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Los orígenes de la vida humana,
según las aalansajo'ob (parteras)
mayas peninsulares de hoy

Juan Ramón Bastarrachea Manzano.


 

Las culturas mesoamericanas se singuralizan en los aspectos que le son particulares y enfatizan la tremenda riqueza de sus poderes simbólicos como el análisis comparado de las prácticas rituales. Los sistemas terapéuticos subrayan el rol desempeñado por los celebrantes autóctonos, los que fungen como reguladores de los fenómefnos de tensión social, desajuste climático y otras cosas, los cuales también interfieren ante las divinidades, como mediante los cantos a la Madre Liberadora que antes fue X-chebel ya'ax, y otras diosas creadoras o del parto; la Virgen de la Concepción, también es mencionada a veces por las parteras quienes, al igual que los j-meeno'ob (sacerdotes indígenas), son intermediarias entre los hombres y los seres que controlan desde el otro mundo el destino de la sociedad que los ha concedido. Estos celebrantes de los cultos nativos son insustituibles para el mantenimiento del orden universal.

    Sus actuaciones y métodos, los recursos terapéuticos y mágicos que usan y que transmiten, los momentos y los espacios en los que intervienen, los poderes que se le reconocen y el deber de usarlos en provecho del bienestar colectivo, son parte de las formas peculiares, mediante las cuales, cada sociedad identifica a sus especialistas, reconociéndoles ciertas prioridades, responsabilidades, cualidades y conocimientos.

    Entre los mayas peninsulares, los celebrantes de los cultos tradicionales, mayormente funcionan como propiciadores agrícolas y también como terapeutas encargados de restablecer la salud, propiciar un nacimiento, alejar las amenazas letales que contra la comunidad pudieran ocurrir, presiden eventualmente ceremonias propiciatorias que acompañan la construcción de un nuevo hogar, o la iniciación de un infante, en cada caso, como en el jéets méek' que es un rito de paso. Su deber es adquirido, transmitido por vía generacional y suele transmitirse de padre o madre a hijo o hija, o a veces mediante un Maestro a uno o varios alumnos, sin que se reconozca otro mecanismo de aprendizaje más que la observación del especialista por parte del aprendiz y su aplicación a reconocidas técnicas en los conocimientos.

    Los j-meeno'ob, pues, son los depositarios de la ciencia y el saber de los antiguos, se les reconoce un poder mayor, ya que con la experiencia y la madurez, logran entablar un diálogo más fecundo con las divinidades y convencerlas de dar una solución a las peticiones del pueblo sufriente. Portavoces de los hombres, se vuelven emisarios de los Dioses, cuando surgen las respuestas que provienen del otro mundo, se realizan las ceremonias y los sacrificios susceptibles de encauzar una pronta restauración del orden biológico, social o climático: en caso del ch'a' chaak, su capacidad de percepción sensorial es notablemente mayor que las de los hombres comunes, en eso pueden ver más allá, interpretando fenómenos atmosféricos, imágenes oníricas o sea sueños, sucesos futuros, etc.

    El j-meen es enseñado y formado, modelado para que cumpla con una función necesaria a la reproducción de la sociedad, no existe improvisación ni azar en este proceso de formación del individuo, el poder que se le reconocer por hablar con los Dioses es concedido a través del sistema de alianzas que se encuentra enmarcado en una nomenclatura de parentesco (suku'untsilo'ob, kiiktsilo'ob, etc.), o sea hay hermandades de sacerdotes indígenas reconocidas entre ellos mismos.

    El proceso de formación ecléctico, progresivo y constante, es público también, consciente y socializado dentro del espacio ritual o sea, donde se realiza un ch'a' cháak existe una especie de lugar sagrado, o sea un templo natural.

