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Traje regional e identidad *

Luis Millet
Ella F. Quintal

 

Introducción

Cuando alguien dice hoy día, por ejemplo, que la Señorita Yucatán "portaba" en éste o aquel evento público "el albo traje regional", los yucatecos entendemos de que se nos está hablando, e incluso podemos imaginarnos a la susodicha elegantemente ataviada con terno de xocbilchuy, profusamente matizado y decorado.

    Pero ¿ha sido esto siempre así? Desde cuando es el terno mestizo, el vestido de la identidad yucateca femenina?

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Popolá Valladolid. Misa de Nuestra Señora de las Mercedes

    En este trabajo, intentaremos presentar una hipótesis acerca del momento histórico y las condiciones político-culturales que pudieron haber permitido la definición explícita del vestido mestizo decimonónico como el símbolo de la identidad yucateca femenina.

 

Notas etnográficas del siglo pasado

    En su segundo viaje a Yucatán, Stephens se dirigió a Ticul y al pasar por Tecoh, una población de regular tamaño le extrañó ver sólo indígenas y ningún blanco. Pero en sus notas a la versión castellana del famoso libro de Stephens el Dr. Sierra aclaró:

    "A propósito de esta observación de Mr. Stephens, debemos notar aquí un error en que han caído frecuentemente todos los viajeros que han visitado el país. Sin hacerse cargo, de que en el interior, los blancos llevan de ordinario el mismo traje que los indios, se han figurado que todos eran indios, y sobre esta equivocación han hecho cálculos erróneos y aventurado proposiciones absurdas unas y ridículas otras. Así le sucedió a Waldeck y a Norman" (1848-50, T. I, p. 110).

    ¿Cómo se puede explicar el que una parte del grupo étnico de los conquistadores haya adoptado, con ciertas variantes, el traje de los indígenas? Entre los factores que pudieran haber contribuido a ello, se debe contar el aislamiento de estas poblaciones, y del mismo Yucatán durante la época colonial, lo que seguramente causaba dificultades a la hora de imitar o copiar la vestimenta del grupo más europeizado. Además el factor climático debió ser importante pues ¿para qué copiar modelos que por otro lado eran sumamente incómodos y calientes? Y, si en la capital y otras poblaciones importantes a quienes usaban vestuario europeizado les interesaba marcar la diferencia social y étnica existente entre ellos y los otros miembros de la sociedad, no sucedía lo mismo en otras poblaciones donde por su minoría, tal vez era mejor mimetizar las diferencias.

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    Es más, aun entre los miembros de la clase dirigente se había establecido por costumbre, desde épocas seguramente bastante antiguas, el que las mujeres al interior del hogar pudiesen usar el hipil, ya fuese para dormir, o para estar en la intimidad de la familia y, los niños tanto varones como mujercitas generalmente vestían de hipil durante varios años, hasta que los primeros cambiaban a ropa masculina europea y las niñas podían continuar usando el hipil al igual que las adultas, es decir, dentro de la casa.

Mestizas de Yucatán

    Según Aznar Barbachano y Carbó, en las poblaciones de la jurisdicción de Mérida, los descendientes de los conquistadores los mestizos y las castas, adquirieron los usos, las costumbres, el idioma y hasta el carácter de los indígenas. "En el interior del país se les veía hablar la lengua maya, ignorar la castellana, vivir en la hamaca como el indio, usar el mismo vestido y alimento" (1861, p. 4). Para esos autores la situación en Mérida no difería mucho, pues menciona que aun en las casas ricas el idioma maya era de uso común y una de las causas de mayor peso era que las nodrizas y los pequeños sirvientes domésticos con quienes los niños jugaban eran indígenas y así, "sin sentirlo se iba infiltrando desde los primeros momentos de la vida", la semilla de sentimientos, idioma, usos y costumbres, y añaden luego: "En fin, tal parecía que los españoles habían venido a esa parte de Yucatán a ser conquistados por los indios" (Ibid).

