Desde el
siglo XIX ha predominado la idea de que la guerra de castas de Yucatán
-iniciada en 1847 y que se prolongó de manera intermitente durante
toda la segunda mitad del siglo XIX- llevó a Belice solamente beneficios
tanto por el comercio de armas con los mayas rebeldes como por la explotación
de los bosques de la zona sudoriental de la península e inclusive
de la fuerza de trabajo indígena. Sin embargo, ese provecho, a
nuestro entender, tuvo un costo que se antoja alto si se ve la otra cara
de la moneda. Para proporcionar un retrato escrito de ese reverso de la
historia de las relaciones entre Yucatán y Belice, en este trabajo
presentamos los diversos proyectos de los criollos yucatecos planteados
antes de ese conflicto para la colonización del norte del río
Hondo -región que comprendía gran parte del extenso partido
de Bacalar-, acción que se concebía como un medio "prudente"
para contener el avance inglés sobre el territorio peninsular.
Esto a fin de observar cómo la guerra de castas generó,
paradójicamente, una solución a esa anhelado proyecto colonizador
de las autoridades yucatecas.
Colonización: éxito inglés y fracaso español
Hacia mediados
del siglo XVII, los corsarios ingleses habían comenzado a incursionar
en las costas orientales de la península yucateca con el objeto
de explotar el palo de tinte. Los intentos de la Corona española
por repelerlos fueron diversos pero prácticamente infructuosos.
Lo mismo se puede decir de sus proyectos para romper el monopolio inglés
en la explotación y comercialización del palo de tinte y
también de sus intentos por frenar el contrabando inglés
en la península. Acaso el único logro es que hasta mediados
del siglo XVIII los ingleses no habían podido tener una población
estable. Pero por diversos tratados celebrados por España e Inglaterra
en el periodo de 1763 y 1802 después de sus confrontaciones bélicas,
los ingleses tuvieron una relativa libertad para proceder a la explotación
de los recursos naturales en lo que ahora es Belice. Aunque cabe decir
que en distintos momentos de ese mismo periodo la Corona retomó
su propósito de expulsar a los colonos británicos. El último
intento serio fue en 1798 pero fracasó como las anteriores expediciones 1
. Esto fue cuando
el gobernador de Yucatán Arturo O'Neill dirigió una expedición
de tres mil hombres. Sin embargo, la empresa fue un rotundo fracaso, hasta
que finalmente en 1802 con el Tratado de Amiens, España con su
silencio al respecto ratificó tácitamente la Convención
Ampliatoria de Londres de 1786, es decir el derecho de los ingleses para
continuar la explotación de sus riquezas forestales y marinas. 2 .
En el período de entreguerras (1804-1821)
las autoridades españolas fueron abandonando poco a poco la vigilancia
del establecimiento del río Walis. Estaban más preocupadas
por resolver los problemas inmediatos que la situación bélica
les imponía -Francia primero y las guerras de emancipación
americana después- por lo que el usufructo de estas tierras quedó
en el poder de los ingleses hasta convertirse en colonia británica
.3
En
el siglo XIX, con el arribo de México a la vida independiente,
el establecimiento inglés continuó siendo causa de conflictos.
Inglaterra firmó en 1826 un tratado de amistad y comercio con la
naciente república mexicana y reconoció su estatus jurídico,
en esa ocasión sólo se hizo referencia al derecho de permanencia
de los ingleses al sur del río Hondo, estipulandose que no deberían
ser molestados bajo ningún pretexto. 4
Si
bien los ingleses tuvieron éxito en sus propósitos de colonizar
el gran parte de los territorios del sur del río Hondo, a pesar
de la oposición de la corona española, la colonización
del norte de ese mismo río -prácticamente todo el territorio
que hoy ocupa el actual estado de Quintana Roo- por parte de los españoles
no había corrido la misma suerte y desde la época colonial
había quedado como una gran zona de refugio indígena.
En ese gran espacio solamente la Villa Salamanca
de Bacalar -situada a orillas de la laguna del mismo nombre- constituía
un asentamiento de importancia, dado su papel de puesto de abastecimiento
para los viajeros y comerciantes que iban hacia Centroamérica5. De hecho desde la fundación de esa villa (1545) en la antigua
provincia de Uaymil-Chetumal, último baluarte de la independencia
maya fue considerada por los conquistadores de Yucatán como el
último acto de su empresa iniciada en 1526. Esto a pesar de que
en un principio muy pocos colonos quisieron avecindarse en la nueva colonia,
debido principalmente a su insalubridad y, por supuesto, a la escasez
de mano de obra, pues gran parte de los mayas de esa provincia migraron
hacia distintos puntos inaccesibles de la misma provincia e inclusive
hacia el Petén guatemalteco, como lo habían hecho los del
oriente de la península que no quisieron soportar el yugo extranjero.
Tendencia que se acentuó aun más después de que los
españoles sofocaron la gran rebelión de 1546-1547 que llevaron
a efecto los mayas del oriente y los de esta zona. 6
Por
lo tanto la característica principal de la antigua provincia de
Uaymil-Chetumal o de lo que pasó luego a ser ya en en la primera
mitad del siglo XIX el partido de Bacalar fue su precaria colonización.
Para dar una idea de esto diremos que para 1846, un año antes de
la guerra de castas, solamente contaba con poco más de siete mil
habitantes en sus poblaciones reconocidas, de los cuales seis mil estaban
concentrados en la villa de Bacalar. 7
Al parecer, pues no tenemos testimonios de lo
contrario, hasta 1830, los colonos ingleses no representaron una amenaza
seria para ese semidespoblado territorio de la península. Todo
parece indicar que los cortadores británicos se habían limitado
a la explotación de los territorios del sur del río Hondo
o simplemente las incursiones de los ingleses al norte del mismo no llegaban
al conocimiento de las autoridades. Pero esta aparente tranquilidad para
el gobierno yucateco pronto se vendría a interrumpir.
Para
1832 las circunstancias hicieron que el gobierno del grupo pro centralista
encabezado por José Segundo Carvajal se viese obligado a volver
la mirada hacia esa imprecisa frontera con los colonia inglesa, y a que
comenzara a sentirse la necesidad de colonizar el norte del río
Hondo. A partir de entonces se dio paso a novedosos e interesantes proyectos
con ese fin y, por supuesto, para propiciar el aprovechamiento de los
terrenos aledaños a las riberas de dicho río.
Proyecto
para la aprovechamiento de los recursos forestales del norte del río
Hondo.
El primer proyecto, surgió a raíz de que el ayuntamiento
de la villa de Bacalar impidió a Domingo Martínez, al parecer
un cortador de gran escala, continuar "talando y destrozando"
los bosques al norte del río Hondo, sin tener la licencia que las
leyes exigían. El caso llegó hasta las instancias del gobierno
que encomendó al senado la emisión de un dictamen al respecto
8.
