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Las ceremonias agrícolas y su paulatino abandono
en Samahil, Yucatán

 

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Introducción

Durante el desarrollo de la investigación “Modernización agrícola en la zona henequenera de Yucatán”1 , cuyo objetivo era analizar el impacto del programa citrícola en el nivel de vida de los parcelarios, se abordó de manera colateral la práctica de la milpa de subsistencia por ser hasta hoy día una actividad productiva llevada al cabo por los citricultores como un complemento para su economía familiar.

      En las entrevistas y en el levantamiento de los cuestionarios referentes a la milpa se pudo constatar que a pesar de ser una actividad productiva realizada por un porcentaje elevado de los 58 citricultores entrevistados, habían elementos que manifestaban su pérdida de importancia ya no sólo como proveedora de maíz y de otros granos y verduras 2 sino también porque las ceremonias relacionadas con dicha práctica, en unos casos, ya no se realizaban y, en otros, se habían adaptado a patrones religiosos correspondientes a las iglesias católica y protestante.

      En el mismo sentido, se pudo observar que los jóvenes, hijos de los citricultores, son los que muestran menos interés por continuar llevando al cabo las ceremonias de la milpa.

      El objetivo del presente trabajo es la discusión de las diferentes causas que han influido entre los agricultores y sus hijos para que pierdan el interés  por las ceremonias tradicionales de la milpa y cual es su perspectiva actual con respecto a dichas prácticas profanas. No se investigó si los citricultores, quienes también tienen su sementera, practican algunas de las ceremonias propias de la milpa en sus parcelas citrícolas, lo cual podría ser factible, sobre todo entre los parcelarios mayores de 40 años.

      Planteado ya el problema, se pasará a exponer cuáles son las ceremonias correspondientes a las actividades agrícolas con el único objeto de que el lector tenga una idea del orden en que se realizan y su significado. De ninguna manera se pretende describirlas exhaustivamente porque esto sería objeto de otro trabajo. Se puede decir, que son varias  ceremonias y tienen que ver con cada una de las etapas del cultivo de la milpa que va desde la selección del monte hasta la cosecha

      El agricultor al elegir el monte donde sembrará su milpa ofrece saká 3 con el objeto de usufructuar el terreno y alejar a los animales ponzoñosos. Antes de proceder a la quema del monte, previo a la siembra de la milpa, también se ofrece saká para que los vientos de los cuatro puntos cardinales sigan una misma dirección y evitar los incendios. Al momento de iniciar la cosecha, los primeros y más grandes elotes son seleccionados para preparar pibinales4 que son depositados en los 4 altares levantados en cada uno de los puntos cardinales y también en el centro de la milpa. Por último, se encuentra la ceremonia del ch’a’a cháak cuyo objeto es la petición de lluvias para que no se sequen los elotes5 .

      Cabe destacar que en cada una de las ceremonias mencionadas las ofrendas son destinadas a los dioses cristianos y  mayas como los “señores del monte”, del viento, de los cuatro puntos cardinales y de la lluvia. Esto es, se observa un sincretismo religioso en el que se mezclan dioses católicos con los paganos.

 

La comunidad de estudio

El municipio de Samahil cuenta con 185.22 Km2 de superficie, lo que representa el 1.29% de la zona henequenera. Se localiza a 34 Km de la ciudad de Mérida,  limita al norte con Hunucmá, al sur con Chocholá, al este con Umán y al oeste con Kinchil y Tetiz. Además de la cabecera, el municipio cuenta con 2 comisarías: Tedzids y Kuchel (Diario de Yucatán, segunda sección, 8 de septiembre de 1980).

      Samahil es uno de los nueve municipios comprendidos dentro de la región oeste, que se caracteriza porque la actividad henequenera fue completamente erradicada para consolidar e impulsar la actividad citrícola, a raíz del Programa de Reordenación Henequenera y Desarrollo Integral de Yucatán iniciado en 1984 (Villanueva Mukul, 1993: 39).

