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Jerónimo de Aguilar, conquistador de México

 

Introducción

Como muchos personajes de muchas historias, Jerónimo de Aguilar que fuera “primera lengua” y conquistador de México, puede ser visto hoy desde dos ángulos distintos: como el personaje histórico, el hombre real, español del siglo XVI que se incorporó a una campaña de conquista de tierras lejanas y desconocidas; y como el personaje de ficción, realizador de hazañas sorprendentes e inesperadas en los relatos históricos de dicha conquista. El objetivo de esta comunicación es conocer a ambos. Expondré una síntesis de lo que he podido saber de ellos, tratando de caracterizarlos y delimitarlos para evitar que se confundan. Así mismo, describiré de manera breve el proceso mediante el cual las historias pudieron realizar el tránsito del primero al segundo.1

 

I. El Jerónimo histórico: náufrago y traductor.

En realidad, del Jerónimo de Aguilar histórico no sabemos mucho. Las referencias a él básicamente tienen que ver con su papel de traductor de Cortés durante la guerra de conquista de México, con su “cautiverio” entre los indios de Yucatán entre 1511 y 1519 y con alguna otra noticia posterior de menor importancia. Hasta hoy, de aquí provienen prácticamente todos los datos que nos permiten reconstruir, aunque con lagunas, su vida y obra.

        Jerónimo de Aguilar nació en el año de 1489,2 en Écija. Fue hijo de Alonso Hernández “el Ronco” y de Juana Garçia. 3 No hay referencias de su niñez, ni de su adolescencia, pero un documento fechado en 1520 nos informa que once años atrás, en 1509, Jerónimo había partido a la Española. En ese momento, Diego Colón había recibido la gobernación de las Indias y nuevas expediciones se alistaban para continuar con las conquistas, ahora en Tierra Firme. Jerónimo tenía por entonces aproximadamente 20 años de edad y ya estando en la Española se alistó con Diego Nicuesa, el adelantado de Veragua.4

        Como se sabe, tanto la expedición de Diego Nicuesa, como la de Alonso de Ojeda, adelantado de Urabá, fracasaron. No pudieron conseguir establecerse sólidamente en Tierra Firme, ni lograron someter con éxito a los indios. Por ello, durante sus campañas padecieron hambre y escasez de todo tipo. Ambas huestes fueron reduciéndose rápidamente y terminaron unidas y desesperadas, ya sin ninguno de sus adelantados, en la ribera oriental del río Urabá. En esta difícil situación enviaron a la Española una carabela que fuera por ayuda en víveres, armas y hombres. 5

        Jerónimo fue de los que se embarcó para este viaje. En cierta forma era un viaje “de rutina”, que en aquellos tiempos tardaba ocho días. 6 El líder de la misión, un seguidor de Núñez de Balboa de apellido Valdivia, lo había realizado antes sin grandes contratiempos. Pero esta vez las cosas fueron distintas. La carabela chocó con unos bajos cerca de Jamaica y se hundió. Los sobrevivientes, entre ellos Jerónimo, lograron subir a un pequeño batel, mismo que trece días más tarde, arrastrado por las corrientes marinas, recaló en lo que hoy es la costa oriental de la península de Yucatán.7

        En Yucatán, Jerónimo vivió ocho años entre los indios, pero no sabemos que condición tuvo. Las historias de las Indias dicen que fue sirviente o esclavo del “cacique” maya de la provincia de Ecab, llamado de diferentes maneras según los autores (Taxmar por López de Gómara y Cervantes de Salazar o Ahmay por López Cogolludo), pero no es un dato confiable. La otra posibilidad es que haya tenido una vida estable y holgada entre los indios, después de todo hubo otros casos en los que pocos españoles (náufragos, prófugos o “abandonados”), al no representar una amenaza para los indios, vivieron entre ellos y fueron tratados con generosidad. Esta hipótesis concuerda con la Crónica [maya] Chac Xulub Chén, que menciona a Jerónimo como yerno de un cacique y por lo cual podemos suponer que pudo haberse casado en Yucatán,8 y de ser así, posiblemente hasta tuvo hijos. Nada de esto puede probarse hasta hoy, pero si así lo fuera, Jerónimo sería, junto con Gonzalo Guerrero, padre de los primeros mestizos mexicanos.9

        Sea como fuese, lo cierto es que tan pronto pudo abandonó Yucatán y se unió la hueste de Hernán Cortés. Esto parece indicar que en el fondo nunca se acomodó a la vida entre los indios yucatecos, pues pudo haberse quedado y hacer caso omiso del llamamiento de Cortés.