En él asentó que el artículo 19 de la ley 14, Titulo
24, Libro. 7 de la Novísima Recopilación, prohibían
expresamente la tala de montes sin el permiso del "superior gobierno"
y prevenía a los ayuntamientos de los pueblos que con "la
mayor aplicación y cuidado" cuidasen su conservación,
y el "cumplimiento" exacto de esta prohibición. En ese
sentido sentenciaba que el ayuntamiento de Bacalar no había hecho
más que cumplir con las obligaciones que en esa ley se le imponían,
y que Martínez era un infractor de la misma, porque, hasta ese
momento, no había presentado la licencia que la ley exigía. 9
Para
tratar de atenuar los perjuicios que le habían sobrevenido por
suspensión de los trabajos que había emprendido, Martínez,
según el mismo dictamen, solicitó al gobierno que le concediese
un permiso para cortar caoba por el tiempo de cuatro años en aquellos
mismos parajes. El ayuntamiento de Bacalar, oponiéndose a esta
petición, por considerarla perjudicial para los vecinos de su municipalidad,
propuso que los terrenos limítrofes al río Hondo se repartiese
entre ellos, para que los cuidasen "con el interés y empeño
10 El senado argumentó que para lograr "tan importante objeto"
así como para "aumentar la población y la riqueza pública"
se habían emitido, el decreto de las cortes españolas de
4 de enero de 1813 11 -que disponía la reducción a propiedad particular todos
los terrenos comunes y baldíos-, la orden de 20 de enero de 1820
-al parecer con ella se reactivó en el decreto anterior-, y el
decreto de la legislatura del Estado de 29 de enero de 1824 12-el
cual tenía como objeto normar el cobro de arrendamientos de los
terrenos comunes y baldíos13-.
El senado, señalaba que con arreglo a estas
disposiciones los vecinos de Bacalar pudieron haber pedido la repartición
que en ahora solicitaba su ayuntamiento, y el gobierno, sin duda, habría
accedido a sus peticiones. Es más, apuntaba que todavía
podían hacerlo "excitados" por aquella corporación.
Sin embargo, para que el gobierno tuviese "una regla fija a que sujetar
sus procedimientos en este caso", el senado consideraba que el expediente
debía ser turnado al Congreso pues las resoluciones de las cortes
españolas estaban ya "derogadas en gran parte", por ejemplo
-decía el dictamen- la disposición que asentaba que la hipoteca
de los baldíos se destinasen al pago de la deuda pública
de España eran ya obsoletas, además de que algunas autoridades
-como la Diputación Provincial- que debían intervenir en
la repartición de los terrenos ya no existían. El propósito
era que el Congreso se sirviese dictar las medidas que le pareciesen "oportunas
y convenientes", tanto para la concesión de las licencias
como para la conservación de los árboles en los terrenos
que no se repartiesen y de cuyo "lamentable destrozo" se quejaba
el ayuntamiento de Bacalar.14
En
concreto, el senado recomendaba al gobierno: 1o. aprobar la conducta que
observó el ayuntamiento de Bacalar respecto a la suspensión
del corte emprendido por Martínez; 2o. dirigir al Congreso el expediente
para "arreglar" el repartimiento de aquellos terrenos baldíos,
para que éste fije "el modo y términos" en que
debían concederse las licencias para el corte de maderas, así
como las medidas conducentes a evitar la destrucción de aquellos
montes y 3o. evitar resolver , mientras el Congreso no dictara esas providencias,
no solamente sobre el asunto de Martínez, sino de cualquier otro
caso de la misma índole.15
Al turnársele el expediente, el Congreso elaboró
un proyecto seis artículos que conformarían el decreto respectivo.
En el que disponía que el gobierno concediese licencias "indistintamente"
a los vecinos de Bacalar que tenían cortes de madera en el río
Hondo -ubicado en los supuestos límites con la colonia inglesa
llamada Belice- o a los que en el futuro quisieren hacerlo, pero siempre
y cuando los terrenos no excediesen el límite de cinco leguas.16
Una
condición, para tales concesiones, era que tenían que pagar
por concepto de derechos medio real por cada peso del valor de las maderas
que extrajesen. Establecía que el importe sería cobrado
por el ayuntamiento de Bacalar, que debía ingresar la mitad a la
tesorería del estado, e ingresar la otra a su fondo de arbitrios.
Se asentaba además que quienes obtuviesen concesiones, debían
emplear para el corte, conducción y "elaboración"
de dichas maderas, exclusivamente "a los hijos del país"
y prohibía terminantemente la introducción de colonos del
establecimiento de Walix (Belice), bajo la pena de perder el derecho al
corte, y la confiscación de todas las maderas que hubiesen cortado
y aún no se hubiesen extraído del estado. Asimismo, se aclaraba
que el gobierno no concedería licencias para cortes en terrenos
que distasen de los pueblos menos de tres leguas, ni en aquellos en los
que ya hubiese concedido licencia a otra persona.17
También señalaba que los que tuviesen
dichas licencias podían exportar las maderas pero nunca vender
los árboles en pie, sin duda en prevención de que algún
poseedor de licencia cediese la explotación a los colonos ingleses.
El sexto señalaba que el gobierno encomendaría al ayuntamiento
de Bacalar y a la municipalidad de "Chichenjá" (Chichanhá)
la protección y auxilio a este ramo de la industria "sin oponer
trabas" a los que lo ejercitasen con la licencia respectiva.18
Este
proyecto, había partido no sólo para frenar a infractores
yucatecos en cuanto al corte de madera en aquella zona o por ser una alternativa
como fuente de ingresos para el ayuntamiento y la tesorería estatal,
sino que también respondía a una necesidad de colonizar
esa imprecisa frontera y así tratar de detener un posible avance
inglés. Asimismo, refleja que no quería problemas con los
colonos ingleses. Esto se deduce cuando en la parte relativa a quienes
se debía emplear para el corte, conducción y "elaboración"
de las maderas, se recalcaba que solamente debían ser "los
hijos del país", entendemos pues que de ese modo se prohibía
sutilmente el empleo de la mano de obra de origen africano que utilizaban
los ingleses y que eventualmente se fugaban hacia territorios de la península.
Aunque no hay que descartar que esta prohibición también
podría responder a que era prioritario emplear a los habitantes
de Yucatán y en particular a los de Bacalar. Además, de
ese modo se frenaba las posibles pretensiones de cortadores yucatecos
a adoptar el sistema esclavista de los ingleses, pues existía una
tradición, heredada del régimen colonial, de dar asilo y
libertad a los esclavos que abandonasen los establecimientos de Belice19
.
Por
otra parte, cabe anotar que no obstante el reducido número de pueblos
de esa zona, o quizá en virtud de no existir la necesidad de enajenar
sus tierras, el proyecto denotaba la intención de evitar conflictos,
al señalar la distancia de tres leguas que debía mediar
entre ellos y los establecimientos de corte.
