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3.
UN DÍA
SIN NOMBRE |
U n día
dijo Tutul-Xiu: – “Aquí me voy.
Esto se llamaba un día Ciudad Santa.
Hoy se llama infierno”
Y es que había llegado la hora del katún,
Y el katún que llega y no encuentra casa nueva puesta,
Se molesta.
Y mejor no haber nacido nunca
Que vivir bajo un katún molesto.
Esto bien lo sabía Tutul-Xiu.
Juntó pues a su gente y dijo: – “Vámonos”
Y se fueron.
Ese día se quedó sin nombre,
Pero del grueso del tronco de la ceiba era su dolor
Y nadie sabe hasta dónde llegaban sus raíces,
Y las hojas más tiernas de sus ramas eran como el dibujo
más delicado adornando aquellas piedras.
Ahí te quedas, Mayapán, para siempre sola!
Duerme, sueña.
Sueña que mandas todavía,
Sueña que todavía coges.
Hasta el día en que viene la tierra y te recoge.
Palabras de guerra te acabaron;
Imperio de guerra,
Epoca de guerra,
Sonido de guerra, te doblaron.
Este es el día del llanto de las moscas,
En que los zopilotes vendrán a pavonearse
por tus casas.
La carga del katún está bajada, y ligada.
La flor obscura de hondo cáliz,
La inclinada,
La pegajosa flor de pedernal;
La de laurel, la del pie torcido,
La bella mordisqueada del cacao,
Todas,
Han sido chupadas por los nefastos murciélagos.
Sin espejos en el pelo nos vamos.
Ha llegado para ti la hora de los gavilanes de la noche,
Y de la lamida de la Lengua del Tigre.
Lo que me llevo ahora es lo que te traje un día:
Verdaderos hombres y una limpia estera.
Ya nos avisa el katún, ya nos llama el zacatán.
Un nuevo enigma nos espera.
Ya nos vamos.
Ahí te quedas, Mayapán!
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