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La Xtáabay

Por Eleuterio Llanes

 

Extranjero, hijo extraviado del Mayab, que no habéis olvidado las viejas tradiciones de nuestros padres, que camináis en los senderos solitarios de esta tierra misteriosa; es a vos a quienes me dirijo para que si alguna vez sois arrebatados por espíritu de misterio, no digáis que no sabías y que por egoísmo no os lo dijeron. Voy pues a relataros brevemente lo que os puede aconteceros mientras vivís en esta tierra santa.

     Sin duda habéis oído hablar del pájaro maléfico del infierno y de la muerte que viene de la caverna de la vieja hechicera en la oscuridad de la noche, y canta nueve veces sobre la choza del indio a quien anuncia la muerte, para volver al noveno día y llevar entre sus garras el alma del infeliz que no supo clamar a sus dioses.

     Habéis oído sin duda del hua’apáach’ con quien sus piernas largas aprisiona al que ronda por la noche la casa de su amada.

     Si alguna vez se ha erizado vuestra piel y puesto de punta vuestro cabello cuando os relataron del Kitaam iik’ del ko’il peek’, del ook che’ no esperéis que os suceda menos cuando deis con una hermosa mujer, modelo de escultura, que espera en vuestro camino para brindarnos su amor y llevarnos luego en sus brazos a donde no habéis de volver. Es pues la leyenda de la Xtáabay la que quiero relataros.

     La Xtáabayes la mujer que después de muerta ha venido al mundo a repartir amor, lo que por egoísmo no quiso hacer en su primera vida. La Xtáabay es la mujer que nunca has visto y el día que la veas la seguirás como un corderillo, mansamente sin saber lo que te espera; es la mujer con quien has soñado siempre, si jamás has visto hecho realidad ante tu vista. Si alguna vez la vieres, será en noche de luna, verás su rostro como el blancor de la azucena cuando recibe el beso del astro de la noche; clavará en ti la mirada y te sonreirá con ternura mientras peina su larga cabellera.

     -No puedes irte, me perteneces.

     Sintiendo que mientras más lo abrazaban, más sentía las punzadas, comprendió que se encontraba en presencia de un ser maléfico, por lo que sacando el cuchillo que llevaba en la cintura comenzó a clavarlo en el pecho de la muchacha, ésta sintiéndose herida lo soltó; aquél salió corriendo a la dirección de su casa, mas no pudo llegar porque a medio camino cayó sin sentido.

     Dos labradores que volvían de sus milpas, lo encontraron en aquel estado y lo condujeron a su casa.

     Sus familiares viendo su estado y oyendo que no dejaba de delirar, llamaron a un hechicero para que lo curara; éste después de observar en su sáastun dijo:

     -“Está hechizado por la Xtáabay, pero si su novia va al lugar donde luchó con ella y consigue sacar el cuchillo que se encuentra introducido en la hoja del cactus y envainarlo sin que lo vea, sanará; si no, tendrá que volver donde está la Xtáabay que lo tiene encantado”.

     Su enamorada fue a la sabana tomó el cuchillo como se lo indicó y lo enfundó sin que lo viera, cuando volvió a la casa de su enamorado se sorprendió verlo en la puerta sonriéndose.

     Se cuenta entonces que las cicatrices que debieron dejar las heridas inferidas a la Xtáabay, son las huellas que se ven en las hojas del cactus tsakam, porque el alma de la virtuosa al volver a este mundo convertido en la sombra de la Xtáabay su cuerpo está identificado en el tsakam, como su vida en la siempreviva.




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