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LOS MAYAS
EL MUNDO PREHISPANICO



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EL TRANSITO DEL HOMBRE

Todo cambia o fluye, todo se modifica o transforma en el universo, en México y también en nuestra entidad. Estos cambios permanentes pueden ser graduales, lentos, imperceptibles a simple vista; pero con el paso del tiempo, a veces de millones de años, conducen a cambios notables que motivan que, de lo viejo o antiguo, nazca o se produzca algo nuevo.

Nuestros antepasados mayas observaron mucho antes que nosotros, el fenómeno del cambio continuo y lo expresaron con estas palabras llenas de sabiduria y poesia tomadas del Chilam Balam de Chumayel, libro donde se recogió la tradición oral de los antiguos mayas: "Toda luna, todo año, todo día, todo viento camina y pasa. También toda sangre llega al lugar de su quietud, como llega a su poder y a su trono. " El hombre mismo, tal como hoy lo conocemos, ha sido producto de una larga evolución de cientos de miles de años.

Uno de los rasgos más importantes que diferencian al hombre del animal es que este último, para subsistir, se sirve de los productos de la naturaleza tal como surgen de ella. En cambio, el hombre modifica la naturaleza y la somete transformándola para obtener de ella lo necesario. Es decir, mediante el trabajo, el hombre establece relación entre la naturaleza y sus necesidades. A través del trabajo, el hombre modifica la naturaleza en conjunto y al mismo tiempo modifica su propia naturaleza.

En un principio el hombre fue recolector, cazador y pescador. Pero, para obtener los productos de la naturaleza necesarios para su subsistencia, comenzó a producir utensilios que lo auxiliaran en la búsqueda, obtención y preparación de sus alimentos. El empleo del fuego amplió las posibilidades de que usara productos de la tierra, mares y ríos, antes no aprovechados.

A medida que los hombres aumentaron en número, se desplazaron hacia nuevas tierras en busca de alimentos, es decir, se vieron obligados a llevar una vida nómada. En la persecución de los animales que le proporcionaran carne y pieles, el hombre avanzó en distintas direcciones. Así fue como algunos provenientes del Asia, hace proximadamente 40 mil años, aprovecharon las posibilidades de paso por el estrecho de Behring y las islas Aleutianas y llegaron al continente, que miles de años después recibiría el nombre de América. Estas migraciones se realizaron en varios períodos. Luego, conforme íban llegando a la nueva tierra, los grupos marcharon hacia el sur y se fueron dispersando en el norte, centro y sur del continente. Las rutas seguidas por estos grupos humanos y los lugares donde se establecieron, por tiempo más o menos corto, han podido ser determinados mediante los descubrimientos de utensilios de piedra por ellos empleados, de restos oseos de animales y, en ocasiones, de seres humanos.

En el caso particular del actual estado de Yucatán, investigaciones recientes que aún no han rendido sus frutos finales, permiten decir que la prueba más antigua de la existencia del hombre y de sus actividades se remonta aproximadamente al año 8000 antes de Nuestra Era (aNE), como lo comprueban los hallazgos encontrados en las grutas de Loltún al sur del estado, a corta distancia de Oxkutzcab. Estas grutas constituyen el único lugar del estado donde existen depósitos profundos de tierra en cuyas capas quedaron sepultados restos de instrumentos, de huesos de animales y humanos que ahora han podido ser estudiados.

En las capas o estratos más antiguos se hallaron restos de fauna extinta, para la que se ha calculado una fecha tentativa de 24,800 años sNE. Se encontraron también instrumentos que indican el desempeño de labores diarias de la gente que habitaba el lugar, como respadores, utensilios que servían para la limpieza de pieles y de otros materiales suaves como algunas cortezas vegetales, raederas, hachas, cuchillos y navajas empleados para cortar materiales más duros como la madera; perforadores, buriles para hacer incisiones, y puntas de proyectil. Estas últimas, pequeñas o grandes, son prueba de que se dedicaban a la caza. Los utensilios de Loltún están hechos principalmente de silex, mineral propio de la localidad. Hay también algunos instrumentos elaborados en obsidiana y basalto, lo que indica la relación de estos habitantes con pobladores de regiones distantes del norte o del sur de la península.

Además de los objetos de piedra, el hombre de Loltún contaba con instrumentos de madera y de hueso como: agujas, cuentas, mangos, entre otros; de los cuales se conservan muy pocos debido a su calidad orgánica de fácil descomposición.

