseguran que lo mismo les ocurre en el hospital, más aún ante la presencia del médico varón. De hecho, no son pocas que durante el trabajo de parto sientan angustia, ansiedad y temor de ser trasladadas a un hospital. El valor que tiene el dolor es altamente estimado y muchas confiesan su temor a que se disipe y tengan que ser operadas. Vinaver58, experimentada partera profesional veracruzana, señala a este respecto que los doctores no esperan que la naturaleza actúe. Ellos intervienen, ponen anestesia, hacen cesáreas y, en el mejor de los casos, la episiotomía para que todo sea rápido y eficaz. Pareciera que el parto es un mal paso y hay que darlo rápido. Pero no es así, continúa diciendo, “el dolor [para las parturientas] no es un castigo de Dios, sino la manera de subrayar algo muy importante que te hará crecer como ser humano, como mujer... El dolor de parto es constructivo, va y viene, te da la oportunidad de descansar y dormir entre una y otra contracción. Te prepara, te abre para el hecho. Sin embargo, es de muchos conocido que en la actualidad existen técnicas médicas para evitar el dolor del parto, es decir para bloquear el dolor producido por las contracciones uterinas y la expulsión del bebé y durante el cual la madre es capaz de asistir despierta y sin dolor el nacimiento de su hijo59.”

En síntesis, el parto como un evento biológico resulta ser un dolor universalmente sentido, pero como producto social adquiere significados diferentes y formas distintas de asumirlo, según el proceso de socialización por el cual las mujeres hayan pasado desde su infancia. Las mujeres entrevistadas admitieron haber sentido dolor en el parto, incluso reciben denominaciones específicas, sin embargo, son pocas las que se quejan y gritan aún siendo primerizas. Algunas señalaron que su madre o la suegra le piden que no lo hagan, enfatizando la naturalidad del proceso. Estos nos hace suponer que el dolor del parto se concibe como algo inevitable y necesario, por lo que la mujer, si realmente está preparada, debe ser capaz de soportar los dolores y cooperar con la partera y con su hijo. Esta educación para el parto (aunque no elimina el dolor) es una manera de controlarlo y de aliviar la tensión. Esta forma de socialización quizá esté también ligada a la idea cristiana de soportar el dolor del parto con nobleza60.

Hemos observado cómo la gente en el medio rural (familias nucleares) aprende desde la niñez el conocimiento de la farmacología local y luego, a nivel familiar, otros remedios relacionados con el parto y el puerperio. A diferencia de los ambientes urbanos, los niños y las niñas del medio rural se socializan de manera más temprana en vista de su futuro rol de madre y esposa en temas vinculados a la concepción, el embarazo, el nacimiento, el posparto y los cuidados del recién nacido. Por lo general en el campo yucateco conviven familias extensas, espacio en el que los hijos ven a la madre y varias mujeres embarazadas, a veces simultáneamente. Además como la casa es muchas veces el recinto para dar a luz, se enteran de lo que ocurre, del trabajo de parto. Aprenden que las mujeres son sobadas para acomodar al bebé, aprenden pautas culturales sobre la lactancia, etc. Algo que debe subrayarse sobre las recién casadas, por lo general menores de 20 años, es que al quedarse a vivir en la casa del esposo, la suegra es la responsable de continuar la transmisión de los conocimientos y experiencias en torno a la gestación y el nacimiento61.

Las intervenciones quirúrgicas asociadas al parto (episiotomías y cesáreas) representan problemas a muchos niveles. En regiones rurales de Yucatán donde las mujeres habían parido sólo con la ayuda de una comadrona, en la actualidad la tasa de cesáreas parece muy elevada. Algunas mujeres han tenido hasta tres cesáreas. En este sentido el vocabulario del maya-yucateco ha incorporado una nueva gama de términos referidos a intervenciones quirúrgicas como la cesárea, la ligadura o salpingotomía, la episiotomía o picadura y la vasectomía, algunas veces con su equivalente en maya y otras veces como préstamo del español o técnicas referidas al control natal: leti’ie’ tun pláanificar “ella está planificando”; ligaarta’abij “ella fue ligada”; tu meentaj legraado ti’ “a ella le hicieron legrado”, etcétera.

Debido al incremento paulatino de las intervenciones quirúrgicas62 practicadas en mujeres de diferentes estratos, es ya común escuchar en el ambiente rural yucateco referir a la cesárea como xoot nak’ o “corte de la barriga”, xo’oten, tso’o’okole’ tu yéele k’i’i’nan “me cortaron o me picaron y ahora me duele con ardor”; xota’abij “fue cortada” para referir a una intervención quirúrgica, tu meentaj sesaarea ti’ (le hicieron cesárea). Yaan u xo’otol u nak’ ku p’áatal u jo’sal u chaampal“le van a cortar la barriga para sacarle al niño.”