En fin, algo que habría que destacar, es que
este proyecto era el primero que había surgido, al menos durante
la etapa republicana, con la finalidad de colonizar una zona específica
de la península. Ciertamente la ley de colonización de 1825,
señalaba la preferencia que debían tener en las concesiones
los "feraces" terrenos de los partidos de la Sierra Alta y Camino
Real Alto para su colonización, pero, obviamente, no fue un proyecto ad hoc para la zona, sino para todos los partidos del estado20.
El proyecto río Hondo -para llamarlo de algún modo- rompía
con el carácter generalizador de los que lo habían antecedido.
Empero esa heterodoxia era lo de menos, lo que consideramos importante
es la trascendencia que vendría a tener en el transcurso de los
años subsiguientes.
Los
seis artículos, fueron aprobados por el Congreso y constituyeron
la orden de 18 de octubre de 183221.
Empero la administración estatal que debía ponerla en ejecución
no pudo tener la longevidad suficiente para ello, porque para noviembre
de ese mismo año volvió al poder político del estado
el grupo que había sido derrocado por el movimiento pro-centralista
de José Segundo Carvajal. Todas las disposiciones legislativas
del gobierno de Carvajal fueron anuladas puesto que sus opositores lo
consideraron un gobierno "ilegítimo". Sin embargo la
necesidad de colonizar esa zona era imperiosa, y por lo mismo no pudo
ser inadvertida por distintas administraciones en los años subsiguientes.
Cabe de una vez apuntar que la colonización
del norte del río Hondo fue una preocupación constante para
los dos grupos políticos que se disputaban el poder y, por ende,
motivo de interesantes proyectos.
Una
barrera a los ingleses: la colonización de la "banda oriental"
El año
de 1833 fue fecundo en proyectos que estaban orientados o, por lo menos,
estrechamente vinculados a la urgente necesidad de colonizar la región
sudoriental de la península yucateca para contener el avance inglés,
pero esto sólo se podría lograr mediante el fomento de la
industria del corte de maderas. Veamos cuatro interesantes propuestas
que en torno a esa cuestión se plantearon.
Proyecto para habilitar como puerto a Bacalar
Desde febrero
de 1833 el Congreso había recibido por conducto del gobierno una
iniciativa del ayuntamiento de Bacalar para que su municipalidad se habilitase
como puerto. La iniciativa fue turnada a la comisión de hacienda
que dictaminó que la habilitación de la villa de Bacalar
como puerto no era "conveniente al Estado" y que después
de un ligero debate entre los diputados, se declaró que "no
había lugar a votar" y se devolvió el expediente a
la comisión, por supuesto, para que elaborase un nuevo dictamen.
22
El mismo gobernador
del estado en un "mensaje" de ese mismo mes había instado
a la legislatura para que se ocupase de
"dar
una ley de colonización para proporcionar a nacionales y extranjeros
los feracísimos terrenos de la banda oriental del estado y las
márgenes al norte del Río Hondo, para que nuestra población
se aumente, reciba mejoras nuestra industria y se ponga por este medio
una barrera a los avances que hacen los ingleses en nuestro territorio".23
En
marzo el congreso solicitó que el gobierno comisionase a un "sujeto"
para que hiciese "un reconocimiento formal" de esas zonas, y
con base en el informe procediese a proponer una ley para la colonización
de esos terrenos. 24
No
tenemos noticia de que se hubiese enviado algún comisionado, pero
a mediados de mayo de 1833, se dio lectura en el Congreso a un proyecto
de los diputados Casares (Miguel), Yenro, Cantón, Arredondo y Aguilar,
cuyos planteamientos conjuntaban la necesidad aludida por el gobernador,
como el problema, y la iniciativa del ayuntamiento de Bacalar, que ahora
hacían suya, como la solución.
Los promotores del proyecto exponían que
la conservación de la integridad del territorio del estado, el
mejoramiento de la agricultura, el impulso al comercio, que conllevaría
a poner un "dique al escandaloso contrabando" y "otras
razones de conveniencia y estabilidad", los había motivado
para pedir al Congreso y de conformidad con los "sentimientos del
gobierno" respecto a la necesidad de poblar "la parte oriental"
del estado, se sirviese tomar en consideración su iniciativa cuya
finalidad sería la de obtener de las "soberanas cámaras
de la unión", la autorización para la habilitación
como puerto a Bacalar.25
Para
lograr ese propósito abundaban en que la protección a la
agricultura era una de las principales obligaciones de "un gobierno
paternal" puesto que -agregaban- de ella dependía la riqueza
del país que generaba la comodidad y el bienestar de la sociedad
"en general" y de cada uno de los que la componían "en
particular"26.
Refiriéndose
al espacio que se pretendía colonizar, apuntaban que las montañas
de Bacalar había sido "inaccesibles a la planta humana"
no obstante que eran "por su naturaleza y situación feraces
en [toda] la extensión de la palabra". En ellas, añadían,
abundaban tanto los animales "cuadrúpedos" como los "volátiles"
algunos de los cuales contribuían a la manutención del hombre
y otros que, según el fin para el que se aplicaran, podrían
constituir algunos renglones de comercio de "bastante utilidad".
Además -decían- con las diferentes clases de sólidas
maderas se podría formar un ramo de comercio de considerable importancia.27
Los
exponentes señalaban que era sabido que aquella gran extensión
de terreno, no había podido cultivarse ni poblarse, porque no teniendo
un puerto abierto y habilitado para exportar los frutos o productos de los
colonizadores, sin duda se perderían o "no recompensarían
los afanes del labrador", por no poderlos vender en el país
con la "comodidad y estimación que en los otros". Mientras
tanto -advertían-:
"Los
habitantes de la colonia Ynglesa, Belice, limítrofe con las montañas
de que se trata, diariamente hacen abances desmembran el territorio, atraídos
por la codicia de los tesoros que aquellas encierran: sin respetar el
tratado que señala los límites de cada territorio, traspasan
la linea y se posesionan arbitrariamente de muchos paños de tierras
con notable perjuicio de la República, del Estado y de los CC.
que la componen como los únicos acreedores y con derecho a las
utilidades que nos arrebatan los extranjeros” 28
.
Asimismo,
recordaban que el gobernador, en su mensaje en la apertura de sesiones
del Congreso, había recomendado se tomasen las medidas que contuviesen
el abuso que sobre el territorio del estado se encontraban haciendo los
ingleses y que seguirían haciendo si no se acudía a "un
medio prudente, pero capaz de conseguir su objeto" y el cual, según
debía entender el Congreso, era la colonización de la parte
oriental de la península. Los exponentes no tenían duda
de que lograda la colonización, los pobladores serían "los
mejores defensores de la integridad del territorio, como interesados en
la utilidad de sus frutos y en la tranquila posesión de sus propiedades".
