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El cambio en la enseñanza de valores a los adolescentes en Huhí, Yucatán

 

En este artículo se pretende hablar sobre el cambio de la enseñanza de valores a los adolescentes para entender el comportamiento que tienen actualmente las adolescentes y las mujeres en general en Huhí, Yucatán. La información que se proporciona forma parte de la investigación realizada en esa población en 1979 sobre transmisión de los gremios en Huhí, Yucatán y de la investigación efectuada de 1997 al 2000 sobre la reorganización de los gremios en Huhí, Yucatán..

Huhí se encuentra en la zona central del Estado de Yucatán, dista 62 kilómetros de la ciudad de Mérida y se comunica con la capital del estado por varios medios de transporte tales como los Autobuses del Oriente Mérida-Sotuta, Unión de Camioneros de Yucatán, Mérida-Homún-Huhí y los taxis cuyos propietarios son de la misma población. “Huhí tiene una población de 5,324 habitantes de los cuales 2,759 son hombres y 2605 son mujeres. El 70% es bilingüe, es decir, habla maya y español” (Monografía municipal 1998).

            La actividad económica del pueblo es la milpa y el trabajo asalariado; hombres y mujeres venden su fuerza de trabajo en Mérida, Yucatán, Cancún, Quintana Roo y en los Ángeles, California, Estados Unidos de Norteamérica. Los puntos que se abordan en este material son los siguientes: 1) Cómo era la enseñanza de valores entre las adolescentes; 2) La enseñanza de valores actualmente; y 3) Algunos problemas que han surgido entre las adolescentes y mujeres en general.

 

Como era la enseñanza de valores en las adolescentes

Para la transmisión de valores era muy necesaria la intervención del padre y de la madre, ambos reforzaban las orientaciones que daban a sus hijos. El padre y la madre pertenecían a la población, porque allí estaba su fuente de trabajo, eso les permitía convivir diariamente con los hijos, conocer sus problemas y orientarlos en el momento oportuno. El niño y la niña aprendían los valores morales, las prácticas culturales, en especial el respeto hacia las divinidades que, según los padres, intervenían en la vida de cada individuo. Los padres de familia se preocupaban por orientar a sus hijos hacia los valores morales que deben aprender a vivir desde pequeños, porque con esos valores que adquieren conducirán sus vidas de adultos.

            Los padres exigen más a sus hijas que a los hijos varones, éstos pueden andar solos, inclusive ir al baile sin ser acompañados por alguna persona. Empezar a fumar y a tomar cerveza a temprana edad no es mal visto por los padres, porque según ellos “los varones tienen que aprender la conducta de los hombres de su sociedad”, “tienen que aprender a ser hombres” (yaan u kaniko’ob xiibtal). En cambio, a las adolescentes se les exigía más; apenas cumplían los once años se les sometía a un riguroso cuidado, se les prohibía salir solas a la plaza, únicamente podían salir al parque, al baile, o al cine si eran acompañadas por sus madres o por las hermanas mayores.

            A esa edad dejaban de asistir a la escuela, aunque no hubieran terminado el sexto grado de primaria. Tenían que permanecer en la casa para que la madre las vigilara y orientara cuando bajase su primera menstruación. Era muy importante el cuidado que debían observar las adolescentes durante los días de período; no debían comer limón, lavarse el cabello o bañarse con agua fría, porque les podía causar el pasmo, enfermedad que causaría problemas a las adolescentes después del matrimonio. Para los padres de familia tener una hija estéril es una desgracia, porque siempre se espera a los nietos, además, una mujer estéril sufre los desprecios del marido y de la suegra.

            Otro interés de los padres de familia era procurar que las niñas aprendieran bien las labores domésticas “porque a esa actividad se van a dedicar cuando contraigan matrimonio”. Las madres de familia se esmeraban en transmitir a sus hijas las artes culinarias, el secreto para blanquear la ropa y el buen plancheo. Además de ser aptas para el trabajo de la casa, era también necesario que las adolescentes adquirieran el comportamiento de las mujeres de la población. Según las ancianas, la mujer debía ser recatada, honrada, sencilla, respetuosa, alegre, trabajadora, servicial, comprensiva, tenía que aprender a sufrir y, al mismo tiempo, ser fuerte ante los problemas. Estas cualidades eran necesarias para ser una buena esposa.

