Es sabido - y no pocas veces motivo de crítica por parte de sociólogos y antropólogos, historiadores y educadores y hasta de algunos filósofos y políticos - que el debate especializado sobre las perspectivas del desarrollo de México, se suele llevar a cabo casi exclusivamente en términos de los porcentajes anuales de crecimiento económico y financiero, de las tasas de cambio, del peso relativo de los rubros de la actividad económica y del posicionamiento de la economía nacional en el mercado mundial. En estos debates, el tema de los pueblos y las culturas indígenas usualmente está ausente y, cuando se asoma, se le acostumbra adscribir a la esfera de los aspectos - y problemas - sociales, educativos y hasta raciales y conferirle casi siempre un carácter exclusivamente regional o local; rara vez se reconoce el lado económico de esta problemática y su relevancia nacional.
Empero, en los últimos diez o quince años, esta percepción ha empezado a sufrir cambios. Para algunos científicos sociales, el libro de Guillermo Bonfil, México Profundo, y la intensa discusión sobre el mismo fue una llamada de atención, porque el ya fallecido antropólogo analiza los últimos cinco siglos de México como una pugna inacabada entre dos modelos de desarrollo, el impuesto por las potencias coloniales e imperiales y sus lugartenientes locales (el "México imaginario") y el mesoamericano, de raíces prehispánicas, aún vigente en la cultura popular, aunque transformado a lo largo de medio milenio (el "México profundo"). 1
Más importante para muchos ciudadanos fue la adición al artículo cuarto constitucional, hecha precisamente en vísperas del quingentésimo aniversario de la llegada de los primeros europeos a América, que admitió que "la nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas".
Para otros tantos, el levantamiento zapatista del primero de enero de 1994, o sea, exactamente el día de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la amplia atención y solidaridad que recibió el movimiento de los indígenas chiapanecos en el país y el extranjero, y los largamente negociados y finalmente malogrados "Acuerdos de San Andrés", cuyo proceso llevó en marzo del año 2001 a la comandante Esther a la tribuna del Congreso de la Unión, fueron motivos para no solamente fijarse más que antes en "el problema indígena", sino incluso para pensar en la necesidad de una reformulación del modelo del Estado Mexicano como un "Estado plural".2
La nueva modificación constitucional de 2001, llamada a veces "Ley Indígena", la controversia constitucional del año siguiente, la transformación, después de seis décadas de existencia, del Instituto Nacional Indigenista (INI) en Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) fueron otros sucesos memorables que hicieron ver que el mal llamado "problema indígena" no es un problema de "los indígenas", sino un problema nacional en cuya configuración y en cuya posible solución están involucrados todos, indígenas y no indígenas. Esto quedó más claro aún con la promulgación, en marzo de 2003, de la primera ley derivada de estos cambios, la "Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas", que otorga en su artículo cuarto, a las lenguas indígenas, el mismo rango que el castellano, es decir, las define todas como "lenguas nacionales". 3
Pero también hay, al menos, dos importantes datos, una y otra vez mencionados en los medios de difusión, que muestran sin ambages la relevancia directamente económica de la población indígena mexicana para el país en su conjunto; ambos se relacionan con dos de las tres principales actividades generadoras de divisas del país.
El primer dato se refiere al turismo. Como es particularmente patente en la Península de Yucatán, gran parte del turismo extranjero y también del nacional, suele viajar a lugares que cuentan con lugares y edificaciones construidas por los indígenas antes de la llegada de los españoles y durante la Colonia. Incluso cuando su estancia se desarrolla ante todo en las playas, este turismo se deleita también con tradiciones culinarias y artesanales y de múltiples elementos estéticos de origen indígena.
El segundo dato se refiere a la migración. Un porcentaje significativo de los migrantes mexicanos a los Estados Unidos, que en el año 2003 aportaron 14,500 millones de dólares al desarrollo nacional, 4 proviene de regiones y comunidades indígenas, por lo que ya no resulta extraño escuchar hablar maya en un avión que cubre el trayecto Mérida-Ciudad de México y sigue de allí a Los Ángeles. Según fuentes oficiales, alrededor de 700 mil indígenas viven como migrantes en los Estados Unidos, provenientes de 241 de los 871 municipios indígenas con alta y muy alta marginalidad, y también ellos, a quienes en México muchas veces ni siquiera se les llega a pagar un salario mínimo por su trabajo, envían desde el país vecino todos los años remesas de cientos de millones de dólares. 5
Todo esto hace más interesante e incluso urgente la pregunta por quiénes son y cuántos son los indígenas mexicanos.