      Los citricultores tienen en las actividades agrícolas (cítricos y milpa) sus principales ocupaciones, sobre todo entre aquellos mayores de 40 años, que por su edad ya no son susceptibles de ser contratados en las empresas del ejido.

      Samahil se localiza a unos 10 km de la Ciudad Industrial lo que facilita que los hombres, principalmente los jóvenes, puedan desplazarse a trabajar en las empresas instaladas en dicho lugar, tales como: POLIMERIDA, Sanjor, Campi. De la misma manera, las tres granjas avícolas instaladas en la comunidad (dos de Sanjor y una de Fernández) también son fuente de empleo para los jóvenes, hombres y mujeres, lo que ha favorecido el que tengan mayor interés por las actividades asalariadas que por las agrícolas (parcelas citrícolas y milpas).

 

Razones que han sido motivo para la práctica de las ceremonias agrícolas

Hasta hoy día los campesinos mayores de 50 años de edad aún le guardan respeto a los “señores del monte” que habitan en los terrenos donde llevan al cabo las labores referentes a la siembra de sus milpas. Una de las principales razones de este respeto es el “castigo” que reciben aquéllos que no efectúan las ceremonias correspondientes.

      Un informante de 64 años de edad aseguró que, a finales de la década de 1940, cuando su padre y sus hermanos se disponían a iniciar la cosecha sin haber hecho la ceremonia correspondiente, el primero dijo que él sería el encargado de levantar la primera calabaza y bajar el primer elote. Esto lo planteó, según el entrevistado, porque era de mayor edad y además responsable del cuidado de sus hijos. Al día siguiente su padre despertó con la cabeza cubierta de “chuchulucos” 6 (inflamaciones) por lo que recurrió a un hmen a quien le preguntó que debía hacer para curarse. Éste le sugirió que la única manera de acabar con el mal que lo afectaba era regresar al lugar donde se suscitaron los hechos y realizar una ofrenda que consistió en la preparación de saká que debía de untarse en la cabeza. Un día después de hacer lo recomendado por el yerbatero el “enfermo” se curó.

      Las ceremonias en las milpas no son anuales y esto responde a la idea de que es inadecuado “acostumbrar” a los “señores del monte” para evitar sufrir las consecuencias cuando por alguna razón no puedan llevarse al cabo.

      Por su parte, entre los jóvenes, hijos de los citricultores entrevistados, las prácticas de las ceremonias de la milpa están en franca decadencia porque sus creencias con respecto de los “señores del monte” han cambiado y, además, ya no están interesados en las labores referentes al cultivo de la milpa. Al cuestionarlos acerca de su negativa de practicar las ceremonias, argumentaron que no las realizaban porque éstas carecen de sentido y no se explican porque tienen que pedirle permiso al monte o demandar que caiga la lluvia ya que en ambos casos resulta inútil. Desde su propia perspectiva ni el monte ni las lluvias “tienen oídos para escuchar” las peticiones que se les hacen y por ello no tiene caso llevar al cabo las ceremonias.

 

Las ceremonias agrícolas y las causas de su paulatino abandono

La expansión del modo de producción capitalista y la difusión de las diversas doctrinas religiosas protestantes como forma más adecuada a él, incide sobre las maneras particulares de cohesión e identidad y esto es más evidente en las áreas marginales de expansión y principalmente en las comunidades que aún se aferran a sus formas tradicionales de subsistencia que, como la milpa, conlleva creencias mitológicas que conviven y se superponen al sincretismo religioso actual (Solís Medina, 1981: 72).

      En el caso de Samahil, son varios los factores que han influido en el cambio de perspectiva de los productores, principalmente de los jóvenes, con respecto de las ceremonias agrícolas. Se pueden encontrar explicaciones de índole social, económica y religiosa:

 

En el aspecto social

Está relacionado con las actividades productivas del campo, se puede decir que desde hace dos décadas la participación de los jóvenes en la preparación del terreno para la siembra de la milpa ha disminuido de manera considerable porque están más interesados en las labores remuneradas. Lo anterior se pudo apreciar porque durante el levantamiento de los cuestionarios se constató que el objetivo de los jóvenes era emplearse como obreros y no en apoyar a sus padres en el trabajo del campo.