    Los mayas de Yucatán realizan mayormente ceremonias colectivas, organizadas en comunidades de agricultores sedentarios en los grandes rituales que puntúan el ciclo agrícola del festival patronal; en Quintana Roo, por ejemplo, los celebrantes que son a la vez terapeutas y adivinos son invitados a presenciar y a dirigir festividades complementándose eventualmente. Todos hablan con la divinidad, (es una característica de estas personas) reciben sus mensajes, descifran sus señales, recurren a procesos de adivinación que les permite ver y saber las intenciones de los Dioses y el destino de los hombres; la interpretación de los sueños juega un rol decisivo en la instrumentación de las prácticas curativas y exorcistas. Los j-meeno'ob opinan que el espíritu suele salir del cuerpo en el período del sueño; las experiencias que tiene el espíritu del durmiente con los seres espirituales que encuentra en su recorrido producen las imágenes que refleja la mente del soñador, todos los hombres sueñan porque todos tienen un espíritu que vaga durante la noche. si el espíritu es agredido durante su recorrido nocturno, herido por una bala o por alguna cosa contundente en forma grave o de muerte, el hombre padecerá un sufrimiento igual en gravedad y también morirá. La facultad tienen los individuos de ver, durante el sueño, parece ser que no es exclusiva de los j-meeno'ob ya que es una prerrogativa de todo ser humano de poder ver y entrar en contacto con el "otro mundo" y recibir ciertas informaciones que serán descifradas; muchas veces hay descifradores en la familia, algún tío, algún abuelo. La persona que sueña relata su sueño y éste es interpretado, constituyendo una función social la interpretación de los sueños. Algunos sueños pueden producir el mal, entonces hay que identificarlos y muchas veces se realizan curaciones como defensa, que los grandes manipulan para los jóvenes.

 

Prácticas rituales y terapéuticas

En el transcurso del proceso de curación, durante las distintas ceremonias de propiciación, o sea el ciclo de la vida, de la naturaleza, de las potencias sobre el cosmos, los mayas recurren a ciertos procedimientos que sugieren la búsqueda de un estado alterado de conciencia, sin embargo, a diferencia de algunas culturas mesoamericanas, los Mayas no acostumbran ingerir substancias alcaloides susceptibles de provocar estados de hipnosis o alucinación propiciando el aspecto de un estado de trance o de posesión, lo cuál puede ser considerado como una de las frases de mayor significado e importancia del trabajo de estas personas.

    El humo del tabaco, expirado sobre un enfermo tiene propiedades terapéuticas, el humo inspirado por el celebrante tiene propiedades narcóticas y excitantes para él, son el símbolo del terapeuta así como el j-meen. El tabaco proporciona una vía de escape hacia los seres del "otro mundo", en esa búsqueda de comunicación, que representa la práctica ritual. Para rituales de mayor importancia, es decir, los que acompañan los momentos cargados de mayor sacralidad, de los ciclos de la vida, de producción agrícola y de reproducción cósmica, los Mayas de Yucatán acostumbran ingerir, alguna cantidad del vino de la corteza del árbol del báalche'.

 

La patología

Para el ordenamiento de los padecimientos descritos por los diversos curanderos con los que he trabajado, he tomado en cuenta su causalidad natural terrenal o lu'um kaabil o su causalidad por mal viento o iik'naal, llamada convencionalmente sobrenatural.

 

Enfermedades naturales terrenales o lu'um kaabil

Se deben a la constitución natural de la persona (lo cual viene de por sí) susceptible de padecer cualquiera de estas enfermedades o bien se deben al contacto con algún objeto en el trabajo o a la ingesta de alimentos y/o agua de charcos y sartenejas del monte. La terapéutica es mediante herbolaria y vía oral o por su externo local.

 

Enfermedades sobrenaturales

Denominadas por los j-meeno'ob informantes como iik'naal (vientos). Las concepciones místico-religiosas como espíritu objetivo del campesino maya devienen tanto de la representación de su realidad material y de sus relaciones sociales, como de las observaciones de su vida diaria, de su conducta, de su idioma, de su salud-enfermedad, vinculándose con su vida comunitaria y con la naturaleza, el monte, el sol, el calor, el frío, las nubes, la lluvia, la milpa, los pájaros, el solar, el ganado, etc.