        Cortés había ido a Yucatán, entre otras cosas, en busca de los náufragos cristianos que vivían “cautivos” entre los indios de Yucatán. Diego Velázquez, el entonces adelantado y gobernador de Cuba, había sabido de ellos al interrogar a un indio yucateco atrapado dos años antes (1517) por Francisco Hernández de Córdoba. Velázquez le ordenó puntualmente que rescatara a los náufragos, 10 así que estando en Cozumel, Cortés envió un navío a la costa de Yucatán con una carta para hacerlos venir. Por ese entonces, Cortés ya se había alzado contra Velázquez y deseaba realizar la conquista de la Nueva España en su nombre y provecho, por ello también quería rescatarlos, porque sabía que necesitaría de traductores y qué mejores que los náufragos cristianos, especialmente porque les tendría más confianza que a los intérpretes nativos.

        Enviada la carta con unos indios y cumplido el plazo de espera en ella advertido, la carabela regresó a Cozumel sin noticias de los náufragos. Sin éstas, Cortés partió de Cozumel con rumbo a la Nueva España, sólo que una de las naves se averió y tuvo que regresar para repararla. Estando en ello, llegó Jerónimo a Cozumel en una canoa.11 Ya en tierra, fue interceptado por Andrés de Tapia y llevado con Cortés. Entonces Jerónimo dio su explicación y relató la salida del Darién, los infortunios del naufragio y mencionó que había sido sirviente de un cacique.

        Para Cortés esto fue suficiente. Reparada la nave, partió inmediatamente hacia la Nueva España y abandonó al otro náufrago del que tenía noticia. 12 Éste era Gonzalo Guerrero, en ese momento, como todos ellos, obscuro personaje, marino, oriundo de Palos o de Niebla, que se hallaba en Chetumal, a unos 250 kilómetros al sur de Cozumel. Pero Cortés tenía prisa por llegar a la Nueva España, pues temía que algún otro conquistador se le adelantara. Así que no se preocupó por ir por Guerrero y simplemente lo dejó. 13

        Antes de partir de Cozumel, Jerónimo inauguró su nuevo papel en la expedición a la que se había sumado. Según las historias, al despedirse Cortés de los isleños, Jerónimo tradujo las amonestaciones que éste les hizo, respecto a que abandonasen sus ídolos y adorasen la cruz y la imagen de la virgen María que les habían dado. 14 Solo que pronto el papel de traductor de Jerónimo quedó anulado, pues después de Tabasco los indios no hablaban maya, sino nahuatl. Sin embargo, la presencia de la Malintzin (Marina o Malinche), una de las indias dadas a Cortés después de derrotar a los tabascos, se lo restableció. Como se sabe, entre ambos hicieron un trabajo combinado de traducciones que fue de mucha utilidad a Cortés en la conquista de México. Cortés preguntaba en castellano, Jerónimo lo traducía al maya y Malintzin, a su vez, lo traducía al nahuatl. La respuesta venía en sentido inverso.