Estaban seguros por tanto que con la habilitación del surgidero
de Bacalar como puerto, pronto se tendría como resultado la población
de aquellas llanuras, una floreciente agricultura, así como un
activo comercio con la nación británica y otros países.
Al mismo tiempo se evitaría el "escandaloso" contrabando
que "impunemente" se hacía encubierto por la soledad
de aquellas costas y desfiladeros con notable perjuicio del comercio de
Mérida y aun para el de Campeche, y por añadidura -decían-
se vería favorecido el tesoro público y consolidarse la
esperanza de hacer una de las mejores aduanas de la república.29
En concreto, los exponentes pedían que
el Congreso discutiese la iniciativa de habilitar como puerto a Bacalar,
y de aprobarla la turnase a las Cámaras de la Unión. Asimismo,
recordaban a la legislatura que la comisión de hacienda tenía
en sus manos desde febrero una iniciativa con el mismo objeto del ayuntamiento
de Bacalar sobre el cual nada había dictaminado.
El
29 de mayo la comisión de hacienda sometió su dictamen a
la deliberación del Congreso el cual aprobó su único
artículo que disponía que la legislatura formalizaría
la iniciativa ante las cámaras de la unión para que se concediese
la habilitación como puerto a la villa de Bacalar, y que se nombraría
de su seno una comisión especial que debía formularla. A
moción del diputado Cantón, fue nuevamente leída
la iniciativa que ya hemos referido ampliamente30 y al parecer pasó, por lo menos, a formar parte del expediente
que se debió turnar a la legislatura nacional, de la que al parecer
no hubo respuesta, al menos en el sentido positivo que esperaban los promotores
del proyecto..
Ayuntamiento de Bacalar: corte de maderas y arbitrios
El ayuntamiento de la villa de Bacalar había solicitado al gobernador
desde marzo de ese mismo año de 1833, en vista de que su fondo
de arbitrios no eran suficientes para cubrir sus gastos municipales, se
le concediera medio real por peso del valor de la caoba que se cortaba
en las inmediaciones de rio Hondo
31.
Evidentemente estaban solicitando lo que el gobierno “intruso”
(se refería a la administración anterior encabezada por
José Segundo Carvajal y conformada por integrantes de un grupo
político antagónico al que regía en 1833) había
decretado el 18 de octubre de 1832 -recuérdese que fijaba ese mismo
impuesto, de cuyo producto debía ingresar la mitad a la tesorería
del estado y la otra a los fondos Bacalar-, pero en esta ocasión
pretendía que los ingresos fuesen sólo para su municipio.
En
atención a ese problema, y, por supuesto, al interés que
había por fomentar el corte de maderas en ese partido y en otros
que también dependían en cierta medida de esa actividad,
el Congreso expidió el 19 de abril una ley que declaraba libre
el corte de maderas en los terrenos baldíos. En sus consideraciones,
el Congreso aludió que la libertad en el corte de maderas que producían
los terrenos antes conocidos como realengos o baldíos para todos
los que quisiesen hacer uso de ellas, sería "sumamente útil"
para el progreso de dicha industria. Además señalaba que
las leyes -se refería a los decretos vigentes antes del régimen
carvajalista- tenían ya previsto el modo y forma con que debía
hacerse este aprovechamiento. Por último consideraba que las concesiones
y privilegios dados a particulares -por el gobierno de Carvajal32 -, recaían en perjuicio de "los demás ciudadanos"
a quienes, precisamente por corresponder los terrenos que se concedieron
a los bienes comunales, no se les debía restringir su "goce"33.
En cuya virtud el primer artículo declaraba
libre el aprovechamiento de las maderas para todas las personas que quisiesen
hacer uso de ellas, siempre que los terrenos en los que se hallasen no
fuesen de propiedad particular o de dominio concejil de los pueblos. En
el segundo se disponía que quienes quisiesen disfrutar se esta
"franquicia", deberían hacerlo "con entero arreglo
a las leyes del caso". Un tercer artículo derogaba todos los
privilegios y concesiones hechas a particulares para el referido corte
de maderas, por lo tanto disponía que los que los habían
adquirido no tendrían ya el derecho para prohibir el uso de las
maderas en los terrenos que tales disfrutaban.34
La
ley no correspondía a los ingresos que pretendía obtener
el ayuntamiento de Bacalar, a no ser que entre las "leyes del caso"
que alude se encontrase alguna con la que pudiese lograr su objetivo.
Esta, únicamente podía ser el decreto de 29 de enero de
1824, que disponía que solamente el producto de arrendamiento de
tierras comunales pertenecía a los municipios, pues el de los baldíos
correspondía a la tesorería del estado. El decreto de las
Cortes de Cádiz de 4 de enero de 1813, como se le expuso al mismo
ayuntamiento en la época del gobierno "ilegítimo"
era ya obsoleto. El decreto de 18 de octubre de 1832, que en atención
a un problema relativo al corte planteado por ese ayuntamiento, emitió
la administración "ilegítima" de Carvajal, sólo
le concedía la mitad de lo que ahora pretendía. Además
aunque le hubiese concedido el total, su vigencia sería improbable
porque todos las disposiciones de la misma procedencia habían sido
declarados insubsistentes y su rehabilitación o aclaración
correspondía al mismo Congreso.
En
fin, el ayuntamiento de Bacalar no debió haber quedado satisfecho
con la nueva disposición y no tardaría en dar muestras de
cierta rebeldía.
El gobierno recibió en octubre la exposición
de "varios vecinos" de Bacalar en la que solicitaban el permiso
necesario para efectuar el corte de maderas en las cercanías del
río Hondo también llamado Ric (o Rik). Al turnarla al Congreso
el gobernador expresó que las ventajas y utilidades que resultarían
al estado por la realización de aquel proyecto eran "notorias"
y por lo mismo los solicitantes eran dignos del "privilegio" que solicitaban. 35
Sin
embargo, la resolución del Congreso demoró y todo parece
indicar que el ayuntamiento de Bacalar por iniciativa propia otorgó
las licencias. Esto se deduce de un comunicado del gobernador a esa corporación
de fines de noviembre en la que le expresa que en atención a la
información que le hizo llegar, aprobaba los permisos que había
concedido para establecer cortes de madera, pero que en adelante los que
quisiesen esa "franquicia" debían ocurrir al gobierno
por conducto del ayuntamiento que debía informar lo que considerase
conveniente sobre cada una de las solicitudes. No obstante, le indicaba
que en tanto se resolvía lo correspondiente a ellas, podía
conceder a los interesados "licencias provisionales" siempre
y que no incurriesen en ninguno de los impedimentos que contemplaba el
decreto de 19 de abril de ese mismo año.36
Finalmente
el ayuntamiento de Bacalar, tuvo que conformarse con seguir las disposiciones
del referido decreto para el corte de maderas, y por supuesto a seguir
las instrucciones que le dio el gobernador. Esto se observa porque hasta
principios 1834, por lo menos, se atuvo a ellas, es decir, turnar las
solicitudes al gobierno para que en vista de ellas y el informe correspondiente
del ayuntamiento, procediese a conceder las licencias.37
Proyecto
para hacer navegable el río Hondo
Un oficio del gobierno al Congreso deja entrever que en el mismo año
de 1833 otros "vecinos" de Bacalar, quizá los más
pudientes, pretendían incursionar en la tala de maderas y, al mismo
tiempo, se proponían explorar y hacer navegable el río Hondo,
desde luego para facilitar esa explotación. Del mismo modo el oficio
nos permite saber que el Congreso formuló en diciembre de 1833
un decreto en el que pretendía responder a aquella pretensión.