    Si en la etiopatogenia de muchas enfermedades, el componente sobrenatural, es determinante, el recurso de solución, es el elemento simbólico. En la categoría de enfermedades sobrenaturales se marcan cuatro conceptos.

1. El mal viento
2. El mal de ojo
3. El susto
4. El hechizo

 

La cosmovisión y la herbolaria

El curandero maya, encuentra en la religión indo-colonial que todavía se mantiene en los lugares campesinos donde se venera a las fuerzas de la naturaleza el apoyo social de su existencia.

    La explicación y su eficiencia médica. Lo divino se expresa a través de las plantes, de la mente y de la oración.

    Interacción curandero-paciente (Relación que se guarda entre un curandero, o sea un sacerdote sabio y un paciente). La milpa, la ofrenda, el rezo y la invocación a lo divino, son recursos para el espíritu en la terapia individualizada. El rito terapéutico es un mecanismo de disolución de diferencias, se desvanece el binomio curandero-paciente para transformarse en un monomio de identidad recíproca, médico y paciente se ven como uno solo a pesar de ser distintos.

    Durante la consulta, por lo general, en un rincón de la choza y junto a una mesa que es el santuario, se reproduce una profunda comunión entre el paciente angustiado y un terapeuta gentil, suave y comprensivo, sin prisas, se borra paulatinamente la tensión del rostro del paciente quien escucha con vehemencia la invocación y el rezo del j-meen, curandero, espíritu, señor, papel sagrado, carne, cuerpo, mente, canto, dolor, sacrificio, velas verticales, humo que asciende, aroma de copal en brasas, cambio, o sea el "k'eex", sagradas flores, sagradas hojas; son infinidad de símbolos que están contenidos en cada palabra, son conceptos con los que el curandero maya en su terapia, dialoga, aprehende lo humano, lo natural y lo divino. ¡Qué profundo valor tienen las relaciones sociales!, la salud y la enfermedad, en estas categorías ópticas y frases de solo aparente contenido poético, es que está la carne y el cuerpo enfermo, porque se cansan de tanto trabajar en la milpa y ¿Qué faltas a la moral y a sus reglas sociales ha incurrido el paciente, para merecer el quebrando de la salud? Y el j-meen rezador participante de la misma escala de valores de aquél, maneja éstos para restaurar la salud, o al menos reducir la tensión y el malestar.

 

Los orígenes de la vida humana, según la conceptualización de los j-meeno'ob y de las señoras parteras x-aalansaj

    En realidad son tres los orígenes de la vida, y podrían categorizarse en tres niveles:

 

Origen simbólico

Después del primer contacto sexual entre la pareja (hombre-mujer), y que estén realizando el coito en forma adecuada, con las diferentes técnicas amatorias de los mayas actuales, a los trece días de intercurso sexual, se inicia el origen simbólico, si se engendra a un niño, el nuevo ser empieza a constituirse. Este lapso de trece días germinales, nos recuerda a los trece Dioses fundadores, fecundadores o creadores, llamados desde épocas prehispánicas oxlajun ti' k'u', los Señores del cielo, los creadores.

    Según la tradición de nuestros ancestros, la mujer que desea tener un buen parto debe hacer lo siguiente:

    Necesita ir junto a un vegetal de frutos comestibles conocido como papaya. Le pide a Dios y a su Santa Madre, o sea los Dioses Fecundadores que ahora tienen nombres católicos o cristianos, que así como se dan los frutos de la papaya, que así sea ayudada la mujer para que también tenga hijos".

    Esto es debido a que los mayas tienen la creencia de que la papaya también es uno de los orígenes del hombre. Esta creencia es sostenida, por la similitud entre los senos de la mujer con los frutos de la papaya, además de que al raspar la superficie del fruto de la papaya, aparece una recina parecida a la leche.