        No sabemos bien cuándo este trabajo en equipo dejó de serle útil a Cortés. Algunos datos indican que Malintzin aprendió bastante rápido el español y con esto Cortés pudo prescindir de Jerónimo. 15 Sin embargo, también existen algunos otros datos que indican la posibilidad de que Jerónimo haya aprendido el nahuatl y haya seguido siendo traductor entre españoles y mexicas, aunque no necesariamente al servicio de Cortés. Sea como fuese, terminada la conquista de México, Cortés nombró a Jerónimo regidor de Segura de la Frontera, posiblemente como una recompensa a sus servicios prestados en la guerra.16

        Pero entre él y Cortés las cosas no iban bien. Existen varios documentos que, aunque breves, dejan ver que tuvieron conflictos. Por ejemplo, al iniciarse el juicio de residencia de Cortés, Jerónimo lo demanda por “tres vacas y sus multiplitos”  y después por “ciertos servicios que le fizo en Honduras, e de dos mil pesos, por ochocientos puercos”. 17

        La confrontación se haría mayor cuando Jerónimo declaró en contra de Cortés en mayo de 1529, pues contó las mañas de éste a la hora de enfrentar a otros conquistadores: pidió a Moctezuma que le trajese muerto a un tal Pinedo que se había ido con Narváez, a Gonzalo de Sandoval ordenó que apresase o matase a Narváez, ofreció 500 pesos al primer hombre que hechase mano de Narváez, mando a apresar y expulsó a Cristobal de Tapia y obligo a sus subordinados, so pena de muerte o cien azotes, a marchar contra Francisco de Garay.18

        También acusó a Cortés de que “en lo público parecía ser temeroso de Dios y buen cristiano pero que en lo secreto este testigo oyó decir” que se había echado carnalmente con Marina, con su sobrina Catalina, con muchas hijas de señores indígenas, con dos hijas de Moctezuma, con una Catalina de Castilla y con la hija de esta Catalina. También que oyó decir que mató a su mujer y que no hizo iglesia.19

        Quizá el motivo más significativo para esto fue que Jerónimo había sido nombrado por las autoridades coloniales regidor perpetuo, pero Cortés, que no quería que hubiesen este tipo de regidores, mantuvo oculto dicho nombramiento. Meses más tarde los procuradores de Cortés argumentaron sin gran contundencia que esta acusación era falsa, que Jerónimo era “gente baja”, “enemigo de Cortés” o por lo menos muy amigo de los enemigos de éste.20

        En 1534 se reinició el juicio y Jerónimo estaba citado entre los testigos que debían comparecer, pero no lo hizo porque ya estaba muerto. Había fallecido tres años antes (1531) 21 de “mal de bubas”22 o “mal francés”, como se le conocía a la sífilis en aquel entonces.

        De su vida personal también conocemos poco. Quizá por sus desavenencias con Cortés, debió de tener una condición modesta. No hay noticia alguna de que se haya vuelto rico y sólo dos notas sobre operaciones donde otorga poder a otros para que cobrasen a terceros.23 En Tlaxcala, se hizo concubino de Elvira Toznenitzin, la hija del cacique de Topoyanco, con la que tuvo dos hijos.24 Una de estas puede que haya sido Luisa, su hija que en 1584 solicitó al gobierno de la ciudad de México que le sea concedido un ingreso monetario como compensación de las labores de su padre como conquistador y primera lengua de México, pues vivía en una condición precaria.25

 

II. El Jerónimo de ficción: célibe y hábil guerrero

Es difícil establecer el punto exacto del inicio del proceso que convirtió a Jerónimo en un héroe mítico, pero creo que hay dos opciones: o comenzó con el relato que él mismo dio a Cortés y a su hueste después de su rescate; o se generó por una suerte de confusiones y aderezos que realizaron los historiadores de Indias al escribir sobre el episodio de su estancia en Yucatán.

         En el primer caso tenemos que cuando fue rescatado en Cozumel, Jerónimo parecía un indio, tanto que los españoles no lo reconocieron.26 Cortés tuvo que preguntar a Tapia “que era del español” y Aguilar decir “Yo soy”.27 Entonces, es posible que haya sentido temor a ser acusado de apostasía (de haberse indianizado y/o vuelto idólatra) pues ello le podía acarrear duros castigos. De modo que pudo haber inventado algunas cosas que justificaban su apariencia y cerraban el paso a toda posible acusación.28 Por ejemplo, se mostró como un devoto cristiano que rezaba continuamente, que tenía “ordenes de evangelio”,29 que no se casó con ninguna india y que había sido sirviente de un cacique.