Entre los años 5000 y 4000 aNE, los antepasados directos de los mayas llegaron en pequeños grupos, acompañados de miembros de otros pueblos del mismo aspecto físico (cabeza redonda y baja estatura), a las tierras que después serían su asiento definitivo. Estos recién llegados -y lo mismo sucede con gran parte de sus actuales descendientes- se caracterizaban por: nacer con una pequeña mancha, llamada coccigea (uah, en maya) de color entre azul y violeta en la base de la columna vertebral, que desaparecía a los pocos años de edad; por el pliegue del ojo parecido al de los asiáticos; por el vello escaso en el cuerpo y porque las líneas de las manos son más sencillas; rasgos comunes entre los asiáticos. Tanto el color cobrizo de la piel, como el cabello lacio y negro, los identificaban como parte de los grupos étnicos de la América prehispánica. Pero, por otra parte, presentaban y presentan otros rasgos que los distinguen de la mayoría de los demás habitantes de América y Asia, entre los cuales cabe mencionar su baja estatura, la cabeza ancha, los pómulos salientes, los hombros anchos, las manos y los pies pequeños, la nariz carnosa y aguileña y el labio inferior algo caido.

Se comunicaban a través de una lengua común que dio; origen aproximadamente a otras 20, entre ellas el maya. Su organización social se basaba en unidades no muy numerosas de individuos ligados entre sí por lazos de parentesco (clanes) que decían descender de un antepasado común (en algunas ocasiones éste era algún animal considerado sagrado y al cual rendían veneración ). En el seno de cada grupo existía la igualdad y las diferencias estribaban únicamente en la edad y en el sexo. El mando lo ejercían los más experimentados o los más ancianos; en el primer caso debido a la capacidad demostrada en la caza, la pesca y la recolección; en el segundo, se manifestaban en la aplicación de conocimientos prácticos, adquiridos a través de la experiencia.



LOS PRIMEROS AGRICULTORES.

Hacia el año 2800 a 2600 aNE, en la zona maya que comprende Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Chiapas, Tabasco, Belice, Guatemala, Honduras y el Salvador, había ya grupos que comenzaron a practicar la agricultura. Este conocimiento se extendió por la región y proporcionó a los mayas nuevos elementos para su alimentación, basada hasta entonces exclusivamente en lo que obtenían de la caza, la pesca y la recolección.

Posteriormente, el cultivo del maíz, el frijol, el chile, la calabaza, el camote, la chaya, el macal, el algodón, el henequén y la obtención de copal, constituyeron la base fundamental de su economía. Por eso a esta etapa se le llama agrícola.

Estos agricultores mayas elaboraban objetos de barro, madera, hueso, obsidiana, jade y de conchas de mar. Sabían confeccionar trampas, lazos y cerbatanas para cazar, así como herramientas de piedra: cuchillos, punzones y hachas. También hilaban prendas de vestir con fibras de algodón y hacían collares de cuentas para su adorno personal. Practicaban el comercio, intercambiando sus productos con los de otras regiones habitadas por grupos mayas y en ocasiones con pueblos ajenos a la península.

La práctica de la agricultura de milpa Exigió la observación de la naturaleza. Era necesario saber el momento más oportuno para preparar el campo, para efectuaR las siembras y para levantar las cosechas; conocer cuales eran las semillas adecuadas y los métodos más aptos para obtener los mejores frutos.

Así fue como surgieron los brujos (hmenoob) que, por su gran conocimiento de la naturaleza, comenzaron a organizar las labores del campo y a dirigir la economía de cada grupo. Por el nivel de conocimiento práctico que tenían, llegaron a constituir el grupo dirigente que empezó a surgir en esta época.

Las brujas comenzaron a cubrir las lagunas del conocimiento que existían, atribuyendo virtudes mágicas a todo lo que se daba en la naturaleza; y, con la creencia de que así alejarían los males, crearon un culto a las deidades que imaginaban y materializaban en dioses de madera, barro y piedra.

Paulatinamente, estos fueron adquiriendo mayor influencia en su grupo, hasta constituirse en los rectores materiales y espirituales de sus respectivas comunidades. Fue así como surgieron los sacerdotes que dejaron sentir su influencia en la siguiente etapa llamada teocrática.

En este período la igualdad social desapareció. Los hombres comunes del pueblo trabajaron con sus manos para sostenerse y para mantener a los brujos que, cada vez más, se fueron alejando del trabajo material en el campo para dedicarse a las observaciones y ritos. Muchos hombres laboraron en la producción material y sólo algunos lo hicieron a través del conocimiento, en la producción de ideas.
Al convertirse en sedentarios, los pueblos mayas vivieron en aldeas pequeñas. Más tarde, cuando la población creció, éstas se subdividieron para crearse otras, vinculadas entre sí por su origen. Habitaban en casas de forma redonda, rectangular u ovalada con paredes de bajareque, ramas entretejidas con cañas y barro; con techos de zacate o palma de guano, más o menos como las que aún encontramos en las poblaciones rurales y suburbanas del Yucatán actual.