    Pero este uso cotidiano del hipil por parte de los miembros de la clase dirigente, se limitaba a la intimidad del hogar. Sin embargo para mediados del siglo pasado, hombres y mujeres de las clases altas empezaron a aparecer en público, no portando el traje indígena sino el mestizo. Esto ocurría principalmente en ciertas fiestas y, a Stephens le llamó la atención cuando en febrero de 1842, encontrándose en Ticul, fue invitado a una vaquería. Así nos lo describe:

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    "El baile de las mestizas, es un baile que puede llamarse de fantasía: en él las señoritas del pueblo se presentaban de mestizas, es decir vestidas del traje que usa esta clase en el país: una vestidura suelta muy blanca con bordados rojos en el ruedo y en el cuello, un sombrero negro de hombre en la cabeza, una trenza azul pendiente del hombro, y cadenas, brazaletes y arracadas de oro. Los jóvenes, imitando a los vaqueros y mayordomos aparecían vestidos de camisa y pantalones de muselina listada, botines de gamuza amarilla, sombrero recio y pequeño de paja con bordes y ribetes de hilo de oro" (1848-50, p. 83).

Album yucateco

    Parece ser, según se puede entrever de una nota periodística, que esta práctica se comenzaba a generalizar y en Izamal, durante las fiestas de mayo de 1860, se anunció que las señoritas más distinguidas de la población "cuya ferviente emoción y popularidad las conducen al grado de querer tomar por aquellas horas el traje curioso de mesticillas" participarían en los bailes de zapateo y torneos "graciosos" de la vaquería. (Periódico Oficial, 1860).

    Cabe aquí recordar que para el siglo XIX todavía se mantenía la distinción entre indios, mestizos y blancos, siendo así que la palabra mestizo o mestiza para los años que venimos comentando se refería al grupo social intermedio, productos de la mezcla racial, con apellido paterno castellano y materno maya. La indumentaria que correspondía a las mujeres de este grupo social era el llamado terno, muy semejante al hipil indígena pero mas rico en adornos, con una solapa (chaquetilla) en el cuello y exhibiendo en el ruedo del justán o fustán el mismo decorado que adornaba la camisa o hipil (completan su atuendo con toca o con rebozo). Desde el punto de vista socioeconómico constituía este sector, gente clase media, artesanos y algunas personas de cierta posición social y respetabilidad (Cfr., Hernández, 1977; Redfield, 1977 y Trujillo, 1977). Pero volvamos al uso festivo del terno.

    Los carnavales en la capital eran de las fiestas más alegres y ruidosas; sus bailes y paseos se celebraban por varios días y en ellos participaba toda la ciudad. Durante el día las comparsas, en especial los grupos de x'toles o de jicaritas recorrían el centro, así como también lo hacían los calesines adornados de flores.

    Muchachos y muchachas salían a la calle a divertirse, algunos vestidos de frailes y curas y entre los juegos, el más común era el de arrojarse huevos llenos de agua, tapados con cera y conteniendo algunas veces achiote. Waldeck vio con horror este comportamiento, pues según él:

"los transeúntes y curiosos no se escapaban y reciben en el rostro, a falta de proyectiles, lodo, tierra y algunas veces hasta piedras. He visto a jóvenes elegantemente vestidas, asaltadas en su ventana por una granizada de huevos. Este juego brutal ocasiona a veces graves accidentes; el año último un huevazo en el seno mató a una desgraciada mujer. Con todo, las mujeres son las más atrevidas en esta clase de pugilatos" (1930, p. 85).

    No veían los yucatecos estas fiestas con los mismos ojos de Waldeck pues para ellos eran momentos de regocijo. A un estudiante ausente en San Luis Missouri, el carnaval de ahí le pareció "simple" y añoraba "el gusto de romper algunos huevos en las cabezas de las hermosas meridanas".