         El relato de Aguilar fue aceptado por Cortés, a quién no les interesaba juzgarlo, sino aprovechar su experiencia y su conocimiento sobre las sociedades indias de la región. Seguramente con él Cortés confirmó su idea de que el oro en forma abundante no estaba en Yucatán, sino en México. 30 Así que partieron para la Nueva España, misma que conquistarían dos años más tarde (1521).

        Sin embargo, el pasó el tiempo hizo necesario el relato de estos acontecimientos como una historia en sí misma para no olvidarse, como señala el compilador de la cartas de Relación de Cortés;31 para recordar a la Corona los méritos de los conquistadores (Bernal); para contar la apología de los hechos gloriosos de la España del siglo XVI; o para demostrar cómo el devenir ordinario de los acontecimientos condujo a la expansión “natural” de su imperio de ultramar. O sea, y este es el segundo caso, había pues varios motivos para reconstruir lo ocurrido en una historia.

        Pero Jerónimo no había escrito nada, entonces los testigos de su rescate y compañeros de campaña eran los indicados para hacerlo. Pero éstos, salvo Cortés,32 escribieron con poco detalle como Tapia, incompleto como Fray Francisco de Aguilar33 o mucho tiempo después, como Bernal Díaz del Castillo.34 Así que fue Pedro Mártir de Anglería, basado en la primera carta-relación de Cortés y algunas entrevistas con conquistadores, el que lo escribió y publicó primero (1521). Retomando en parte a Mártir, López de Gómara le siguió treinta y un años después (1552), dando en su historia una versión más amplia y más dramática del episodio. Lo mismo hizo Cervantes de Salazar trece años después (1565) que se basó en Gómara. A su vez, la obra de Cervantes, en cuanto a este episodio, fue copiada en forma casi literal por Antonio de Herrera, que a su vez publicó la suya treinta y seis años más tarde (1601).35 Y nuevamente a su vez, la obra de Herrera fue la base para la de Torquemada y la de López Cogolludo, que lo siguieron casi literalmente y que fueron publicadas respectivamente, catorce (1615) y ochenta y siete años después (1688).36

        Además, la obra de López Cogolludo sirvió posteriormente de fuente a los historiadores del siglo XIX y a su vez, éstos siguieron y han seguido influenciando las obras del siglo XX y XXI.37 Todo esto puede parecer un proceso normal dentro de la práctica de historiar, sólo que hay un problema: a lo largo de este viaje se construyó una versión dominante en la cual Jerónimo dejó de ser un náufrago y traductor, para convertirse, además, en un esclavo perfecto, cristiano devoto y célibe, e incluso en un hábil guerrero entre los indios. O sea, todos estos autores aderezaron su imagen en sus relatos hasta exagerarlo.

Diagrama 1. Rutas de las principales versiones sobre el episodio de los náufragos.
Diagrama 1. Rutas de las principales versiones sobre el episodio de los náufragos
Fuente: Vallado F., Iván. Cristianos españoles e indios yucatecos..., p. 56.

        Por ejemplo, Mártir escribió un exitoso pasaje en el que varios náufragos (el capitán Valdivia y cuatro más) fueron devorados por un malvado cacique indio.38 Pasaje que no está en Cortés, ni Tapia, ni Bernal, pero que Gómara copió e incrementó para justificar la violencia de los procedimientos empleados en la conquista de las Indias, respecto a los cuales no sentía antipatía. Todos los demás autores repitieron este supuesto acontecimiento, que había dramatizado la estancia de Jerónimo entre los indios y su suerte de escapar de tan terrible destino.39

 

Cuadro 1. Textos sobre los náufragos devorados

Autor/fecha

Los textos


Mártir
1521


“Vinieron a dar en poder de un cruel reyezuelo que asesinó a Valdivía y a algunos de los suyos, los inmoló luego a sus zemes y se los comió convidando a sus amigos”. (p. 418)