Empero, al recibir el gobernador el referido decreto se vio en la necesidad
de decir al Congreso que dudaba que los individuos que promovían
el proyecto se diesen por "agraciados" con él. Por tal
motivo, decía estar en una disyuntiva: dejar "correr"
tal decreto en los términos en que se hallaba concebido o hacer
observaciones sobre su contenido en virtud de que consideraba que aquellos
no recibirían la "ventaja" que requerían para
su empresa.
38
El
gobernador se decidió por lo segundo, porque según sus propias
palabras, estaba convencido, "con no poco sentimiento", que
un proyecto que generaría "tanta utilidad" si se llevase
a efecto la idea de "penetrar" el indicado río y poner
"en sus confines" establecimientos destinados al corte de maderas
que abundaban en aquella zona, sin duda se abandonaría, porque
en el decreto se "condenaba" a los interesados a hacer más
erogaciones -sin duda por concepto de impuestos- de las que tendrían
que realizar para llevar al cabo su proyecto.39
Agregaba
que si se reflexionaba a fondo, como lo exigía un asunto de esa
naturaleza, el logro de tal empresa equivaldría a "algo más"
que a una nueva "invención industrial", por supuesto,
muy útil al estado. Amén de que se sabía "con
la mayor certeza" -apuntaba el gobernador-
"que los habitantes del los establecimientos
de Walix (Belice) se han ido saliendo de los límites que les señalaron
en el tratado de Amiens, y que en el día van procurando dar más
ensanche á su territorio para aprovecharse de los lugares abundantes
de maderas. ¿ Y podrá encontrarse mejor dique y mas inespugnable
muro o coto para oponerseles que [el que] tomen posesión los habitantes
del Estado de unos puntos en los que ya tendrán acaso sus miras
los británicos?40
Esta
sola consideración, frenar a los ingleses, según el gobernador
bastaba para recomendar el proyecto. Pero todavía habían
otros motivos que lo hacían interesante.
El
río Rik (Hondo) no tenía, según el gobernante, uso
alguno porque era impenetrable tanto por tierra como por el agua, y por
consiguiente el terreno de sus riberas, sus maderas y demás producciones
sólo podían aprovecharse removiendo los "poderosos
obstáculos" que impedían su penetración. Pero
ésta no se lograría sino a fuerza de "gastos crecidísimos"
y a costa de exponer las mismas vidas de los exploradores, pues habían
"sobrados fundamentos para presumir que tendrán encuentros
con bárbaros indígenas que habitan las selvas y montañas
incultas de aquel rumbo"41.
El Estado -puntualizaba el gobernante- nada arriesgaba
concediendo la explotación bajo la condición que solicitaban
los que se habían propuesto realizarla y costearla, además
de que pasado el tiempo que aquellos pedían de gracia para recuperar
sus erogaciones y alguna ganancia, le quedaría a los demás
habitantes del estado un "paso franco" para aprovecharse de
las ventajas de los propios terrenos. Inclusive el gobernador se anticipaba
a asegurar que aunque se concediese la exclusividad a los promotores del
proyecto, de su beneficio se harían partícipes todos los
vecinos de Bacalar ya sea por las relaciones y enlaces que tenían
entre si los moradores de esa villa o por la "multitud de brazos"
que hallarían en la realización del proyecto ingresos para
su subsistencia.42
Por
todas la consideraciones planteadas en su exposición, el gobernador
no dudaba que serían tomadas en cuenta para que el Congreso se
decidiera a conceder los privilegios que solicitaban los promotores del
proyecto, pues con el decreto que se había formulado para el caso
sin duda los induciría a renunciar a sus propósitos que
él consideraba de gran beneficio para el estado. Pero todo parece
indicar que no hubo por parte del Congreso una acogida favorable a esas
recomendaciones. Si la hubo es improbable que el proyecto se hubiese llevado
a efecto, pues para julio de 1834 el gobierno fue derrocado a raíz
de un movimiento promovido en Campeche y encabezado por el comandante
militar del Estado, Francisco de Paula Toro.

Proyecto
Cayo Obispo
Era notoria la preocupación del ayuntamiento de Bacalar, como hemos
visto, porque en los terrenos de su partido se fomentaran los establecimientos
de corte a favor de los habitantes de esa villa y contribuir con ello
a poner "un dique" al avance inglés. Pero para lograr
este propósito consideró pertinente otro medio que tendía
a afectar los intereses de sus rivales territoriales. A mediados de diciembre
el ayuntamiento hizo del conocimiento del gobernador un proyecto para
colonizar el punto llamado Cayo Obispo43 con los "morenos" (originarios de Africa traídos por
los ingleses) que habían hecho a esa corporación la solicitud
correspondiente por la que pedían ciertos "privilegios y franquicias".
Al turnar el gobernador al Congreso el proyecto lo apoyó diciendo
que además de las "conocidas ventajas" que reportaría
al estado, "se privaría de aquellos brazos a los establecimientos
de Belize que a más de servirse de ellos para aprovecharse de nuestras
maderas, algún día podrán destinarlos á las
armas para ostilizar este suelo"44
La
política de dar asilo a los esclavos de los ingleses no era nueva
entre las autoridades peninsulares. Las quejas de los británicos
de Belice respecto a que los españoles asentados al norte del río
Hondo (Bacalar) era porque con frecuencia daban asilo a los que huían
. Estas reclamaciones, según Bolland, son constantes en los registros
del siglo XVIII e inclusive hasta mediados del siglo XIX. Obviamente los
españoles no fueron altruistas, al prometer la libertad a los esclavos
que escapaban, sino que adoptaban dicha política con la esperanza
de minar los asentamientos ingleses, dejándolos sin fuerza de trabajo45 . Lo cual era una forma de compensar las infructuosas incursiones de los
españoles por desalojar a los ingleses de Belice.
La
colonización del norte del río Hondo era una cuestión
prioritaria, el avance inglés era una seria amenaza, sin embargo,
este "medio prudente" para enfrentarlo no había podido
salvar diversos obstáculos, en especial los que concernían
a la incompatibilidad de las disposiciones legislativas con los intereses
de los potenciales colonizadores y/o con los del ayuntamiento de Bacalar.