    El carnaval era según uno de nuestros poetas:
 

Domingo, Lunes y Martes
Felices días no más
En que se realiza en todos
aquel bellísimo ideal
De manera democrática
De la unión y la igualdad
Sólo tú puedes unirlos
oh! festivo carnaval

  El seriote magistrado
De arlequín sale a bailar,
y arrastra una costurera
un costoso manto real
E imita un monaguillo
al Califa de Bagdad.
Sufre todo metamorfosis
En días de carnaval

(Revista de Mérida, 12 de febrero de 1883).

    En medio de esta algarabía ocurrió algo inesperado en el baile que se celebró el martes de carnaval de 1862 en el selecto salón de la clase alta meridana, y según José P. Nicoli:

"un grupo de mestizas, compuesto de algunas señoritas de las clases distinguidas de nuestra sociedad.(Santo cielo! )de qué jardín han salido esas flores para formar tan hermoso ramillete? (Bien hecho! mueran las francesas y las gaditanas, abajo el imperio de las griegas y de las polacas, no queremos húngaras, tampoco rusas, eso es muy bello para sus naciones respectivas, queremos esas sílfides que ayer vimos con su peinado a la Pompadour, y que ahora, eminentemente yucatecas visten el hipil, ligeras como la brisa, vaporosas como un sueño de la juventud; queremos ese vestido diáfano, transparente como las cortinas de la aurora, ese peinado que se arremanga y que se teje con una ancha cinta, cuyas extremidades el viento mece a su capricho, queremos ese pañuelo de mil colores cruzando el pecho y que viene a ser como la banda de esas emperatrices de la belleza, esos aretes de coral, ese rosario de cuentas de oro intercaladas con corales rojos, pero no más rojos que sus encendidas mejillas, sí, queremos ese pie engastado en un zapato de raso blanco y que la música haga escuchar por último un jarabe y vereís cómo brotan flores donde quiera que coloquen la planta.
Suene el Toro, el dulce Colonté y no tendremos que envidiar la jota a los de Aragón ni el saltarillo a los romanos.
En medio de aquel torbellino de azucenas con los trajes nacionales, había dos señoras, ¡magníficas! eso se llama comprender el carnaval" (Periódico Oficial, 14 de marzo de 1862)
 

    Termina el relato de Nicoli, uno de los intelectuales yucatecos de mediados del siglo XIX con mayor sensibilidad, alabando la prestancia de los compañeros, todos ellos jóvenes de sociedad que se vistieron a la usanza de los mestizos.

 

Fiestas, carnavales, el mundo al revés

Pero ¿por qué fueron las fiestas y entre ellas la más "bulliciosa", de todas, los espacios que permitieron la "entrada" escénica de lo popular, de lo mestizo en la vida "cultural" yucateca?


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Popolá, Valladolid. Misa de Nuestra Señora de Mercedes

    ¿Qué es "hacer fiestas" y por qué es importante estudiar las fiestas? El tema de las fiestas, fueran estas mayordomías, fiestas patronales o cualquier otra celebración del calendario religioso anual de las comunidades indígenas mesoamericanas ha sido uno de los más atrayentes para los investigadores nacionales y extranjeros (cfr., Brandes, 1988). La influencia que últimamente han ejercido los trabajos de Gluckman, Leach y Turner no sólo sobre los propios antropólogos sino también sobre otros profesionales de las ciencias sociales como los historiadores y los sociólogos, han reavivado en los últimos años el estudio de fiestas y ritos. (cfr. Gluckman, 1973; Leach, 1978 y Turner, 1980).