Gómara
1552


“A Valdivia y a otros cuatro sacrificó a sus ídolos un malvado cacique, a cuyo poder venimos, y después se los comió, haciendo fiesta y plato de ellos y a otros indios. Yo y otros seis quedamos en caponera a engordar para otro banquete y ofrenda”. (p. 73)


Cervantes
1565


“viniendo los demás en poder de un cruel señor, sacrificó a Valdivia y a otros cuatro; y ofreciéndolos a sus ídolos, después se los comió, haciendo fiesta según el uso de la tierra, e yo con otros seis quedamos en caponera”. (p. 190)


Landa
1566


“Que esta pobre gente vino a manos de un cacique, el cual sacrificó a Valdivia y a otros cuatro a sus ídolos, y después hizo banquetes (con la carne) de ellos a la gente, y que dejó para engordar a Aguilar y a Guerrero ya otros cinco o seis”. (p. 88).


Dorantes/
Terrazas
1604


“Como al pollo llevar suele el milano,/ Que apenas se rebulle y se menea,
Así el flaco Valdivia clama en vano,/ Forceja entre sus brazos y pernea:
Echólo en un tajón de piedra llano,/ Con tosco pedernal en él golpea,
Sacóle el corazón vivo del pecho/ Y ofrenda a los demonios de él ha hecho. (...)
“Del casi vivo pecho palpitando/ la sangre Canetabo había bebido,
cuando su cuerpo vi descuartizado/ en pequeños pedazos repartido:
mas porque está un banquete aparejado/ y aquesta colación muy breve ha sido,
en otros cuatro hizo aquel malvado/ pasar lo que Valdivia había pasado”. (Rubio, Notas, p. 160)

Fuente: Vallado F., Iván. Cristianos españoles e indios yucatecos..., Capítulo 3.
Nota: No hay referencia a este suceso en Cortés, Tapia, Oviedo, Las Casas, ni en Bernal. Las Casas incluso lo contradice abiertamente.40

        De todos ellos, Cervantes de Salazar fue sin duda el más prolífico. Empeñado en proyectar una buena imagen de los conquistadores de México, los cuáles le pagarían por su crónica, inventó cosas completamente nuevas y convirtió a Jerónimo en un heroico apóstol del cristianismo en las Indias. Escribió que los indios lo maltrataban y amenazaban de muerte continuamente, que su esclavitud había sido dolorosa, ratificó y extendió su devoción por los rezos cristianos diarios, aduciendo que esto le sirvió para mantener la cuenta cristiana de los días de la semana, la cual llevaba acertadamente.41
Además, “confirmó” la continencia sexual de Jerónimo, inventando una anécdota en la que su castidad fue puesta aprueba por una hermosa india de catorce años. Jerónimo fue enviado a pescar con ella a una playa desierta, pero sólo le dieron una hamaca. De modo que forzosamente tenían que dormir juntos y ella había sido instruida para tentarlo sexualmente. Llegada la hora, Jerónimo prefirió acostarse en la arena, dejarle la hamaca a la india y con esto superó la prueba. En esta versión, Jerónimo recibió la ayuda directa de Dios42 y eso lo convirtió no sólo en un hombre ejemplar para la posteridad, sino en la mano derecha del cacique indio al que servía y que desde entonces no podía hacer nada sin su consejo. Esta versión inevitablemente recuerda a José el israelita, que pudo servir de modelo a Cervantes de Salazar.

Diagrama 2. La ruta la prueba de la hamaca

Diagrama 2. La ruta la prueba de la hamaca
Fuente: Elaborado con base al diagrama anterior.