¿Quiénes y cuántos son los indígenas mexicanos?
Una publicación reciente del Instituto Nacional Indigenista - ahora Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas - se ha propuesto contestar esta pregunta sobre bases nuevas y con datos actuales de primera mano.6 El voluminoso documento, que también se encuentra parcialmente accesible en el sitio www de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas7 y a cuya revisión y estudio quiere invitar el presente trabajo, se basa en datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y el Consejo Nacional de Población (CONAPO) y elabora sus estimaciones a partir de los resultados del XII Censo General de Población y Vivienda 2000 y de información elaborada en 2001 por el Consejo Nacional de Población (p. 20).
De entrada, se proporcionan dos datos llamativos especialmente para quienes suelen considerar a las comunidades y los pueblos indígenas como población apenas sobreviviente en rincones apartados del país. Así, primero se señala que "de hecho, solamente en 30, de un total de 2,443 municipios, no se registra su presencia. Asimismo, ningún municipio es considerado totalmente indígena" ("Presentación", p. 9). Poco después se constata la tendencia hacia la urbanización de la población indígena, ya que "para el año 2000, 13.18% de los hablantes de lengua indígena se ubicaba en localidades con más de 100 mil habitantes" ("Presentación", p. 11).
Pero la pregunta es: ¿quién es indígena en México?
Es sabido que a lo largo de su existencia, los censos nacionales en México han utilizado criterios diferentes, lo que ha vuelto prácticamente imposible establecer comparaciones precisas. Además, el racismo estructural, que asocia lo indígena con lo "retrasado" y lo "inferior" en algún o muchos sentidos, tiene como efecto que respuestas a preguntas censales relacionadas con identificadores de etnicidad india, muchas veces no correspondan a la realidad.
A lo largo de un interesante proceso de discusión y análisis, en el cual participaron especialistas de varias instituciones académicas y que se encuentra relatado brevemente en el capítulo de resumen llamado igual que el libro, "Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas de México, 2002" (pp. 15-37), los autores del estudio presentan y comentan dos elementos clave utilizados para la definición de la población indígena, en virtud de su referencia a dos "espacios" en los que se producen y reproducen cotidianamente las culturas indígenas: uno es el espacio simbólico de la lengua, el otro el espacio vivencial del hogar; también consideran el aspecto de la autoadscripción a un grupo (comunidad, pueblo) indígena.
Cada uno de estos criterios tiene sus problemas prácticos y teóricos, de los que aquí solamente se pueden mencionar algunos.
Con respecto al criterio lingüístico, que es el que se suele usar con mayor frecuencia en México, hay que recordar, por ejemplo, que a causa de la castellanización forzada durante décadas a través del sistema educativo y la administración pública, amén del racismo ya mencionado, una buena parte de la población indígena entiende perfectamente uno o varios idiomas indígenas, pero no lo(s) habla, por lo que aparece como monolingüe del castellano, en virtud de lo cual es asimilada estadísticamente a la población no indígena. 8
Con todas estas salvedades, los autores llegan a determinar como indígenas a quienes responden de la siguiente manera a las preguntas censales sobre manejo de una lengua indígena y sobre su pertenencia asumida explícitamente a una etnia indígena (pp. 20-21):
- Habla lengua indígena y pertenece a un grupo indígena.
- Habla lengua indígena y no pertenece a un grupo indígena.
- Habla lengua indígena y no especifica la pertenencia a un grupo indígena.
- No habla lengua indígena y pertenece a un grupo indígena.
- No especifica habla de lengua indígena y pertenece a un grupo indígena.