    Por otro lado, así como es "sembrado" el hombre, o sea, impuesto en el útero femenino, así, es sembrada también la papaya.

    Este vegetal es sembrado de noche, a la luz de la luna que es ki'ichpam mama uj, la que nivela la relación hombre-mujer, macho-hembra y esto es sabido hasta nuestros días.

    El hombre y la mujer deben observar como sale el sol y la luna, para poder procrear hijos, ya que si es tiempo de luna llena el ser engendrado será varón, mientras que si es tiempo de luna creciente (pequeña) será una niña la que será concebida.

    La intención de sembrar la papaya a la luz de la luna, es que ésta no sea tragada por las aves, que muchas veces representan al mal, en caso del tunkuruchú el iikim y el tankas moo, todas ellas son aves nocturnas; entonces hay que vigilar que los frutos de la papaya no sean atacados por ellas; otra creencia es que para que las semillas crezcan y den buenos frutos, el sembrador necesita estar completamente desnudo, y debe eyacular sobre las semillas; más tarde, si la planta no da frutos, es regada con la menstruación (la sangre menstrual) esto se debe a que debido a que la mujer procrea hijos, con la menstruación la planta podrá fructificar.

    También la mujer puede saltar nueve veces sobre las semillas que se han de sembrar para que éstas se fertilicen, en caso de que todo lo anterior no dé resultado, se recurre a la ayuda divina, o sea al Señor de la Vida, al Señor Sol, a Ki'ichkelem Yuum, a Dios, cualquiera que sea el nombre, la intención es la misma.

    En caso de que la papaya no de frutos, se procede atravesar en el tronco de la mata estéril, dos palos formando una cruz, ya que simbólicamente estos dos palos representan los penes del Dios Sol, o sea de Dios, quien con su energía fertilizará a la papaya y por lo consiguiente, a la mujer.

    Después que el hombre fecunda a la mujer, en el útero comienza a formarse una nueva vida que según la creencia de diversos informantes y de los ancestros de ellos, se efectúa de la siguiente forma:

    El niño poco a poco es conformado por un insecto parecido a la araña, quien poco a poco va formando un capullo en el cuál se encuentra el embrión sentado en un trono simbólico llamado "k'áanche".

    Durante el tiempo que el insecto va formando el capullo, segrega una substancia gelatinosa parecida al moco, la cual nutrirá al niño, al mismo tiempo que la madre lo alimenta a través del cordón umbilical. Ya las ideas están mezclándose, pero forman un todo coherente.

    Tenemos de la época colonial y de la época cercana al contacto, la información que la Diosa de hacer niños era la esposa de Itsamná, esto es Itsamná k'awil también llamada X-chebel ya'ax (La Tejedora) o X-k'aan le óox "Precioso capullo de algodón", todavía actualmente es considerada la Virgen de la Concepción o la Auxiliadora.

    Cuando la parturienta no tiene suficiente aliento o suficiente fuerza; el esposo es el que ayuda, se le pide que salga de la habitación y que tome aire; cuando él vuelve, se le indica que sople sobre la mollera de la mujer, si después de ésto la parturienta aún no puede expulsar a la criatura, el marido sale a correr, según órdenes ya sea de la suegra o de la partera o del j-meen partero, al volver debe de colocar su sombrero sobre la cabeza de la enferma, además debe volver a soplarle en el ombligo, algunas veces se repite ésto, dicen que con dos veces es suficiente para que la mujer pueda dar a luz.

    En caso de que todo lo anterior falle, se recurre a otro remedio: la ingestión de un diente de ajo machacado, de un huevo o del cabello de la misma parturienta; al tratar de vomitar la mujer, cualesquiera de estas substancias extrañas que le son proporcionadas, entonces realizará un esfuerzo con el cual (al fin) expulsará al niño del útero.