 

        Por último, y al parecer siguiendo el modelo de otro israelita bíblico (Josué, el sucesor de Moisés), Cervantes de Salazar convirtió a Jerónimo en un hábil guerrero, pese a que no tenía instrucción militar alguna. En la obra de Cervantes, Jerónimo se convirtió en capitán de las tropas indígenas de su amo, enseñando a los indios a hacer una emboscada. Algo realmente ingenuo, porque supone que los indios no sabían hacerlas. Con ello, Jerónimo logró ganar algunas batallas, mismas que permitieron la expansión del cacicazgo de su señor sobre sus viejos enemigos, ganándose así la admiración y la estima de todos los indios.43

        Así, el punto culminante de la carrera de Jerónimo, como héroe en la historia escrita, lo alcanzó con Cervantes de Salazar. Aunque Herrera redujo un poco su hazañas, esta imagen se mantuvo firme, y hacia 187844 fue recordado con la misma fuerza y orientación. Esta vez, ya no como parte de una historia oficial de una colonia española, sino como parte de una “nueva” historia del Yucatán soberano.

        En ese entonces, Yucatán llevaba casi setenta años de vida independiente de España y además se había separado y vuelto a unir con México en dos ocasiones. Pero en 1847 estalló la Guerra de castas contra los “indios bárbaros”, mismos que un año más tarde estuvieron muy cerca de expulsar a los blancos de la península. La sociedad blanca yucateca quedó traumatizada, la guerra duraría hasta principios del siglo XX y costaría la vida a dos quintas partes de la población (205,000 personas aproximadamente). En ese contexto, con 30 años de guerra a cuestas, el segmento blanco dominante de la sociedad yucateca necesitó recrear e impulsar para sí misma, para los demás segmentos y para la posteridad, dos ideas fundamentales contrapuestas: la superioridad moral de los blancos civilizados y la inferioridad moral de los salvajes y deleznables indios. La historia de Jerónimo de Aguilar quedaba perfecta, como anillo al dedo. ¿Quién mejor que él, según las historias coloniales, había demostrado la superioridad de los blancos cristianos sobre los indios idólatras? Esta imagen se proyectó en las nuevas “historias de Yucatán” y fue la que lo convirtió en el Kukulkán de los dzules, o sea, en el héroe cultural de la sociedad yucateca racista y antiindigenista.

        A mi parecer, la imagen de Aguilar se mantuvo como tal, hasta el absurdo. No sólo porque desde 1632 la obra de Bernal Díaz ya había contado que el campeón del celibato yucateco había muerto se sífilis, sino que ahora, la publicación del la Historia de Indias de las Casas, anotaba el detalle de que las hamacas eran de las Antillas; por tanto, en el tiempo que vivió Jerónimo en Yucatán (1511-1519) éstas no existían. ¿Cómo iba a pasar la prueba de la hamaca, si no habían hamacas? No hubo gran problema. Molina Solís, el historiador yucateco que descubrió el detalle, arregló las cosas: en su relato simplemente cambió la hamaca por una cama de arena y asunto concluido.45

 

Comentarios finales

En esta comunicación mi intención no ha sido atacar a ningún ecijano histórico, sino de aclarar lo ocurrido en el primer episodio de la historia yucateca (ya que yo soy yucateco), particularmente porque lo que aprendí en la escuela elemental narraba un episodio de difícil credibilidad y al investigarlo con profundidad, manifestó tener bastantes contradicciones y debilidades que sin embargo se ha repetido a lo largo de casi 500 años.

        El Jerónimo histórico que he descrito no es obviamente tan deslumbrante como el mítico, pero tiene una virtud muy importante, que es justamente la que el ficticio no tiene: sí existió. Como tal es más humano y nos recuerda que aun en los grandes eventos de la humanidad, la historia no es una serie ininterrumpida de acontecimientos gloriosos, sino un accidentado acontecer que, especialmente cuando nace de procesos violentos, reporta más penas que glorias humanas. Todo lo demás, ha sido un discurso falsificador del pasado, elaborado y reelaborado una y otra vez para enaltecer la imagen de los conquistadores de México, justificar la dominación española en la Indias, reforzar el odio de los blancos yucatecos hacia los mayas rebeldes del siglo XIX o que se repite por simple deficiencia de los procesos de trabajo entre los historiadores.


Instituto Nacional de Antropología e Historia (México), Doctorado en Humanidades/Historia UAM, Conacyt. regresar



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