Un poco más adelante, los autores afirman que "las familias y los hogares son las instituciones socioeconómicas fundamentales de la sociedad … En este entorno se reproduce el sistema social en su conjunto" (p. 21). Sin embargo, tampoco los hogares indígenas son todos homogéneos en cuanto a cultura y lengua, por lo que finalmente "se definió como indígenas solo a los miembros de los hogares donde las personas con características indígenas tienen un lazo de parentesco determinante en la decisión del estilo de vida y la transmisión intergeneracional de la socialización, es decir el jefe, el cónyuge y los padres de éstos" (p. 22).
Con base en estas consideraciones, los autores llegan a varias estimaciones ligeramente diferentes relativas al tamaño de la población indígena mexicana actual, una de las cuales (tomada de la p. 47) se resume en la siguiente tabla:
1. POBLACIÓN INDÍGENA EN MÉXICO
Población total de México |
97 483 412 |
Población indígena |
10 253 627 |
Población de cinco años y más hablante de lengua indígena |
6 044 547 |
Población no hablante de lengua indígena y estimada como indígena |
4 209 080 |
En la siguiente parte de la obra se presentan, en cuadros desagregados por entidades federativas, datos sobre la población indígena, referentes a estos aspectos:
1. Estructura de edad y sexo
2. Estado conyugal y fecundidad
3. Migración
4. Asistencia escolar y alfabetismo
5. Escolaridad
6. Actividad económica y ocupación
7. Ingresos
8. Religión
9. Características de la vivienda
10. Localidades indígenas
11. Lenguas9
12. Localidades con 70% y más, de 40 a 69% y con menos de 40% de población indígena
13. Localidades con 70% y más de población indígena
14. Localidades con porcentaje de 40 a 69 de población indígena
15. Localidades con menos de 40% de población indígena
16. Indicadores socioeconómicos de las localidades con 40% y más de población indígena por lengua
La parte restante de esta informativa obra contiene los datos precisos sobre estos mismos rubros, desagregados a nivel de los municipios. Las gráficas de las páginas 39-49 y los mapas estatales y nacionales incluidos al final ilustran los principales datos contenidos en las tablas de la obra.
Algunos datos sobre la Península de Yucatán
La obra contiene dos estimaciones sobre la población indígena de la Península de Yucatán. La primera está contenida en la p. 53 y puede resumirse como sigue:
2. POBLACIÓN INDÍGENA EN LA PENÍNSULA DE YUCATÁN (ESTIMACIÓN A)
Entidad federativa o región |
Población indígena: mujeres |
Población indígena: hombres |
Población indígena: totales |
Estado
de Campeche |
91 702 |
93 373 |
185 075 |
Estado de Quintana Roo |
163 133 |
175 025 |
338 158 |
Estado
de
Yucatán |
487 458 |
483 887 |
971 345 |
Península de
Yucatán |
742 293 |
752 285 |
1 494 578 |
Los resultados de la segunda estimación se encuentran en las páginas 78, 119 y 130 y se pueden resumir así:
3. POBLACIÓN INDÍGENA EN LA PENÍNSULA DE YUCATÁN (ESTIMACIÓN B)
Entidad federativa o región |
Población indígena |
Población total de la Entidad federativa o región |
Porcentaje de la población total constituido por la población indígena |
Estado
de Campeche |
185 938 |
690 689 |
26.9 |
Estado de Quintana Roo |
343 784 |
874 963 |
39.3 |
Estado
de
Yucatán |
981 064 |
1 658 210 |
59.2 |
Península de
Yucatán |
1 510 786 |
3 223 862 |
46.9 |
Al igual que en el resto del país, también en la Península de Yucatán, datos promedio como los precedentes dejan necesariamente de lado la concentración relativa de la población indígena en determinadas regiones y subregiones, en una clase particular de asentamientos, etc. En este sentido, es de desearse que las instituciones federales y estatales especializadas puedan desagregar pronto los datos municipales para todos los asentamientos de la Península y elaborar la cartografía correspondiente.
De entre los demás datos sobre los tres Estados peninsulares contenidos en las páginas de los Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas de México, 2002, hay dos que testimonian agudamente las condiciones desfavorables en las que se desenvuelve la vida de las comunidades mayas de la región.
