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Diciembre 2002
Diario de Yucatán y Periódico Por Esto!

 

 

15/12/2002. Notas curiosas de un yerbatero maya. Yucatán insólito. Los hay por toda la península de Yucatán, estos yerbateros mayas, estos brujos buenos que se las saben todas como los chamanes coras por Nayarit, como el de don Juan Matus de Carlos Castaneda, allá por Sonora. Saben curar los males, llegan a ser sagrados en sus pueblos. Por supuesto que hay los verdaderos y los charlatanes, pero los habitantes de los pueblos no tardan en darse cuenta de quién es el bueno. En sus “Leyendas, ceremonias y pasajes del Mayab” don Evelio Tax Góngora alude a un curandero de su pueblo, don Carlos Aké, Tzucacab de hace muchos años. Don Evelio le conoció porque don Carlos acudía al taller de sastrería del padre del primero a hacerse ropa, vestía camisa de manta cruda de manga larga con abertura en el pecho para tres botones, cuello redondo, dos bolsas a los lados y un bolsillo delantero, completando con el taparrabos de cotín. Para los pies, alpargatas de cuero sostenidas por hilos corchados de henequén. Usaba sombrero de guano. Era robusto, bastante gordo, moreno, de cabello lacio, serio en su modo de ser y prefería expresarse en maya, pues de español sabía muy poco. Don Evelio lo recuerda en el taller de su padre por las tardes enredado en una plática de más de dos horas en la que aludía al poder que le dio la Divina Providencia “y de la sabiduría para la herbolaria medicinal”.

Como por arte de magia aparecieron tres libros debajo su hamaca. Y es que, le contó a don Evelio: “Era un viernes cuando amaneció y debajo de mi hamaca estaban tres libros: uno de color café, otro verde y el último, rojo. El primero trataba de las raíces, tallo y cortezas medicinales, y de las enfermedades que curaban; el segundo, de las hojas y las flores, también medicinales, y el tercero trataba de las frutas y semillas, y la forma de prepararlos para el tratamiento de las diferentes enfermedades… Quién sino Dios me mandó estos libros. Sí, señor mío, fue así como comencé el trabajo de yerbatero. O sea, que al parecerdon Carlos no tuvo que sufrir todo ese calvario por el que pasan los chamanes coras a los iniciados del Don Juan sonorense (Don Juan Matus). Y aunque don Evelio conceptúa a don Carlos como “el mejor yerbatero de mi pueblo”, añade que era medio analfabeta y pone en tela de juicio el asunto ese de la inesperada aparición de los tres libros de medicina naturista. He aquí el modus operando de nuestro curandero: primero santiguaba al paciente con ritos especiales; luego los ahumaba, rezando en maya al propio tiempo de preguntarles sobre su enfermedad y delas respuestas sacaba sus conclusiones y aplicaba el remedio consiguiente: hojas secas o verdes, cortezas, raíces o semillas, mismas que explicaba cómo preparar. Claro que con tantos pacientes, don Carlos se vio precisado a instalar un consultorio consistente de tres piezas, la principal era propiamente el consultorio o sala de consulta, y las otras dos las habilitó como “salas de espera”. Eran casas sencillas, todas de paja y madera de las llamadas de bajareque, “construidas en una hondonada. Pasados los años, don Evelio tuvo por necesidad que ausentarse de su pueblo. Cuando regresó se enteró de que dicho personaje“ya era sumamente rico, tenía un rancho ganadero y varias casas de mampostería que había mandado construir, pero que seguía dando consultas enla misma casa de paja y cuya fama ya traspasaba las fronteras de la región”.

Cuando hace unos años regresó de nuevo don Evelio a su pueblo natal “pasamos por el rumbo de la casa dormitorio y me enteré de que ésta ya no existía, en su lugar había una casa de mampostería, pero no supe a quién pertenecía”. [Por Esto!].


 




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