            Para adquirir estas cualidades, a las adolescentes se les prohibía hablar con los muchachos, no podían ser visitabas en sus casas por compañerismo. La relación de las adolescentes con algún muchacho, era considerada por los padres de familia como una relación seria que debía conducir siempre al matrimonio. Las adolescentes adoptaban una actitud de timidez ante un muchacho, la educación que recibían de sus madres no les permitía la comunicación, ni la amistad con el sexo opuesto, inclusive se les prohibía mirar fijamente a los jóvenes.

            Esta prohibición comenzaba desde los once años; a partir de esa edad, las adolescentes no debían jugar con los varones, ni permanecer solas donde ellos se encontraran. Las madres no daban ninguna explicación acerca de las prohibiciones que hacían, únicamente insistían en “que no se hable con los muchachos, no se debe jugar con ellos, menos permitir que las agarren de las manos, ni los senos, porque no es bueno”. Con estas recomendaciones las adolescentes veían a los muchachos como enemigos y sentían temor, pero al mismo tiempo curiosidad. No podían comprender por qué se les prohibía tal comportamiento, si cuando eran de menor edad jugaban con los niños varones de su misma edad y no había problema, ¿por qué al cumplir los once años se abandonaba toda la convivencia que había por las tardes en las puertas de las casas?, ¿por qué no se podía continuar con los juegos entre niños y niñas? Estas preguntas no tienen explicación de parte de los padres hacia las hijas.

Éstas comenzaban a ser sometidas a un nuevo comportamiento ante los hombres, se cuidaban mucho de no desvestirse ante sus padres y hermanos, de no reírse a carcajadas en la casa, menos en la calle, porque podían ser consideradas “mujeres de la vida” (prostitutas) x maneh ko’olel. También debían caminar sin menear mucho el cuerpo, no mirar por todas partes para no llamar la atención de los hombres. Las ropas interiores no debían ser expuestas ante la mirada de los hombres, estas prendas se tendían en la soga de lavado cuando los hombres se iban al trabajo de la milpa y se recogían apenas se secaban.

La enseñanza de valores era muy estricta, los padres de familia cuidaban mucho a sus hijas, para que no se hablara mal de ellas, porque si esto llegara a suceder la muchacha no contraería matrimonio, tal como debía ser. Además, estaría fuera de las normas de conducta observadas por las mujeres de la población. La gran preocupación de los padres de familia era hacer de sus hijas mujeres aptas para el matrimonio, que supieran realizar todas las actividades correspondientes a su sexo, ser responsables en el hogar y prontas para ayudar al marido en el trabajo de la milpa. Para que la adolescente se acostumbrara a esa forma de vida, tenía que acompañar a la madre a leñar e ir con ella a la milpa en la época del deshierbe y la cosecha, porque estas actividades realizaría como esposa. La adolescente no salía a vender su fuerza de trabajo fuera del pueblo, eso facilitaba su formación y ser vigilada siempre por su madre.

            En 1979, conversando con mis antiguas amigas y compañeros de cuarto año de primaria, recordamos cómo nuestros padres y abuelas nos llamaban la atención, pero no con gritos ni con latigazos, sino únicamente con un guiño de ojo, un tosido, como si tuviese “rasquera” en la garganta; era todo lo que hacían para llamar la atención de sus hijos, si éstos o éstas no obedecían a la primera y segunda llamada eran reprendidos duramente a la tercera llamada. Todos sabíamos lo que significaba el guiño de ojo y el tosido de la madre: el guiño del ojo significa que se debe salir de la casa para no oír la conversación de la visita. El tosido significa un aviso para que el niño que está por agarrar algún objeto sin permiso de la madre; que se abstenga de no apoderarse del objeto que le llama la atención, porque lo está viendo su mama y si lo hace será castigado de acuerdo al valor del objeto que agarró; si es comida lo que comió sin permiso, no le darán su cena, y si agarró dinero lo llevarán junto al comal para decirle “si vuelves a coger dinero te quemo las manos.

 

Cómo es la enseñanza de valores en esta época

Actualmente las madres de familia no siguen el método de las abuelas para enseñar los valores a sus hijos. Ellas piensan que el niño debe hacer todo lo que desee y darle todo lo que pida, no forzarlo a trabajar ni enseñarlo a abstenerse de las cosas que no pueden obtener en ese momento. El método de enseñanza ya cambió, ahora la madre grita a los hijos a cada instante y los golpea con sus manos o con las sandalias. El niño no sabe reconocer y obedecer los signos silenciosos del lenguaje de la corrección, ni la madre sabe cómo usar los signos, ella grita e insulta a su hijo.