      Esto significa que hasta las décadas de 1970, tanto los padres como sus hijos desempeñaban, entre otras labores 7, las actividades relacionadas con la siembra de la milpa. En otras palabras, los hijos eran socializados no sólo para realizar los trabajos respectivos sino también en la cosmovisión que sobre las ceremonias de la milpa tenían a sus progenitores.

      De hecho, se observaron casos de jóvenes que aun sin tener ocupación fija como obreros, albañiles o jornaleros al interior de la comunidad, se negaban a apoyar a sus progenitores en las labores de la milpa, no obstante que éstos necesitaban de su ayuda.

      En la actualidad, la responsabilidad de los trabajos agrícolas recae de manera específica sobre los progenitores, generalmente mayores de 40 años, quienes por su edad ya no los emplean en las empresas del municipio8 y de la región9 . Los jóvenes y los niños a pesar de no tener una participación directa en todo el proceso de la tumba del monte, siembra y cosecha de la milpa, de alguna manera están socializados con respecto a la cosmovisión existente alrededor de las ceremonias agrícolas, aunque ya no sean participes de ellas.

CUADRO 1

ACTIVIDADES REALIZADAS POR LOS HIJOS VARONES

OBRERO

ALBAÑIL

CONTADOR PRIVADO

DEPENDIENTE

OTRO

ACT. AGRICOLAS

EST. PRIMARIA

EST. SECUNDARIA

30

6

2

1

3

8

24

12

FUENTE: CUESTIONARIOS LEVANTADOS EN SAMAHIL, YUC.

      Entre los adultos, hombres mayores de 40 años, a pesar de que tuvieron una mayor socialización en lo que a las prácticas agrícolas se refiere, su perspectiva con respecto a las ceremonias es variada. Para algunos de los entrevistados, la realización de las ceremonias ya no forma parte de sus actividades tradicionales al declarar que dichas prácticas eran propias de sus padres y abuelos. Otros entrevistados plantearon que las llevan al cabo de vez en cuando, argumentando que no es conveniente “acostumbrar al monte” a las ceremonias porque cuando, por alguna razón, dejan de hacerlas, les puede sobrevenir una desgracia que se traduce en enfermedad o mala cosecha. Afirman que hay montes en los que, por decirlo de alguna manera, nunca se han llevado al cabo ceremonias agrícolas y que por ello es mejor que no se practiquen en ellos, ya que de lo contrario se acostumbrarían y después habría que efectuarlas cada vez que se utilicen para la siembra de milpas.

 

En el aspecto económico

Está relacionado de manera directa con las actividades productivas que realizan los integrantes de las Unidades Domésticas, se puede decir que la especialización laboral también ha contribuido de manera negativa en el paulatino abandono de las ceremonias agrícolas. Esto significa, como se ha dicho, que mientras los mayores de 40 años se avocan a los trabajos agrícolas, los jóvenes se ubican en las empresas locales y de la región.

      En el caso de los mayores de 40 años, las diversas ocupaciones que tienen que desarrollar en las parcelas citrícolas10 , algunas veces apoyados por las mujeres y los niños, ha influido en que disminuyan las extensiones milperas y, por consiguiente,  los montos de las cosechas. Los exiguos ingresos, de un porcentaje elevado de los agricultores, no les permite disponer de recursos para invertir en las milpas, ya sea en la compra de agroquímicos o en la contratación de jornaleros para ampliar sus extensiones. Esto se traduce en la disminución del monto de las cosechas obtenidas y si se le agrega lo aleatorio de las precipitaciones pluviales, el problema se complica aún más.