Los elementos que participaban en la agricultura, tanto vegetales como animales, fueron deificados. La lluvia adquirió singular importancia y representó como el agua una deidad, lo mismo que el sol, la luna y otros astros. Se comenzaron a construir pirámides truncadas y sobre ellas templos. Inventaron una escritura y algunos elementos calendáricos, sistema relativo a la medición del tiempo, entre otros muchos logros en el campo del conocimiento.



EL TRABAJO SE DIVERSIFICA

Hacia el año 320 de nuestra era, los mayas comenzaron a generar una cultura con características propias, a partir de un nivel cultural común a todos los pueblos de Mesoamérica -territorio comprendido entre los ríos Pánuco, Moctezuma, Tula, Lerma, Santiago y Sinaloa por el norte, y el golfo Nicoya y el lago Nicaragua por el sur-.

En el aspecto económico, la base de la alimentación del pueblo maya siguió siendo fundamentalmente la agricultura de la milpa, sin abandonar la caza, la pesca y la recolección.

La agricultura de milpa se hizo intensiva a través de la construcción de terrazas y canales para riego como en Edzná, lográndose con estos sistemas tres o más cosechas al año. En las diferentes labores, continuaron utilizando instrumentos de madera, hueso, piedra, pedernal, barro y obsidiana; más tarde conocieron algunos metales y descubrieron la manera de elaborar objetos con ellos.

A este período se le llama teocrático porque la casta sacerdotal se retiró definitivamente del proceso de producción material y los sacerdotes se especializaron: había astrónomos, matemáticos, arquitectos, curanderos, historiadores, profetas, guardianes de la tradición, y su número se multiplicó. Desvinculados del trabajo material, controlaron el poder y subsistencia de lo que les proporcionaba el pueblo en forma de tributo y ofrenda. El tributo podía pagarse en productos naturales o manufacturados.

Durante la etapa teocrática, la sociedad maya quedó profundamente dividida en dos sectores con modos de trabajadores y la casta sacerdotal. Se diversificó el trabajo y surgieron artesanos especializados que trabajaban al servicio de los sacerdotes en la construcción de edificios, esculturas, pinturas, labrado, tallado, así como en el arte plumario y otras manifestaciones artísticas. Pero la mayoría de la población se sustentó con el producto de sus milpas y los de la caza, pesca y recolección.

Para obtener los productos agrícolas necesarios para la alimentación de un agricultor y de su familia en aquella época, el labriego debía trabajar alrededor de 100 días al año. El resto del tiempo podía dedicarlo a otras actividades ajenas a su trabajo; pero los sacerdotes les impusieron paulatina y gradualmente nuevas obligaciones y las horas libres disminuyeron. Bajo la dirección y vigilancia de la casta sacerdotal se intensificó el comercio, mediante el intercambio de productos con la zona del centro y la casta este de México, y hacia el sur con regiones centroamericanas.

Por otra parte, cuando los investigadores hablan de cultura, se refieren a los logros obtenidos por este pueblo en los campos de la arquitectura, urbanística, escultura, pintura, matemática, astronomía, cronología, etcétera. Los avances obtenidos por los mayas han causado la admiración del mundo; fue precisamente en esta etapa teocrática cuando la cultura maya alcanzó su mayor esplendor.

Hoy pueden admirarse las zonas arqueológicas de las grandes ciudades mayas tales como: Cobá, Kohunlich y Tulum en Quintana Roo; Xpujil y Edzná en Campeche; Kabah, Sayil, Labná, Dzibilchaltún, Uxmal, Chichén-Itzá y muchas otras, dispersas en todo el territorio del estado de Yucatán; Palenque en Chiapas, además de las que existen en Centroamérica.

En el transcurso de los siglos VII, VIII y principio del IX, el afán constructor maya se intensificó. Esto significó que cada vez se exigía más del esfuerzo del pueblo.

Bruscamente, durante el siglo IX y principios del X, los trabajos de construcción cesaron. Los centros ceremoniales fueron abandonados. Las ciudades, donde se encontraban las pirámides, los templos y palacios revestidos de piedra labrada cesaron en su actividad. El grupo sacerdotal desapareció y cobraron relevancia los curanderos y brujos de las pequeñas aldeas. Según la opinión de los especialistas, este acontecimiento -el abandono de la construcción de edificios, pirámides y grandes calzadas- marca el final de una etapa de desarrollo del pueblo maya.

Ahora bien, ¿a qué se debió este fenómeno? Algunos estudios han señalado como motivo principal el cansancio, la resistencia, la oposición, la rebelión de los campesinos contra el grupo sacerdotal que los obligaba a realizar tareas cada vez más agobiantes. Lo cierto es que las grandes ciudades fueron abandonadas. El pueblo, ya sin el peso opresor del grupo sacerdotal, vivió disperso en pequeñas aldeas.






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