    Cuando la partera piensa que el niño viene en mala posición (en ovillo) y no puede nacer, se usa la funda del machete del padre para sobrar nueve veces la barriga y nueve veces la espalda de la parturienta para provocar de esta manera la bolsa de aguas y por consiguiente, el nacimiento del niño, algunas veces se colocan en el suelo, trapos limpios y suaves para recibir al niño; en algunas ocasiones la madre es recostada en la hamaca de tal forma que ella, al abrir los pies pueda hacer caer el producto sobre el suelo, y en esta forma, la Santa Madre Tierra, sea la primera en recibir al niño.

    Después que nace la criatura, el cordón umbilical es cortado (ésta es la versión de algunos de los más ancianos informantes, hasta hace unos cuarenta o cincuenta años) con un trozo de carrizo afilado sobre un hueso de maíz o sea el Bakal o zuro, que tenga una abertura longitudinal para que el niño no tenga problemas al orinar.

    Con las niñas no hay necesidad de usar el zuro o sea el Bakal para cortar el cordón umbilical, aunque tanto en el caso del niño como de la niña, es necesario quemar el ombligo, con tal de que en el futuro no se puedan herniar.

    La medida para cortar el cordón umbilical -y aquí hay una cosa sorprendente, porque no sólo en el maya yucateco se registra esto, en otros grupos mayences hay algo similar- varía según el sexo del bebé, siendo aproximadamente de 7 cm. para las niñas y de 10 a 12 cm. para los varones, con objeto de que sus genitales y su pene queden completos.

    Cuando el resto del cordón umbilical de la niña se seca y cae, es puesto bajo el fogón para que no tenga miedo al fuego, ya que con el tiempo deberá aprender a relacionarse con él, al hacer las tortillas, al cocinar, al lavar la ropa o al efectuar el sancocho de la ropa; pero si el cordón caído es de niño, éste es enterrado en el monte, ya que con el tiempo deberá hacer allí su milpa y además tendrá que enfrentarse con los yumtsilo'ob por lo que tendrá que eliminar el miedo ante estos contactos sobrenaturales y con el ámbito del sitio de trabajo de todos los campesinos: "el monte".

    No es benéfico para el niño que el cordón umbilical sea puesto en una caverna o cueva, ya que si ésta se tapa, el niño nunca se casará.

    Con la placenta se hace lo mismo, es enterrada en pozos secos profundos: esto es solo en el caso de las niñas, ya que con el tiempo, al casarse, son comparadas con los pozos que se desfondarán.

    En el caso de los varones, la placenta es enterrada junto a la mata de coco o junto al tronco de un bonete (k'úumche' pariente vegetal de la Ceiba, mítico árbol relacionado con la creación del género humano) debido a que el niño necesita mucha fuerza para no desgastarse, y eso solamente pueden dárselo los árboles, el che', nombre genérico del árbol, también es uno de los nombres para el pene, el che' del niño, el che' del hombre.

    Según otra versión, después que el niño nace, se toma la placenta y se bendice junto con la sangre expulsada, se limpia con algún trapo la sangre derramada y se quema; en algunas versiones se le pone sal también, sin embargo, en otras versiones no se acepta el entierro de la placenta y la sangre, ya que ésta puede cobrar vida y causar daño, por lo que hay que desintegrarla para evitar su corporación nuevamente.

    El cordón umbilical seco y caído es puesto en los altares donde se marcan los confines del poblado o sea, en las capillas de las salidas, con la creencia de que el niño no temerá a la obscuridad y podrá hacer viajes sin temor.

    Otro aspecto del origen simbólico muy importante en la tradición y la cultura maya, es el significado que tiene las prominencias similares a botones que aparecen en la placenta; ya que en ellos se puede ver la cantidad de hijos que podría tener la parturienta; muchas veces, el medio de esterilización empírica utilizada, es el de reventar dichas prominencias hasta dejar solamente la cantidad que represente a los hijos deseados; este método es completo, ya que permite saber cuáles serán niños o niñas: porque según los informes, las prominencias rojas y negras representan a los niños y las blancas a las niñas.