            Al niño y a la niña no se les da una responsabilidad en la casa, se dedican exclusivamente a sus estudios, llegan de la escuela, comen y salen a jugar con otros niños; las niñas van a la casa de sus compañeras para realizar las tareas escolares o simplemente se pasan el rato conversando entre ellas. La madre es actualmente la responsable de transmitir los valores morales a sus hijos  de enseñarles las actividades propias del hogar, ya no tiene el apoyo del marido, porque éste se ausenta a vender su fuerza de trabajo, fuera del pueblo, por eso no convive con sus hijos, ni ve cómo se comportan en la casa. Esta responsabilidad que tienen las madres no todas las cumplen tal como debe ser. Algunas prefieren que sus hijos no se sientan presionados por ellos, por eso dicen que:

“... sufrimos mucho de parte de nuestros padres, nos prohibieron hacer muchas cosas, no tuvimos oportunidad de tener y de comer todo lo que queríamos. Ahora mis hijos pueden hacer y tener todo lo que quieran, para eso está ganando su padre...”

            Las adolescentes son libres de salir solas, van a la escuela, salen de paseo con sus compañeros de estudio, asisten a los bailes acompañadas únicamente por la amiga, se visten de acuerdo a la última moda, algunas madres ya no inculcan a sus hijas el cuidado que deben tener de sus cuerpos, ven bien que la adolescente use muy poca ropa y exhiba su cuerpo. Muchas adolescentes no saben, o no se les ha inculcado el pudor que debe tener una mujer.

            Las adolescentes de antaño, aunque contraían matrimonio a muy temprana edad, fueron preparadas física y moralmente para ese estado de vida. Las adolescentes de ahora no todas tienen esa misma formación; es la madre quien hace todo el trabajo de la casa, la niña sólo come, se cambia de ropa diariamente y se lo dejan todo a la madre para lavar, algunas mamás no exigen a sus hijas realizar las labores domésticas sólo porque éstas están estudiando la secundaria. Es muy común oír los comentarios de las madres sobre la actitud de sus hijas hacia el trabajo de la casa. Según ellas: “Mi pobre hija tiene mucha tarea de la escuela, por eso no permito que trabaje aquí en la casa; a mí, a esa edad, me obligaban a tortear, a lavar, y a hacer todo el trabajo de la casa, sufrí mucho y no quiero que mi pobre hija se mate con su estudio y con el trabajo”.

            La mayoría de las adolescentes únicamente viven el momento, no tienen una idea o meta que las motive para prepararse moral y físicamente con el trabajo. Además, si en la familia no se les da una obligación y no se les enseña a vivir con los valores como las mujeres mayores de la población, únicamente les queda aprender los ejemplos que perciben de las telenovelas y tratar de imitar los personajes de la telenovela, su manera de vestir, de hablar, de llevarse con los muchachos, etcétera. La formación de los valores morales que deben observar las mujeres dentro de su comunidad no la reciben en la familia.

            El hecho de que la mujer sea libre de salir sola, poder contratarse para desempeñar un trabajo remunerado convivir con los muchachos de su propia edad, no elimina la responsabilidad de la madre, de enseñar los valores morales a sus hijas, al contrario las obliga a transmitir los valores morales que rigen la conducta de las mujeres de la población a sus hijas. Si éstas no lo asimilan, vivirán desordenadamente. Para ella actualmente todo es permitido, nada se ve mal dentro de su comportamiento. He oído como algunos padres y madres de familia se enorgullecen por el atrevimiento que tienen sus hijas para conquistar a un hombre. Otros, por el contrario, se apenan y no encuentran cómo orientar a sus hijas para que vivan correctamente su adolescencia y aprendan a valorar su dignidad de mujer.

            Las madres de familia que transmitieron los valores morales a sus hijas, desde pequeñas, aunque no fueron muy estrictas con sus hijas, pero firmes en sus correcciones y en sus enseñanzas, han logrado que sus hijas sean más apegadas al desempeño de las labores propias de la mujer; éstas también han logrado terminar la secundaria y estudiar una carrera corta como: cultora de belleza, secretariado, computación, etcétera. Otras están estudiando la licenciatura en derecho, economía, veterinaria, enfermería y educación. Algunas de estas muchachas que han contraído matrimonio continúan con su trabajo; algunas veces marido y mujer trabajan en el mismo taller del pueblo, costurando bolsas sintéticas o en la ciudad de Mérida desempeñándose en su profesión durante la semana, y retornan al pueblo los sábados y domingos.