Los dos grupos políticos que alternaron
en el gobierno de la península de 1829 a 1834 aunque tuvieron como
común denominador la preocupación por contener el avance
inglés también tuvieron distintas posturas para atacar ese
problema. Si resumimos que el éxito de la empresa colonizadora
radicaba en la conciliación de intereses, podemos concluir que
no obstante el empeño de los "verdaderos federalistas"
por promoverla, fue el gobierno "ilegítimo" de Carvajal,
a través del decreto del 18 de octubre de 1832, el que mejor pudo
haber conciliado los intereses del gobierno del estado, los del ayuntamiento
de Bacalar y los de los cortadores. Sin embargo, ni por equivocación
este decreto fue reactivado con la vuelta de los federalistas. Habría
que reconocer que los proyectos planteados durante el régimen de
estos últimos, eran mucho más ambiciosos, pero sin duda
aquel decreto pudo ser una base para las pretensiones de fomentar las
actividades productivas y lograr una eventual colonización masiva
del norte del río Hondo.
Todo
parece indicar que hasta 1834 lo único que siguió realizando
el gobierno a través del ayuntamiento de Bacalar fue la limitada
concesión de licencias para el corte de maderas al norte del río
Hondo o en zonas aledañas a esa villa a todo aquel que se interesara
en esa actividad, pero sin los privilegios que algunos cortadores solicitaban
para llevar a cabo una empresa de mayor envergadura. También sin
los que dicho ayuntamiento solicitaba para incrementar sus fondos municipales
o para habilitar a Bacalar como puerto, lo cual coadyuvaría a fomentar
de manera significativa la colonización de esa imprecisa frontera
y, al mismo tiempo, apoyar la iniciativa de los interesados en financiar
establecimientos de corte de maderas que fungirían como fuentes
de trabajo que beneficiarían en general a todos los vecinos de
esa villa como se decía.
El
avance inglés (1834-1847)
Para 1834 el grupo procentralista yucateco volvió al poder al derrocar
a los "verdaderos federalistas" y para 1836 estaba ya plenamente
instaurado el sistema centralista que encabezaba el presidente de la república
Antonio López de Santa Anna. Sin embargo, prevaleció un
clima tenso y de inestabilidad política. En Yucatán de 1834
a 1840, se sucedieron en la gubernatura siete individuos
46.
Durante
el breve periodo en que se hizo cargo del gobierno en 1835, Pedro Sainz
de Baranda tuvo la oportunidad de tratar un asunto relativo a las incursiones
de los ingleses en territorio yucateco que nos corrobora que nada se había
podido hacer para poner aquel tan esperado "dique" a su osadía,
es decir, que el grupo político que había dispensado tanta
atención en 1833 a este problema fue incapaz de generar una acción
efectiva, y si acaso tenía el problema entre sus asuntos pendientes
no tuvo la longevidad suficiente para intentar una resolución.
Pero el gobierno centralista no tuvo ni siquiera un proyecto con el propósito
de contener ese avance.
En
enero de 1835 Sainz de Baranda hizo del conocimiento del senado una exposición
del jefe político de Bacalar en la que según el gobernante
se daba "una idea" de que los colonos de Walis (Belice) no respetaban
los límites del territorio yucateco. Añadía que con
perjuicio del erario público y de la federación se introducían
a cortar maderas y a "sacar todo el aprovechamiento que pueden en
los terrenos limítrofes a aquel establecimiento, desconociendo
los derechos del Estado".47
Pero no obstante que reconocía que aquel
asunto era de suma importancia y trascendencia y que era necesario promover
alguna "providencia" para impedir aquella invasión, no
dejó de señalar que no estaba entre sus facultades su resolución,
y se limitó a disponer que el senado reuniese las constancias necesarias
relativas a los límites del territorio del estado con base en los
tratados con la "Nación Británica...si existen en algún
archivo". En fin, recomendaba al senado "acumular" cuantos
documentos se requiriesen para defender el derecho del estado a fin de
que con ellos "se ocurra motivadamente al Esmo. Sor, Presidente de
la república por la resolución conveniente".48
No
se tiene noticia de alguna resolución al respecto, pero todavía
en 1836, los ingleses no solo seguían talando en territorio yucateco
sino inclusive se dio el caso de que presentaran denuncias contra vecinos
de Bacalar. Tal fue el caso de Francis Young, a quien la Junta Departamental
expresó en un acuerdo de 17 de septiembre de ese año que
si se consideraba perjudicado por aquellos podía ocurrir a "deducir"
su derecho ante los tribunales del Departamento, para que se le administrase
justicia "como a los demás ciudadanos"49.
No
obstante el acuerdo señalaba a manera de advertencia para Young
-quien sin duda efectuaba sus cortes en un terreno que había sido
concedido a un cortador nacional que a su vez se lo cedió-, que
los ciudadanos mexicanos que habían obtenido el "privilegio
exclusivo" del gobierno para el corte de maderas, no tenían
derecho para "enajenar esta gracia" a ningún extranjero,
y por lo tanto las enajenaciones de ese tipo que se hubiesen hecho por
cualquier motivo eran nulas. Por último asentaba que cualquiera
que infringiese esta disposición, es decir que vendiese o traspasase
a algún extranjero el privilegio que obtuviese del gobierno, perdería
por el mismo hecho "el uso de la gracia, y el respectivo terreno
quedaría, como antes, enteramente libre"50.
Del anterior acuerdo se deduce que si bien el gobierno
no había procedido eficazmente contra las incursiones de los ingleses,
mucho menos se podría lograr cuando los mismos cortadores nacionales
se hacían cómplices al ceder clandestinamente sus derechos
a sus similares ingleses. Al parecer este tipo de problemas persistieron
por lo menos hasta el último año del primer régimen
centralista, puesto que en noviembre de 1839 las autoridades se hallaban
ventilando un caso todavía peor -que fue acreedor de una "contestación"
del superintendente de Belice al gobernador de Yucatán- relativo
a la ocupación o despojo de un establecimiento de la "propiedad"
de don Victoriano Rodríguez en las inmediaciones del río
Hondo por parte de un inglés. Rodríguez ocurrió al
gobierno del estado, éste al gobierno de la nación que dispuso
la "aclaración de límites" pero nada fructificó51.
Al menos eso demuestra que el gobierno comenzaba a entrar más directamente
en las fricciones ocasionadas por los cortadores ingleses con las autoridades
de aquella colonia en atención a sus derechos territoriales. Sin
embargo el gobierno centralista, como los anteriores, no pareció
tener los recursos para poner en práctica algún proyecto
y presentar una sólida resistencia al avance inglés.
A principios de 1840, tras derrocar al régimen
centralista, los federalistas se habían instalado nuevamente en
el gobierno yucateco52.