El primero se refiere a la escolaridad, donde se observa una clara desventaja de la población indígena. La información respectiva se encuentra en la p. 57 y es la siguiente:
4. ESCOLARIDAD DE LA POBLACIÓN INDÍGENA DE LA PENÍNSULA DE YUCATÁN
Entidad |
Sin instrucción
|
Primaria
Incompleta
|
Primaria
Completa
|
Posprimaria
|
Campeche |
|
|
|
|
Quintana Roo |
|
|
|
|
Yucatán |
|
|
|
|
Estados
Unidos
Mexicanos |
|
|
|
|
Como se puede observar fácilmente, las diferencias con respecto a la media nacional son bastante significativas.
Una desigualdad semejante se puede observar con respecto a los ingresos expresados en términos de salarios mínimos (SM); esta información proviene de la p. 59:
5. INGRESOS (EN SALARIOS MÍNIMOS) DE LA POBLACIÓN INDÍGENA DE LA PENÍNSULA DE YUCATÁN
Entidad |
Total |
Sin ingresos % |
Menos de 1 SM % |
1 a 2 SM % |
Más de 2 SM % |
Campeche |
62,239 |
14,868 23.9 |
19,759 31.7 |
16,220 26.1 |
11,392 18.3 |
Quintana Roo |
120,986 |
20,237 16.7 |
13,201 10.9 |
35,490 29.3 |
52,058 43.0 |
Yucatán |
340,788 |
50,323 14.8 |
109,682 32.2 |
125,075 36.7 |
55,708 16.3 |
Estados
Unidos
Mexicanos |
33,730,210 |
2,817,566 8.4 |
4,154,778 12.3 |
10,228,834 30.3 |
14,693,361 43.6 |
Finalmente es interesante constatar, para el caso del Estado de Yucatán, la significativa presencia de hablantes de una lengua indígena 10 en los asentamientos urbanos (pp. 130-133). Del más de medio millón de hablantes de una lengua indígena (mayores de cinco años) en el Estado de Yucatán, casi 170 mil, o sea, el 30%, vive en las cinco principales ciudades de la entidad (92,465 en Mérida, 31,329 en Valladolid, 28,917 en Tizimín, 12,862 en Umán y 3,659 en Progreso).
Comentario final
Datos como los resumidos en los cuadros 5 y 6 recuerdan que "el problema indígena" o "el problema de los indígenas" no es un problema causado ni solucionable por los pueblos y las comunidades indígenas; más bien pone de manifiesto que se trata de un problema creado por la ubicación de esta población en el conjunto de la sociedad mayor (nacional) y, por tanto, solucionable solamente por la sociedad entera y mediante una reorganización profunda de ésta.
Un paso importante hacia esta solución es, como en todos los casos de problemas sociales, el acopio de la información empírica relevante y su análisis por parte de las ciencias sociales. Como lo demuestra esta obra una vez más, estos dos aspectos - el dato y el concepto - no constituyen entidades separadas, sino que se necesitan y se condicionan mutuamente. Por esta razón, también en el caso de los estudios sobre la población indígena mexicana, el debate va a seguir realizándose tanto en el nivel de la información cuantitativa y cualitativa y en el nivel de las definiciones y los modelos.
Esto, sin embargo, no debe hacer olvidar que los problemas sociales - y menos en una sociedad que se entiende a sí misma como democrática - no deben abordarse y tratarse de solucionar sin la participación de todos los implicados. Esto es más importante todavía en el caso de un sector poblacional que tradicionalmente ha sido considerado meramente "objeto" de acciones paternalistas de todo tipo. En este sentido infunde esperanzas el que no hace mucho una profesora petuleña de educación indígena afirmara durante su participación como invitada especial en un programa radiofónico de difusión nacional que, a diferencia de lo que sucedía todavía hace década y media en el Estado de Yucatán, hoy "ya no da vergüenza hablar en maya".11 Las instituciones de investigación social y las instancias políticas están llamadas a escuchar estas voces largamente despreciadas e incluir, en análisis y propuesta, el punto de vista de quienes muchas veces ni en las estadísticas nacionales aparecían. 12