    Para algunos investigadores, el interés de la antropología en las fiestas se justifica como " estrategia etnográfica". Es decir, "... en la vida de una comunidad tal vez no haya una ocasión de observación tan privilegiada como una fiesta. Porque en la fiesta la comunidad cobra relieve. Las gentes ocupan los espacios comunes y allí, al amparo de sus símbolos, materializan su identidad social. Las fiestas movilizan a todos, la participación es general y en ella se expresa y ejerce la condición de miembro de una comunidad. Probablemente no hay mecanismo social con tan especial convocatoria y participación" (Velasco, 1982, p.7).

<     Es en este sentido, en el de fiesta como tiempo de construcción de identidades, como presencia pública de la sociedad, que podemos leer en el artículo Nuestras fiestas; cuyo autor, el costumbrista yucateco decimonónico, Manuel Barbachano y Terrazo, nos dice: "Son dignas de analizarse las oleadas humanas que cubren las calles de la fiesta, sobre todo por la noche y a la hora de los toros; oleadas humanas compuestas de elementos diferentes, heterogéneos y aún contradictorios" (subrayado, nuestro) (Barbachano y Terrazo, 1986,pp.29 -30).

   Temozón, Yucatán. Vaquería

    Y entre algunos de esos "elementos heterogéneos" en las calles festivas meridanas del siglo pasado el autor menciona: al hombre grave a quien incomodan los triquitraques, la vieja llena de fe que va a la novena, el muchacho que suelta la carcajada cuando la pólvora chamusca una mantilla, quien va presuroso a jugar baraja, las elegantes mujeres que sólo piensan en bailar ... "los millares de mestizas con los ternos preparados para fiesta ..., (las) criadas con sus rosarios y zapatos nuevos ...", las personas de todas las edades y clases que se dirigen a la lotería o las que ..." pasan tres o cuatro horas sentadas a las puertas viendo, glosando u aplicando el oído al análisis del prójimo" (Ibid., p.30).

    Para la mayoría de sus estudiosos, las fiestas, son una redundancia de la estructura social. "Pero también en algunas fiestas, muy particularmente el carnaval (subrayado nuestro), se desestructura momentáneamente el orden social, se ofrecen roles rituales a quienes no les debían competir. Y la antiestructura es precisamente la activación de la comunitas, es decir, la disolución de las diferencias y las posiciones de poder, la liberación de las ataduras sociales y con ello la adhesión desinteresada, la vinculación profunda, la igualdad y la solidaridad de todos" (Velasco, 1982, p. 23).

    Ya hemos citado del poeta yucateco " ... aquel bellísimo ideal": el de la democracia, la unión y la igualdad, solo posibilitados por el carnaval. También Barbachano y Terrazo apunta la dimensión "niveladora" del carnaval:"en esos días se realiza la fantástica ilusión, el bello imposible de vivir republicanamente, desapareciendo en un todo y como por encanto las distinciones o clases que forman el nacimiento, la educación, la sangre, la diferencia de profesiones sociales y el dinero, porque todos se divierten y todos de un mismo modo" (Barbachano y Terrazo,1986,p.42).

    Entre los trabajos más o menos recientes sobre el carnaval y el "elemento carnavalesco " que predomina en algunas fiestas, están los de Caro Baroja, Peter Burke y Mijail Bajtin sobre la sociedad europea y primordialmente sobre la Europa mediterránea y que abarcan de la edad media a la época contemporánea. Para México sobresalen los trabajos de Victoria Bricker en relación al humor ritual en Chiapas y un breve análisis acerca del carnaval en Hocabá, Yucatán (Bricker, 1986 y Bricker, 1989).

    Para Bajtin, el carnaval medieval era la segunda vida del pueblo, basada en el principio de la risa. El carnaval medieval era la vida festiva del pueblo. Quizá la característica más relevante del carnaval era la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, de los privilegios, reglas y tabúes. A diferencia de las fiestas oficiales donde las distinciones jerárquicas se subrayaban y se consagraba la desigualdad (1987,pp.14-15).