En octubre el periódico oficial publicó una interesante
disertación que nos corrobora nuevamente la impotencia que había
prevalecido para frenar a los cortadores ingleses. En ella se planteaba
"¡cuánto interesaba una buena y bien meditada ley de
colonización!" en particular para poblar la linea fronteriza
con Belice y así impedir que se repitieran casos como el de Victoriano
Rodríguez. Es decir, para impedir que la colonia británica
continuase aprovechándose de la apatía con la que se había
tratado el asunto de la colonización de esa zona.53
Sin
embargo, la ley de colonización emitida en 184154 que dio pie a una gran acción para enajenar terrenos baldíos
en toda la península, tampoco dio óptimos resultados para
la anhelada colonización de la frontera beliceña. Las estadísticas
relativas a esa enajenación territorial de 1843 a 1847, revelan
que de las casi 750,000 hectáreas de tierras vendidas o concedidas
por el gobierno solamente el 1.2 por ciento correspondían al partido
de Bacalar55.
Lo cual nos indica que las perspectivas para frenar a los ingleses por
esa vía seguían siendo desalentadoras.
Epílogo:
la guerra de castas un paradójico remedio
Las consecuencias
del fracaso de los proyectos para colonizar esa frontera estarían
estrechamente vinculadas con la población indígena. En ese
sentido nuestra hipótesis involucra a la guerra de castas y, por
ende, a las comunidades indígenas rebeldes. En primera instancia,
estamos convencidos de que de haberse realizado esa colonización
difícilmente la guerra de castas hubiese tenido la magnitud que
tuvo, pues los rebeldes se hubiesen encontrado entre dos fuegos de origen
criollo yucateco, pero dado los fracasos de esos proyectos de colonización
la mayor parte de ese inmenso territorio quedó, como durante toda
la colonia, como zona de refugio. Allí se establecieron los rebeldes
indígenas al ser repelidos del norte de la península por
las fuerzas del ejército yucateco.
Pero lo que queremos destacar es que paradójicamente
la guerra de castas resolvió esa urgencia colonizadora tan proyectada
por los criollos yucatecos. Su realización se debe a los mayas
insurrectos. Los criollos, por estar cegados por el temor y el resentimiento
que perduró hasta las vísperas del presente siglo no pudieron
ver esta "ventaja". Ellos, insistimos, debieron a los indios
rebeldes la realización de ese proyecto colonizador, si bien no
como esos propietarios-soldados que quería Francisco Severo Maldonado
en su proyecto de ley agraria para poblar una región inhóspita
de Jalisco
56 , sí como comunidades rebeldes a los que no les quedaba otra opción
que defender ese territorio tanto de los criollos yucatecos como de los
ingleses.
Para
hacer más inteligible esa paradójica solución conviene
tener una idea del proceso colonizador inglés y sus relaciones
con la población maya hasta antes de la guerra de castas y del
proceso colonizador rebelde a raíz de la guerra y su impacto sobre
Belice.
El territorio que ahora se conoce como Belice
estaba poblado por mayas que fueron desplazados y desposeídos por
los británicos hasta replegarlos al occidente de lo que ahora se
conoce como distritos de Cayo y Orange Walk. Los registros ingleses apenas
los mencionan, pero Bolland ha podido demostrar que sus ataques fueron
muy temidos por los taladores británicos, que al agotárseles
los abastecimientos de madera más accesibles invadían las
regiones ocupadas por esos grupos mayas que les oponían resistencia.
Aunque estos mayas, en última instancia, fracasaron en su intento
de limitar el expansionismo de los británicos, éstos siempre
los consideraron una amenaza latente para sus poblaciones más aun
cuando existía la posibilidad de una eventual alianza de estos
indios con los esclavos. Ese temor hacia los indios era plenamente justificado,
para mediados de 1847 -casi simultáneamente con el estallido de
la guerra de castas- habían resurgido los ataques sobre los establecimientos
ingleses57.
Si
los ingleses vivían con ese constante temor por la presencia de
esos grupos "salvajes", esto mismo nos da una idea más
clara del impacto que sintieron cuando los mayas yucatecos rebeldes encontraron
refugio en los territorios sud orientales de la península. No obstante,
no fue sino hasta 1853 cuando los ingleses sintieron lo que verdaderamente
les deparaba la guerra de castas. Veamos por qué.
Los mayas de Chan Santa Cruz, empeñados
en la prolongada guerra con los "blancos" yucatecos, "cruzaron,
algunas veces, el río Hondo y atacaron los distritos del norte
de Belice, pero nunca intentaron reclamar dichos territorios. [Chan] Santa
Cruz en general prefería mantener buenas relaciones con los británicos,
ya que necesitaban del abasto de armas y municiones que les llegaba de
los comerciantes de Belice. Los funcionarios coloniales con frecuencia
cerraban los ojos ante ese comercio de municiones, a pesar de las quejas
del gobierno mexicano, siempre y cuando los de [Chan] Santa Cruz fueran
los verdaderos dirigentes del territorio situado, justamente, al norte
de la frontera de su población. Los británicos se cuidaban
mucho de enojar a sus poderosos vecinos, que por la fuerza habían
demostrado su disgusto hacia los blancos de Yucatán. Por eso, durante
la guerra de castas, a los británicos y a los de [Chan] Santa Cruz,
con pocas excepciones, les interesaba que el río Hondo siguiera
siendo un canal pacífico de comunicación" 58.
Pero
si bien los cruzoob y a los ingleses tuvieron ese mutuo interés,
el gobierno mexicano deseaba acabar con el comercio de pertrechos de guerra
para los rebeldes, lo cual pudo intentar a raíz de que una sección
de los mayas (Xkanha, Lochha y Chichanha) se sometieron entre 1851 y 1853
a las autoridades mexicanas -más no a las yucatecas- por lo que
a partir de entonces se les comenzó a conocer como los “pacíficos
del sur”. Los mayas de Chichanha fueron los primeros en firmar el
tratado de paz de 1851, pero la paz con las autoridades mexicanas significaba
guerra con Chan Santa Cruz que casi inmediatamente los atacó incendiando
su pueblo y capturando a su líder, Angelino Itzá. En 1853
de acuerdo con el nuevo tratado, los pacíficos del sur lucharían
en contra de los cruzoob, mayas contra mayas, y los de Chichanha accedieron
a proporcionar 400 hombres para la causa de los mexicanos. En particular,
éstos deseaban que Chichanha interrumpiera el comercio de pertrechos
de guerra entre Belice y Chan Santa Cruz.59
Inferimos
que a partir de entonces, al mismo tiempo que quedó claro que los
"verdaderos" enemigos de los blancos yucatecos eran las comunidades
que siguieron reconociendo la autoridad de los líderes cruzoob,
también quedó definido que los ingleses tenían ya
a sus propios enemigos mayas, los de Chichanha.