      En términos generales, se puede decir que la falta de tiempo y de recursos económicos es lo que ha influido entre los productores para disminuir las extensiones agrícolas y con ello el monto de las cosechas. A manera de ejemplo, con base a Quesnel, se plantea que un agricultor con la ayuda de sus hijos mayores de 7 años puede cultivar 4 hectáreas de milpa que de lograrse una buena cosecha (800 kg/ha), tendría un excedente de una tonelada, después de satisfacer las necesidades familiares y de destinar una parte para semilla (Quesnel, 1983: 15). En el caso de Samahil actualmente las extensiones milperas, en un porcentaje elevado de los casos, están por debajo de las 3 hectáreas, lo que significa que la producción es insuficiente para satisfacer las necesidades familiares (ver cuadro 2).

      Se sugiere que lo anterior ha sido determinante para que las ceremonias agrícolas pierdan la importancia que tuvieron en décadas pasadas. Si se parte de que para la realización de las ceremonias se requiere en primera instancia una producción que sea suficiente para destinar una parte de ella al consumo familiar y otra para la preparación de las ofrendas, se concluye que esto no siempre es posible

CUADRO 2

EXTENSIONES MILPERAS CULTIVADAS Y NUMERO DE PRODUCTORES

O HA.

-1 HA

1 HA

2 HA

3 HA

20

14

13

5

6

FUENTE: CUESTIONARIOS LEVANTADOS EN SAMAHIL, YUC.

      En primera instancia, la preocupación del agricultor es asegurar una cantidad de maíz para la alimentación familiar, cuando menos para algunos meses, lo cual resulta incompatible con los requerimientos para las ofrendas.

      En décadas pasadas, cuando las extensiones milperas eran de un promedio de 4 hectáreas por unidad doméstica y además las condiciones 11 eran favorables para obtener buenas cosechas, los productores tenían mayor capacidad económica para la realización de las ceremonias. De hecho, ya sea de manera individual o colectiva12 , destinaban una parte de la cosecha para la preparación de los alimentos que entregaban como ofrenda a los “señores del monte” y a Dios.

      Por todo lo expuesto, se puede decir que los jóvenes al estar desvinculados, en gran medida, de las actividades agrícolas para dedicarse a trabajar como obreros asalariados, su perspectiva con respecto del significado de las ceremonias tradicionales ha dado un giro sustancial.

 

En el aspecto religioso

Se puede decir que éste en algunos casos, también ha influido de manera determinante en el abandono de las ceremonias agrícolas tradicionales y en otros ha permitido que dichas prácticas se adecuen a las condiciones actuales.

      La aparición de grupos religiosos protestantes (testigos de Jehová, pentecosteses, adventistas, presbiterianos) ha sido factor que influyó entre los productores para dejar la práctica de las ceremonias agrícolas tradicionales, cuando menos desde la perspectiva en que se acostumbraban realizar.

      En principio, los seguidores de las mencionadas iglesias protestantes en lugar de realizar las ceremonias en las milpas optan por acudir a sus respectivos templos donde llevan sus ofrendas y le piden a Dios su benevolencia o le agradecen los bienes recibidos.

      Entre los católicos también se observa este comportamiento de acudir a la iglesia para agradecer a Dios la cosecha recibida, para lo cual también llevan sus ofrendas que consisten básicamente en una selección de las mejores mazorcas.

      En lo que respecta a los protestantes y católicos se puede decir que existe una diferencia sustancial en cuanto a su perspectiva con respecto de la función de las ceremonias agrícolas o las ofrendas llevadas a los templos e iglesias. Los protestantes, a diferencia de los católicos, han dejado de creer en los “señores del monte” que, junto con Dios,  les prodigaban el maíz para la alimentación familiar. En la actualidad únicamente confían en Dios y es a él a quien le piden y agradecen las cosechas (ver cuadro 3).

      Las ofrendas llevadas a la iglesia no es  una costumbre reciente sino que ésta se viene realizando desde hace varias décadas, aunque desde luego ha sufrido adecuaciones que son resultado de la reducción de las extensiones cultivadas y del monto de las cosechas obtenidas. Es decir, hacia finales de la década de 1950 y principios de 1960, según plantearon los informantes, cuando las extensiones de milpa estaban alrededor de las 4 hectáreas por unidad doméstica, la producción obtenida era suficiente para satisfacer las necesidades familiares y además se destinaba una cantidad de maíz para preparar atole nuevo13 y pibinales y que después de ser ofrecidos en el altar de la iglesia se repartían entre los asistentes y vecinos. Estas ofrendas, como es de suponerse se realizaban constantemente debido a que los agricultores acostumbraban llevarlos a la iglesia.