   Para Burke, el Carnaval de Europa del sur era la fiesta popular mas importante del año " ... y el momento para poder decir, al menos alguna vez y con relativa impunidad, lo que a menudo se pensaba" (1991, p.262). El carnaval se oponía no solamente a la cuaresma sino también al resto del año. "El carnaval era la encarnación del 'mundo al revés'..." Una de las manifestaciones de este mundo al revés, es la inversión de las relaciones sociales ya estén referidas al sexo, la edad o el estatus social.(Ibid., 271). Y concluye Burke: "El carnaval era, en resumen un período de desorden institucionalizado, un conjunto de rituales sobre la inversión del mundo conocido" y transmitía mensajes polisémicos y simultáneos sobre la comida, el sexo, la religión y la política. (Ibid., 273 - 4).

    La reforma y la contrarreforma, la cultura oficial y las clases dirigentes, entablaron una lucha a muerte contra el carnaval y todas las fiestas que tuvieran " elementos carnavalescos" (por ejemplo, en el verano las fiestas de Corpus y de San Juan tenían considerables aspectos carnavalescos).

    En la Nueva España, como ha mostrado Viquiera Albán para la ciudad de México, el estado Borbón se opuso con energía no sólo al carnaval sino a otro tipo de diversiones públicas que concentraban a la gente del pueblo y la volvía potencialmente peligrosa o subversiva (Viqueira, 1987).

    Aún en nuestros días presenciados a veces intentos de prohibir lo que de carnavalesco queda en las fiestas públicas meridanas. De cualquier forma, en el siglo pasado, por lo que se ha podido ver de los relatos que anteceden, todavía conservaba el carnaval yucateco el carácter de tiempo de "licencia ritual" mismo que permitía la representación de la idea de comunidad.

    El proceso ritual que opera en el carnaval consiste, principalmente en lo que Turner llama paradojas sintácticas cuyas formas más comunes son la inversión y la condensación. En la inversión, una persona o una situación deja de ser lo que es para transformarse en su contrario: los hombres se transforman en mujeres, las mujeres en hombres, por ejemplo. En la condensación una persona o una situación sin dejar de ser lo que era llega a transformarse en su contrario (por ejemplo, los sexos se confunden en las figuras carnavalescas con indumentarias mitad femeninas, mitad masculinas). Como hemos visto estas dimensiones propias de los ritos de paso aparecen en la fiesta del desorden institucionalizado: el carnaval.

    En otro trabajo costumbrista, Barbachano y Terrazo, nos describe el carnaval de Mérida en términos muy parecidos a los que podríamos esperar de Turner: "... los hombres ocupados dejan sus negocios, los fríos entran en calor, los adustos se vuelven risueños, los apáticos se hacen diligentes, los viejos niños, las mujeres hombres y hasta los extranjeros, nada pródigos jamás en aprobar las cosas de una país que no sea el suyo se salen de su ordinario carril para colocarse en el de las circunstancias. Durante el carnaval, Mérida es un centro de animación, de movimiento, de bulla, de confusión, una verdadera Torre de Babel" (Op. cit. p.42).

    Si bien es cierto que algunas fiestas traducen la estructura social y otras marcan los límites que han de ser mantenidos para que la sociedad continúe funcionando, también es cierto que algunos rituales festivos deben incorporar los cambios necesarios " ... para que la eficiente adaptación al entorno siga resultando posible ... " y así, los innovadores y los neófitos atraviesan ordenamente las puertas festivas y transforman el orden social " ... con la introducción incluyente de la novedad necesaria y suficiente"(Gil Calvo, 1991, pp. 40 - 41).

 

Intentos conclusivos

Y es en este sentido que debemos leer e interpretar "el debut", en el siglo pasado, del hipil mestizo (el terno), en las fiestas y carnavales de los "selectos" círculos yucatecos. Cuando la flor y nata de la juventud yucateca se vistió de terno lo hizo festivamente, a saber: en actos públicos, que debían y podían ser tomados en "clave de broma" y que consistían en una "licencia ritual". Y sin embargo, de esta forma, las "transgresoras " pudieron atravesar " ordenadamente", o sea, con un orden festivo, el puente de la reforma social. En términos de Turner, mediante la metamorfosis inversión y condensación las yucatecas resultaron en el carnaval "ricas y pobres, blancas y mestizas".