 

Origen biológico

Desde el momento en que los espermatozoides fecundan al óvulo, esto implica la ocurrencia de múltiples coitos nutricios, se ayuda a que el niño vaya fortaleciéndose, puesto que el semen es el denominado en maya cimiento "sa'il keep" o sea, el atole del pene.

    Tanto en el origen simbólico como en el origen biológico, éste se inicia con el coito entre la mujer y el varón. Desde el momento en que la mujer queda embarazada, es necesario nutrir el feto con el semen, hasta que el coito sea imposible por el tamaño del abdomen, sin embargo, cuando el padre no puede cumplir con las obligaciones maritales por diversas circunstancias estas obligaciones son llevadas a cabo por substitutos que preferentemente sean familiares o amigos de la pareja.

    Esta irrigación es necesaria, debido a que fortalecerá a la criatura, así como también el cuerpo del embrión, ya sean huesos, sangre, uñas, pelo, etc.

    Para predecir el sexo de la criatura que aún no ha nacido, las parteras tienen un conocimiento práctico y empírico que les permite saberlo, exponemos la versión que se nos proporcionó: me dijeron que la embarazada que espera a un niño tiene la cara radiante como el sol y no cambian las características de su cara, sin embargo, cuando la criatura que se espera es niña, la futura madre tiende a cambiar, especialmente en el rostro, ya que le salen manchas, además de que la respiración es agitada; estos cambios son debidos a que la niña necesita más fuerza, y solamente la puede tomar de la madre; generalmente es mucho más fuerte la mujer que el varón y necesita más ayuda, pues cuando ella nazca, con el tiempo también será madre.

    Otra característica es el aspecto que presenta el abdomen de la embarazada, ya que cuando es niña, presenta una forma redondeada regular, mientras que si es niño, el aspecto será el de la quilla de un barco, o sea puntiagudo.

    El sexo de la criatura es dado tanto por el padre o por la madre, debido a la creencia de que el cónyuge que tenga más fuerte la sangre es el que prevalecerá o definirá el sexo, de esta forma, la criatura será hombre o mujer según el caso.

    Durante la gestación, el niño se nutrirá básicamente de los jugos maternos, entre los cuales se encuentra la sangre y por otra parte el semen, proveído de tiempo en tiempo por el padre o por el substituto.

    Cuando el embrión que se forma tiene el aspecto de un pequeño bizcocho o alargado, es un niño; por otro lado, cuando el embrión pertenece a una niña, éste tiene forma redonda; estas características son conocidas, debido a los abortos presenciados por las parteras y por los parteros.

    A los noventa días, los embriones de los varones están suficientemente grandes y a los cuatro meses ya se mueven, mientras que las niñas se comienzan a mover a los seis meses. Los niños se adhieren a la derecha de la cavidad materna, o sea el útero, mientras que las niñas a la izquierda.

    Cuando la partera ve que la sangre y la sanguaza o linfa sanguinolenta, comienza a salir, es porque el niño ya comienza a nacer.

    Después que nace el niño, el cordón umbilical es tostado con un diente de ajo y sebo, por último se le pone un emplasto de hojas de ruda para ayudar a que se seque.

 

Origen social

Ocurre cuando el niño nace físicamente, tras la gestación dentro del cuerpo materno. Este nacimiento es efectuado por la gestante, claro, la madre biológica ayudada por una "comadrona" o sea como se decía antiguamente a la partera.

    En el momento del nacimiento social, la madre es ayudada por la partera o el marido activamente o por algún otro miembro femenino de la familia, quienes con su participación, atestiguan la recepción y aceptación social del nuevo miembro del grupo o núcleo familiar.

    Después que la mujer es "cubierta" o fertilizada debe ser sobada cada quince días; después de los tres meses o el tiempo que las parteras fijen, ellas saben convenientemente cuando realizar el trabajo de la sobada.

