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Ah K’iin Xook

Narración Simbólica Pro-Raza Maya


Se había dado cuenta de todo: la lucha titánica que sostuvieron los hombres mayas con los conquistadores hispanos en la cual, su padre fue muerto por un arcabucero, mas éste tampoco pudo sobrevivir del certero golpe de lanza que recibiera en pleno corazón. Ah K’iin Xook, apenas salía de su adolescencia, pero pudo observar el cambio que se esperaba en la gran Yukalpeten, sobre todo en su amado Ichka’ansiho’.

      Los españoles, después de tres lustros, en que por Jamaica habían sido descubiertos por los mayas, al fin se posesionaban de las ciudades mayabenses, usando el terror por medio de sus armas, sin respetar la cultura ya bastante avanzada de los naturales y sí sacrificando vidas inútiles y destruyendo una magnifica civilización.

      En el alma de Ah K’iin Xook bullía la ilusión que siempre acompaña a la juventud: el amor. Pero estaba triste, pues había visto cómo se imponía la gente nueva y cómo fueron quemados sus Analteo’ob (libros), cómo quedaron destruidos sus templos e ídolos y luego ellos, muy tristes en su propia tierra y aquéllos, los invasores, alegres y felices en suelo extraño, a pesar de la falta de compañeras, puesto que no trajeron mujeres, como las rientes andaluzas y sevillanas, tampoco curvadas granadenses. Pero pasó el tiempo y hubo descendientes. Hubo mujeres y hombres blancos con sangres indígenas y facciones europeas.

      Para entonces, Ah K’iin Xook amaba tiernamente a una humilde mujercita de su propia raza, la idolatraba con toda la fuerza de su alma joven ella era bella, como una tarde lánguida de otoño y su corazón a la par que sus sentimientos, semejaban para Ah K’iin Xook un búcaro de flores silvestres. Con toda frecuencia se veían debajo de las ceibas y allá se decían frases de infinito amor.

      Sak xch’úupal (mujercita blanca), hija de un hispano con una mujer del mayab, estaba ya en la edad romántica, cuando en los pechos humanos laten más a prisa los corazones y se sueña en bellas fantasías. Había observado repetidas veces a Ah K’iin Xook con su amada, bajo la fresca sombra de las frondosas ceibas, en días festivos. Sentía inmensa ternura cuando por casualidad se cruzaban sus miradas. En sus noches ensoñadas, mientras en el cielo parpadeaban las estrellas, ella monologaba: In Yakumech, Ah K’iin Xook (Te amo Ah K’iin Xook).

      ¡Cómo se habían encontrado? Debajo de los árboles, mudos testigos del gran amor de Ah K’iin Xook, Sak Xch’úupal le apretaba dulcemente las manos, pero él le decía que era hija de un “castilan” (castellano) y además le agregaba que tenía ya a su prometida.

      Sak Xch’uupal lloró con amargura aquel momento infeliz para ella, y los mukuyo’ob (tortolitas) arrullaron melancólicamente. Encaminóse a una cisterna y se miró en el espejo de sus aguas tranquilas. Dióse cuenta de la blancura de su rostro, no era como el de la amada de Ah K’iin Xook. En medio de su inmenso dolor iba pronunciando: “Ah K’iin Xook, tengo el alma de nuestra raza, soy también maya, quiéreme”. Al pasar debajo de las ceibas del camino que entonces brotaban sus turgentes bellotas, recogió un copo, diciéndose: “Yo soy como este blanco copo, afuera la blancura, adentro la semilla morena, mi alma maya”.

      Después de algún tiempo y habiendo visto Sak Xch’úupal vanas sus ilusiones, pretendió olvidar sus penas. Conoció a un joven, hijo como ella, de un “Castilan”. Él la quería infinitamente, con todas sus ilusiones, pero ella, no podía olvidar, no podía borrar en su mente enamorada, la figura varonil de Ah K’iin Xook.

      Cuando lo supo Ah K’iin Xook, rodaron dos lágrimas en sus mejillas, cruzó en su mente toda la tragedia, la Conquista, la pira ignicente de los libros mayas, los templos que caían estrepitosamente, una civilización y una cultura que se atropellaba y más allá la lucha heroica, en la cual, su padre, cayó muerto por un arcabucero, quien a su vez tampoco pudo sobrevivir del certero golpe de lanza que recibiera en pleno corazón.

Ensueño triste de la raza maya que, a través de toda su historia, cobra caracteres de un magnifico realismo.




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