En septiembre de 1856, los mayas de Chichanha,
encabezados por Luciano Tzuc, atacaron los aserraderos de caoba de Young,
Toledo y Company, en Blue Creek. Exigían renta para poder cortar
madera en territorio mexicano y un rescate por los prisioneros. En mayo
del año siguiente se repitió la incursión. Sin embargo
en 1857 un nuevo ataque de Chan Santa Cruz a Chichanha vino a agravar
la situación de sus pobladores y a la postre para los ingleses.
Casi la mitad de las "fuerzas" de Chichanha acompañados
de mujeres y niños, guiados por Asunción Ek, se encaminaron
hacia el sur y se establecieron en territorios guatemaltecos y de Belice.
En 1860 los cruzoob volvieron a atacar Chichanha y Luciano Tzuc estableció
a los sobrevivientes en un lugar cercano a la frontera con Belice, en
Icaiché, acción que obligó a las poblaciones encabezadas
por Asunción Ek a penetrar más en territorio beliceño,
precisamente al norte del río Belice donde establecieron sus poblados.60
Las relaciones entre los ingleses y los mayas
de Icaiché se fueron haciendo más tensas, pues desde la
muerte de Tzuc en 1864, ocupó su lugar Marcos Canul, hombre que
demostraba poco respeto por la autoridad británica y no aceptaba
reclamos de territorio de la zona noroccidental de la colonia. Su ataque
al campamento de caoba de Qualm Hill en río Bravo, en abril de
1866, preocupó mucho a las empresas madereras y a la administración
colonia inglesa. En 1866, la desconfianza de las autoridades de Belice
obligaron a los mayas de San Pedro (población situada al occidente
de Belice bajo el mando de Ek) a aliarse con los de Icaihé. Protestaron
contra abusos de las tropas inglesas, exigieron el pago de renta por un
campamento de caoba a lo cual respondieron los ingleses con un ataque
a San Pedro pero del que no resultaron bien librados. En 1867 con un nuevo
ataque los ingleses destruyeron esa misma población y a otras seis
lo cual hizo que sus habitantes abandonaran temporalmente sus pueblos.
Sin embargo, los mayas de San Pedro e Icaiché no claudicaron, continuaron
sus reclamaciones y ataques hasta 1879. Para 1882 los ingleses mediante
una amenaza de bloqueo comercial habían logrado que Santiago Ché,
quien en ese entonces era líder de Icaiché, declarara que
respetaría los límites que exigían.
Resuelto
el problema que representaban los icaiches, los británicos consideraron
que ya no era necesario mantener la alianza informal con los mayas de
Chan Santa Cruz. Tras intensas presiones diplomáticas del gobierno
mexicano, las relaciones entre los ingleses y los cruzoob se deterioraron.
En 1886 Gran Bretaña y México reiniciaron negociaciones
para determinar sus límites fronterizos. Para entablar negociaciones,
los mexicanos exigieron que los británicos dejaran de abastecer
de armas a Santa Cruz, y los británicos que México controlara
tanto a los cruzoob como a los icaiches, e impidiera que los indios atacaran
la colonia. En 1893 se firmó el tratado correspondiente y de esa
manera, los gobiernos de ambos países convinieron en "pacificar" a los mayas de uno y otro lado61.
A
los reclamos, ataques y resistencia que los ingleses afrontaron contra
los indígenas, habría que sumar que los británicos,
cuya única preocupación era la extracción de madera,
consideraban que los métodos agrícolas mayas (el sistema
de roza) eran una amenaza para las reservas forestales, mientras que los
mayas consideraban que el expansionismo de los taladores británicos
amenazaba su territorio y su independencia.62
A partir del resurgimiento de los mayas "salvajes"
y de la presencia de los rebeldes y refugiados mayas yucatecos de la guerra
de castas, todo parece indicar que la actividad de los cortadores de maderas
ingleses atravesó por una crisis o por lo menos su principal producción
que desde el último tercio del siglo XVIII era el corte de caoba63 ya no volvió a registrar el vertiginoso ascenso como se había
registrado en los 16 años anteriores a la guerra de castas. Para
dar una idea de esto sólo diremos para 1830 Belice exportó
4 millones 557 mil pies cúbicos de caoba, en tanto que para 1846
la caoba exportada ascendió a 13 millones 719 mil pies cúbicos.
No se tienen datos de la del período que va de 1847 a 1856, pero
es notable que de 1857 a 1868 no solamente nunca se volvió a registrar
una exportación beliceña anual semejante a la de 1846, sino
que en ese periodo dichas exportaciones fueron decreciendo considerablemente64.
Pudieron darse otros factores para que a raíz
de la guerra de castas los beliceños sufrieran esa restricción
en su producción, pero no nos queda la menor duda de que la principal
fue el clima de inseguridad para la explotación furtiva o ilegal
de los bosques yucatecos o, inclusive, en los mismos territorios que los
ingleses consideraban como suyos antes de la guerra. Tanto los rebeldes
cruzoob como los de Icaiché cuidaban celosamente el cobro de derechos
a sus "socios comerciales" ingleses para que pudiesen explotar
sus dominios. Esto, por lo menos hasta el último lustro del siglo
XIX, cuando se supone que la población rebelde había disminuido
notablemente.
A
pesar de las desventajas "comerciales" que ofrecieron para los
grupos mayas sus relaciones con aquellos colonos, inferimos que su resistencia
o su simple presencia como dueños de esos territorios impidió
que los ingleses ampliaran sus dominios. Este riesgo era muy factible,
de allí la constante preocupación del gobierno yucateco
porque se colonizara esa zona, el cual debió tener muy presente
que Texas, otro territorio fronterizo, había pasado a manos de
los norteamericanos en 1845. En fin, la colonización mayas proporcionó
el tiempo suficiente para que el debilitado Estado mexicano se fortaleciese
con la paz porfiriana y llegar a un convenio fronterizo con los ingleses,
lo cual al mismo tiempo significó el preludio de la caída
de las comunidades rebeldes y de la paulatina colonización no indígena
de la zona sudoriental del actual estado de Quintana Roo65.
CUADRO 1
EXPORTACION
ANUAL DE CAOBA
BELICE, 1830-1856
----------------------------------------------------------------------------------------------
AÑO |
MILES
DE PIES CUBICOS |
AÑO |
MILES
DE PIES
CUBICOS |
-----------------------------------------------------------------------------------------------
1830
1831
1832
1833
1834
1835
1836
1837
1838-44
1845
1846
1847-56 |
4,557
3,866
5,015
4,565
6,308
6,421
9,768
8,500
......
9,320
13,719
......
|
1857
1858
1859
1860
1861
1862
1863
1864
1865
1866
1867
1868
|
7,267
6,275
5,439
8,090
8,657
8,885
6,196
7,135
5,240
5,167
4,156
3,007
|
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Fuente: Nigel Bolland O. "Labour control in post abolition Belize",
Journal of Belizean Affairs, No. 9, Dic. 1979. Cuadro tomado de Higuera
Bonfil, “Fronteras”, Anexo 1.
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