    El día que se intensifican los dolores, avisando la proximidad del parto, la comadrona es llamada porque ella está vigilando constantemente y ella es quien realiza las sobadas (el yeet', algunos en el Oriente de Yucatán, le dicen yoot' variando el término según la zona donde sea dicho). Al llegar ésta dará una sobada para determinar si es el momento o tendrá que esperar un rato más mientras el niño se encaja.

    Tiempo después que nace el niño, es practicado un rito de paso conocido como jéets' méek' mediante el cual se entroniza socialmente al niño para ser aceptado dentro de un grupo familiar. Mediante este rito el niño adquiere todos los derechos para ser educado y crecido dentro de la cultura tradicional, la cual debe aprender según lo estipulado por los diversos elementos culturales que le son entregados por el padrino en cuestión, siendo este: hombre o mujer según sea el sexo del infante.

    Este rito se practica con las niñas a los tres meses aproximadamente; es necesaria esta práctica, ya que de no hacerlo, los huesos de la pelvis no permitirán el nacimiento normal de futuros hijos, por otra parte si no se lleva a cabo el ritual correctamente podría quedar coja después de tener al primer hijo.

    Durante la ceremonia se pone sobre la mesa: pepita de calabaza por que en maya se llama "Tóop" y tóop' es abrir, germinar, brotar el entendimiento, en este caso sobre una servilleta jay nook' o sea una tela delgada, diversos objetos para labores femeninas, entonces el término huevo que en maya es je' es equivalente a abrir, también se le pone pinole que es k'aaj para que recuerde, para que aprenda (u k'áajik). Hay una serie de palabras en maya que corresponden a estadios de cómo el alma va adquiriendo conocimiento y el nuevo ser va siendo instruido en el mundo de la cultura.

    Al concluir la ceremonia es necesario sobar a la niña para que los huesos de la pelvis y de su columna vertebral recobren su posición normal, quedando preparada para poder gestar a su vez sin complicaciones; cuando ella tenga que hacerlo.

    En el caso de los niños, ésto se efectúa entre los cuatro y los seis meses de edad, debido a que el mundo del niño que es básicamente la milpa o era hasta hace algunos años, la cual por lo general tiene cuatro extremos, mientras que el mundo femenino tiene tres esquinas o extremos: en el caso del fogón por sus tres piedras, la piedra de moler por sus tres paras, la banqueta para hacer tortillas, que también donde se socializa el maíz, la banqueta tiene tres patas también.

    En la mesa se pondría en el caso del niño, una coa o un huevo, lápiz cuaderno, pepita de calabaza y pinole.

 

Conclusiones

Existe entre la población campesina de Yucatán múltiples recursos tradicionales para la atención de las enfermedades más comunes del medio rural. Dichos padecimientos, entre ellos, se supone que se cataloga el parto, están en manos tanto de j-meeno'ob, como de "comadronas" o parteras, quienes restablecen el equilibrio hombre-salud-naturaleza.

    La evaluación clínica de los recursos tradicionales, demuestra que son eficientes en muchos padecimientos, y en cuyo resultado también influyen algunas medidas colaterales como la dieta, la acupuntura, el masaje y las acciones psicoterapéuticas basadas en las pautas de la cosmovisión cultural y en las creencias sobre los orígenes de la humanidad.

    El conocimiento actual que condensa un saber milenario, debe potenciarse a un futuro de aplicación abriendo espacios sociales a la medicina tradicional respetando a las personas que se dedican a ella dentro de su ambiente social y conservando el marco simbólico conceptual del que son portadoras.

    La eficiencia observada en la medicina nativa no es otra cosa que la consecuencia de la sistematización histórica de conductas sustentadas por razonamientos y conocimientos empíricos cuyos vínculos debilitados por los socio-sistemas expoliadores de los recursos ecológicos, hacen cada vez más vulnerable la vitalidad de la medicina tradicional que se ha resistido hasta ahora a desaparecer.

Investigador del Centro INAH, Yucatán.





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