      En la actualidad, debido a la reducida producción agrícola, en un porcentaje elevado de los casos estudiados, si bien los agricultores continúan realizando las ofrendas en la iglesia, éstas ya no son suficientes para distribuirlas entre los presentes. Tal vez por esta razón hay productores que realizan sus ofrendas en los altares domésticos y en donde los únicos participantes son los moradores y algunos vecinos.

CUADRO 3

ACTIVIDADES CEREMONIALES Y NUMERO DE PRACTICANTES DE ACUERDO O SU RELIGIÓN

NUMERO

CEREMONIA

RELIGIÓN

3

PRIMICIAS

PROTESTANTE

3

PRIMICIAS

CATÓLICA

3

PERMISO PARA LA QUEMA

CATÓLICA

1

CHA’A CHÁAK

CATÓLICA

12

NO HACEN MILPA

CATÓLICA

8

NO HACEN MILPA

PROTESTANTE

19

NO HACEN CEREMONIAS

CATÓLICA

9

NO HACEN CEREMONIAS

PROTESTANTE

FUENTE: CUESTIONARIOS LEVANTADOS EN SAMAHIL, YUC.

 

Consideraciones finales

El paulatino abandono de las ceremonias agrícolas en Samahil obedece, como se ha discutido, a diferentes factores, entre los que destacan los de índole social, económico y religioso. En el caso de los dos primeros se puede decir que están interrelacionados ya que unos y otros repercuten en el comportamiento y perspectiva de los pobladores con respecto a las mencionadas ceremonias agrícolas.

      En principio, conviene hacer una apreciación con respecto de los factores sociales y económicos y plantear que la influencia de ellos en los agricultores está mediada por la edad y la actividad productiva que realizan. De hecho, las ceremonias agrícolas las llevan al cabo aquellos que aún continúan vinculados a la milpa de subsistencia y que son los productores mayores de 40 años. Aún dentro de este grupo de edad, se aprecia la tendencia a realizar las ceremonias agrícolas de manera esporádica, según plantean, para “no acostumbrar a los señores del monte”. Así, evitan sufrir alguna enfermedad o la pérdida de la producción milpera.

      En el caso de los jóvenes, éstos a pesar de haber sido socializados desde temprana edad en los trabajos del campo, de manera paulatina se han ido involucrando en las empresas locales y de la región donde se desempeñan como obreros y, en menor medida, otros se desplazan a la ciudad de Mérida. Una vez en las empresas, los jóvenes dejan de participar en las actividades de la milpa y en las de sus propias parcelas, siendo sus progenitores los responsables de ellas. En algunos casos, los jóvenes apoyan a sus padres únicamente en sus días de descanso.

      Este comportamiento en el que la agricultura  ha dejado de ser parte importante del quehacer de los jóvenes para dar lugar a los trabajos asalariados en las empresas de la región o en Mérida, ha contribuido en el cambio de su perspectiva y no únicamente en el significado de las ceremonias agrícolas sino también en lo que se refiere a la milpa como medio de acopio de granos para el sustento familiar.

       También, la introducción del protestanismo se ha convertido en un factor determinante para que los adultos y jóvenes, cada vez en mayor número, abandonen las ceremonias agrícolas tradicionales. A partir de este hecho, sus seguidores no consideran necesario llevar al cabo las mencionadas ceremonias para los “señores del monte” sino que ahora su única intención es agradecer a Dios los favores recibidos, por lo que las ofrendas son llevadas y presentadas en sus respectivos templos.

 

Bibliografía

 

Este material apareció publicado en: Revista  de la Universidad Autónoma de Yucatán. Vol. 16-17 Núm. 219-220. Octubre-Diciembre de 2001/Enero-Marzo de 2002. ISSN 0186-7180

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