 

Algunos problemas que han surgido entre los adolescentes

Actualmente no todas las adolescentes estudian la secundaria, no porque se los prohíban los padres sino que dejan de estudiar desde el primer año de secundaria por escaparse con el novio o embarazarse. Este problema es de ambos sexos. La diferencia entre las adolescentes de antaño que contraían matrimonio, con las de ahora, es la preparación psicológica y física que tuvieron desde los once años cuando fueron sometidas a la rigurosa enseñanza de valores morales y el aprendizaje de las labores domésticas y algunos trabajos de la milpa. Los adolescentes estaban preparados para el matrimonio: el hombre desde los quince años ya era capaz de hacer su propia milpa y podía mantener una familia.

            Los adolescentes de ahora no tienen esa preparación, sólo viven lo que aprenden de las telenovelas, no se interesan por el trabajo, no tienen metas fijas, viven el momento, nada más. En junio de 1995 catorce adolescentes de Huhí se fueron con el novio, estaban por terminar el primer año de secundaria. Año tras año se presenta este problema y eso ha impedido que se abra una escuela preparatoria en la población; el número de alumnos que terminan la secundaria no alcanza para empezar el primer año de preparatoria.

            Otro problema es la actitud de algunas madres de familia ante las orientaciones que dan los maestros y el médico del seguro social sobre cómo deben cuidar a sus hijas e hijos. Los maestros pidieron la colaboración de los padres de familia para vigilar que sus hijos e hijas vayan a sus casas después de las horas de clase y que no asistan de noche solos al monte o al cenote. La reacción de algunas madres fue ésta: “¡Qué tienen que meterse los maestros en la vida de mis hijas e hijos! Si a mi hija le gusta el muchacho, nadie le tiene que prohibir su relación, ni yo que soy su madre se lo prohíbo”. Cuando las hijas se van con el novio las madres se conforman, ya no es para ellas una deshonra como era antes, sino una felicidad. Cuando las muchachas se van con el novio, si ambos son menores de edad, no los casan pronto en el registro civil, ni por la iglesia. La mayoría de las veces se casan por el registro civil cuando nace el primer hijo y al bautizar el niño, se casan por la iglesia.

            Otras abandonan a su pareja después de unos meses de convivir con él y se van con otro. Algunas madres se enojan también con el médico del pueblo porque éste les informa del comportamiento de sus hijos. A las madres no les agrada que les digan que tanto el hombre como la mujer se tienen que cuidar por el problema del Sida, además, deben cuidar un poco a sus hijas para que no se embaracen desde el primer año de secundaria. Estos embarazos no se pueden considerar como consecuencia de violación, porque esto sucede a veces con el conocimiento previo de la madre.

            Un caso que sucedió en la población hace unos tres o cuatro años nos ejemplifica como actúan las mamás que no aceptan que se hable de sus hijas. Un día, una niña estudiante del primer año de secundaria sintió mucho dolor y fue llevada a la clínica del pueblo para consultar al médico. Después de la auscultación, el médico dijo a la madre:

-Señora, vas a ser abuela, los dolores que tiene tu hija son dolores de parto

-La reacción de la madre fue de insultos hacia el doctor

-¡Doctor, cómo puedes difamar a mi hija, ella es todavía una niña!

Mientras la mamá se afanaba en injuriar al médico y éste en convencerla de que la hija estaba por dar a luz. La hija fue al baño y a los pocos minutos oyeron el llanto del bebé. El doctor entró y sacó a la recién nacida tirada en el inodoro y así como estaba se la presentó a la abuela diciendo:

-Señora, ¿vas a seguir negando el embarazo de tu hija?, aquí tienes a tu nieta.

            Según el médico, la señora continuó con sus insultos y no quería aceptar que su hija había dado a luz al bebé que le presentaron, hasta que las enfermeras condujeron a la recién parida al cuarto para ser atendida. El médico le dijo que si no aceptaba al bebé, el caso sería comunicado a la judicial como intento de homicidio. La niña fue aceptada y no hubo problema. Este caso se comentó mucho en el pueblo, porque en el momento en que sucedió había muchas personas esperando para consultar y todas vieron y oyeron los insultos de la madre.