 

Kuaarentena
El puerperio o la cuarentena

Como característica general se observa en esta etapa un sentido de protección y consideración hacia la recién parida. Sobre la duración del reposo existe la regla popular conocida como la “cuarentena” que prescribe un descanso de cuarenta días, aunque en la actualidad el periodo es corto (menor de 10 días) dadas las obligaciones domésticas de la mujer. En lengua maya no existe ningún término para denominar esta etapa por lo que emplean el neologismo kuareentena (tiempo estimado para la involución del organismo materno). En esta etapa, la comadrona cumple también funciones médicas como el control de las hemorragias del posparto, la atención del recién nacido y la reparación de desgarros perineales y dar consejos a la puérpera para su restablecimiento y la atención del recién nacido.

La expresión yaj tin wóol “duele mi estado de ánimo” denota dolor en todo el cuerpo, el vacío doloroso personal. Minaán u yóol, jach t’o’o’nan es una expresión común para denominar el desgano vital o el estado depresivo de la mujer -como en ocasiones ocurre durante el posparto o depresión pospartum-, después de un parto complicado y laborioso o de haber ocurrido un aborto (éemel chaampal) o la muerte del feto.

Una terapia popular en Yucatán es el k’ax yeet’ o masaje pospartum que se practica a los diez o doce días después del alumbramiento. Consiste en sobar y atar (con un reboso o pañales) por partes el cuerpo de la puérpera, especialmente la región abdominal, con la finalidad coadyuvar a la involución del organismo materno (de reubicar la matriz y para cerrar la apertura originada en la espalda, así como para que el vientre desinflame y ceda el dolor de espalda).

Para concluir resulta pertinente señalar que uno de los problemas comúnmente enfrentados por el médico en las zonas rurales de Yucatán (y de otras zonas indígenas del país) es la incapacidad para establecer una buena relación médico-paciente. Existen síntomas que no pueden ser explicados (tanto por bilingües como por monolingües) con un español limitado, obstáculo que repercute en el diagnóstico y el tratamiento del médico. El hecho de compartir la misma lengua tanto en un sentido literal como figurativo (maya, en este caso) es un factor que facilita la relación curador/partera-paciente. Así las indígenas embarazadas pueden explicar mejor sus síntomas, sus conceptos corporales, la localización de algún órgano interno, las características e intensidad del dolor o malestar sufrido.

Cuando el médico alópata no entiende a su paciente basa su diagnóstico en los signos que presenta e ignora la manifestación de los síntomas. Los medios y terapéuticas para brindar un mayor confort y evitar o calmar los dolores de la mujer que atraviesa por dichas etapas del ciclo reproductivo son innumerables. Abarcan desde los medios empíricos (la autoatención y/o automedicación con recursos herbolarios) hasta la consulta con la partera, el hierbatero, e incluso el médico.

Numerosas investigaciones del campo de la antropología médica (sobre la relación médico-paciente) revelan que si un ser que sufre no puede comunicarselo a otro, vive su dolor en un estado de angustia extrema. Aunque la descripción del dolor es, desde luego, una contribución importante para el diagnóstico, el médico “moderno" recurre cada vez menos a la sintomatología expresada por el paciente, pues tiende a no importarle, lo que le interesa es el signo. En otras palabras la credibilidad del paciente se ha ido perdiendo de manera paulatina ante el advenimiento de pruebas y exámenes (análisis clínicos, radiografías, ultrasonidos, rayos x, etc.). El paciente ya no es escuchado mediante aquellas largas entrevistas para hacer el historial clínico.

En la práctica la consulta médica en el sector oficial mexicano se caracteriza cada vez más por ir del síntoma al signo, porque la reducción del tiempo de la consulta supone algo muy nuclear, la exclusión cada vez mayor de la palabra del paciente. El médico ya no solo no confía en éste, sino en él mismo. Así pues resulta imprescindible recuperar el significado psicológico y cultural del paciente.

 

Este artículo apareció publicado en la Revista Mesoamérica, Año 21, Número 39, junio de 2000. Pp. 305-333. Plumsock Mesoamerican Studies. CIRMA, La Antigua, Guatemala. ISSN 0252-9963

Profesor investigador de la Unidad de Ciencias Sociales Universidad Autónoma de Yucatán




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