   ¿Pero que necesidad tenía la clase dominante yucateca para, como diría los autores neogramscianos, "apropiarse" de y "resemantizar" lo popular mestizo?

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Valladolid, Yucatán. Gremio de agricultores

   Luis Villoro, en Los grandes momentos del indigenismo mexicano, remonta a 1864, con Francisco Pimentel, la primera mirada sobre México que descubre un país desgarrado, escindido con dos pueblos en el mismo territorio, dos pueblos que son además enemigos el uno del otro. "Al volver su atención sobre su realidad, encuentra el americano una masa hosca, extraña, de un discordante antagonismo". Los indígenas a pesar de su cercanía a la sociedad blanca vivían en una condición triste de inercia y degradación. (1979, p. 175).

    "Al observar al indio, siente Pimentel que México se le quiebra entre las manos y lanza un grito de alarma. Ante la diversidad eleva un ideal de unidad: define la nación como unión..." (Ibid., p. 176).

   Si Pimentel emprende la defensa del indio y la necesidad de integrarlo a la nación, no deja de hacer la apología del mestizo: "Mientras el indio es sufrido, el mestizo es verdaderamente fuerte" (Pimentel, citado por Villoro, p.180). Esta idea de la inferioridad del indio frente al mestizo reaparece en Bulnes (1899): el mestizo es fácilmente salvable y es además 'susceptible de una gran civilización' el indio en cambio probablemente nunca podría ser "salvado" (Villoro, 180).

Para Villoro, resulta claro, que estos pensadores manejan dos significados de la palabra mestizo: en uno alude a la mezcla racial, podríamos decir al mestizo real, en otro, a un grupo social, económico y político, la burguesía liberal, que asume así un carácter mítico y profético y toma a la figura del mestizo como el símbolo posible del México unificado.

    Fue pues, la presencia discordante del indio lo que hizo consciente la necesidad de la unidad. (Ibid., p.182).

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   En nuestra tierra lo indio, como resultado de la guerra de castas, tenía para la sociedad blanca una connotación aun más dramática.
    En este sentido, el que en Yucatán se haya adoptado el traje de mestiza como nacional en fecha tan temprana, puede tener su explicación en la grave situación social en que se encontró luego del período más violento de la guerra de castas de 1847. Ante el colapso casi total del sistema imperante, la burguesía necesitó formalizar nuevas alianzas, en este caso con los mestizos y se trató de presentar a Yucatán como una sociedad mestiza, en la cual, la figura del indio quedaba eliminada.

Sanahcat. Labores domésticas

    Otros factores que pudieron contribuir a que se diera esta situación fue el proyecto de autonomía regional por el que desde años atrás se venía luchando y en el cual el Dr. Sierra O'Reilly y otros intelectuales, entre ellos Nicoli -- de quien hemos citado la pieza literaria sobre las mestizas en el carnaval de Mérida --tuvieron una decidida participación. Ante la necesidad de marcar las diferencias entre lo yucateco y lo de afuera, las circunstancias de ese momento, en especial la guerra de castas, condujeron al movimiento de exaltación del mestizo.




Luis A. Millet Cámara Regresar
Arqueólogo, egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia

Ella Fanny Quintal Avilés Regresar
Antropóloga Social, egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
Investigadora del Area de Antropología Social del Centro INAH, Yucatán

* Este artículo se publicó en: I'inaj: Semilla de Maíz, Revista de divulgación del patrimonio cultural de Yucatán, agosto de 1994, Conaculta, Instituto Nacional de Antropología e Historia. Regresar







Bibliografía





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