            Otro problema que hay entre las adolescentes es la bebida embriagante; algunas señoras se molestan con la suegra cuando ésta les dice que no deben tomar mucha cerveza y que deben dar un buen ejemplo a sus hijos, que no es conveniente que padres e hijos se embriaguen. La respuesta no es agradecer por el consejo, sino la siguiente:

-A usted no le pido nada, si estoy tomando es mi dinero que gasto, yo lo gano y soy libre de tomarlo con mis hijos.

            Actualmente algunas mujeres solteras o casadas buscan aventuras sólo por dinero. El comportamiento actual de las adolescentes y de algunas señoras refleja la falta de la enseñanza de valores morales a los hijos; tanto hombres como mujeres buscan vivir sin complicaciones, buscan dinero de la manera más fácil, aunque tengan qué pasar sobre los valores morales. En Huhí existe desde 1950 la práctica de la prostitución; la familia que se dedica a este oficio ha transmitido entre sus hijas y nietas esta forma de vida.

            Todos los del pueblo saben qué personas se dedican a este oficio y ya no las discriminan tanto, ni hablan mal de ellas. Pero las mujeres que buscan aventuras con otros hombres, olvidando sus valores, sí son criticadas en la comunidad, porque intentan vivir dos formas de vida, aparentan decencia y fácilmente olvidan sus valores morales y viven como las mujeres de oficio sólo por dinero, o vengarse del marido mujeriego.

            Tanto al niño como a la niña se les dio mucha libertad, no se les pidió ninguna responsabilidad en la casa, ni se les exigió observar un comportamiento aceptado en la comunidad fueron libres para hacer su propia voluntad, crecieron sin valores y cuando el cambio llegó bruscamente, no supieron cómo vivir su vida en medio de las costumbres nuevas reflejadas en los medios de la comunicación y en la televisión. Todavía están asimilando las consecuencias de haber dejado de enseñar los valores y las tradiciones que ellos recibieron de sus abuelos o padres.

            Poco a poco la mayoría de las familias va tomando conciencia de todo lo que pasa entre sus hijos y aconsejan a éstos, les exigen más, les piden a su vez que les enseñen valores a sus hijos, porque si no lo hacen, como ellos no lo hicieron, quien sabe cómo serán en la adolescencia. La falta de enseñanza de los valores morales entre los adolescentes ha generado problemas de conducta entre los jóvenes y muchachas.

            Se puede decir que los huhileños están aprendiendo a revalorar sus tradiciones y sus valores morales partiendo de sus errores; han experimentado en carne propia los problemas que surgen por no haber enseñado los valores morales a sus hijos y ahora tratan de remediarlo aconsejando a los nietos para que no sigan el ejemplo de los jóvenes y muchachas que viven sin valores y sin ningún ideal en la vida. También últimamente ha resurgido el interés de aprovechar las vacaciones para que los adolescentes ganen un poco de dinero. Éstos trabajan en las panaderías, vendiendo leña; otros aprovechan los trabajos de limpieza que organiza la comuna para tener una remuneración y las adolescentes se contratan como cuidadoras y dependientes, en los molinos y en las tiendas.

            Así era antes, el niño y la niña ayudaban en la casa con el riego de los sembrados, en la elaboración de zabucanes (bolsas de henequén), en el trabajo de la milpa; ganaban su comida y su ropa. Pero cuando los padres dejaron de exigir esa responsabilidad, el niño quedó vacío, sólo aprendió a pedir y a obtener las cosas sin ningún esfuerzo. Y cuando los padres no pueden satisfacer los deseos de sus hijos e hijas surgen problemas más serios entre los adolescentes y buscan solucionarlos con la muerte. Varios casos de suicidio han sucedido en la población: jóvenes que se han ahorcado e intentado suicidarse de otra forma. Estos acontecimientos han hecho que las familias de Huhí reintenten inculcar los valores morales y las prácticas tradicionales entre sus hijos. Es un trabajo muy difícil el que afrontan ahora los padres de familia ante sus hijos y nietos. Ojalá que el esfuerzo que ahora hacen los padres de familia para inculcar los valores morales a sus hijos sea en el futuro una satisfacción para ellos y una revaloración de nuestra cultura con todos sus valores morales.

Antropóloga Social
Egresada de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY
Profesora-investigadora Asociada de la Unidad de Ciencias Sociales
de la Universidad Autónoma de Yucatán


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