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Hamacas, erotismo y medicina:
Una visión histórica y antropologica


 


 
 

1. Una significativa contribución americana.

Al modo que en sus nidos,
que cuelgan de las ramas,
las tiernas avecillas
se mecen y balanzan;
con movimiento blando,
en apacible calma,
así soy yo voy y vengo
sobre mi dulce hamaca
"¡Salud, salud dos veces
al que inventó la hamaca!"

Suspendidas entre puertas,
en medio de la sala,
¡qué cama tan suave
tan fresca y regalada!
Cuando el sol con sus rayos
ardiente nos abraza,
¿de qué sirven las plumas
ni las mullidas camas?
"¡Salud, salud dos veces
al que inventó la hamaca!"

Con estas bellas y sutiles décimas, el médico, literato y patriota colombiano José Fernández Madrid (1789-1830) agradece infinitamente a los creadores de la hamaca por los -quizá- mejores momentos de su agitada vida (Erasto,1982:187-190).

   Conveniente es preguntarse: ¿Quiénes fueron los inventores de la hamaca? ¿Cuándo y cómo se difundieron por algunas regiones americanas? ¿Cuándo entraron a la Península de Yucatán? ¿En qué momento fueron conocidas por primera vez por los europeos? ¿Qué usos se les han encontrado? ¿Qué vinculaciones se pueden establecer entre las hamacas y las prácticas médicas tanto indígenas como occidentales?

   De acuerdo a la documentación disponible, las hamacas tienen su origen en los grupos nativos pertenecientes a la cultura arawak o arahuaca, que se extiende por el norte de Sudamérica, es decir, en los territorios correspondientes a Venezuela, Colombia, Brasil y las Guayanas.

   La difusión regional alcanzó las cálidas regiones tropicales limitadas por las líneas geográficas de Cáncer y Capricornio, por lo que ahora se les encuentra en toda la América ecuatorial desde México hasta el Paraguay.

   El miércoles 17 de octubre de 1492, los hombres de Cristóbal Colón visitaron la isla antillana denominada Fernandina donde encontraron que sus casas "eran de dentro muy barridas y limpias, y sus camas y paramentos de cosas que son como redes de algodón." Con esta anotación en el diario del explorador genovés se tiene la primera descripción -aunque sea vaga- del menaje americano.

   Luego, el navegante portugués Pedro Alvarez Cabral descubre las costas del Brasil en abril de 1500, y por supuesto, también da cuenta de la existencia de las hamacas.

   No fue sino hasta 1537 cuando el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo en la Historia General y Natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano hace la primera descripción minuciosa de la hamaca.

..bien es que se diga qué camas tienen los indios en esta isla Española, a la cual cama llaman hamaca; y es de aquesta manera: una manta tejida en parte, y en partes abierta, a escaques cruzados, hecha red (porque sea más fresca). Y es de algodón hilado de mano de las indias, la cual tiene de luengo diez o doce palmos, y más o menos, y del ancho que quieren que tenga. De los extremos de esta manta están asidos e penden muchos hilos de cabuya o de henequén (...) Aquestos hilos o cuerdas son postizos e luengos, e vanse a concluir cada uno por sí, en el extremo o cabos de la hamaca, desde un trancahilo (de donde parten), que esta fecho como una empulguera de una cuerda de ballesta, e así la guarnescen, asidos al ancho, de cornijal a cornijol, en el extremo de la hamaca. A los cuales trancahilos ponen sendas sogas de algodón o de cabuya, bien fechas, o del gordor que quieren; a las cuales sogas llaman hicos (porque hico quiere decir lo mismo que soga, o cuerda); y el un hico atan a un árbol o poste, y el otro al otro, y queda en el aire la hamaca, tan alta del suelo como la quieren poner.

E son buenas camas e limpias, e como la tierra es templada, no hay necesidad de ropa encima, salvo si no están a par de algunas montañas de sierras altas donde haga frío (...) Pero si en casa duermen, sirven los postes o estantes del buhío, en lugar de árboles, para colgar estas hamacas o camas; e si hace frío, ponen algunas brasas, sin llama, debajo de la hamaca, en tierra o por allí cerca, para se calentar.

   Precisamente en esta obra aparece por primera vez un interesante grabado que muestra la hamaca suspendida de dos palmeras, sin embargo el artista tuvo evidentes problemas técnicos pues la presentación de la superficie de reposo es presentada en forma vertical, lo cual seguramente resultaba inverosímil para el lector europeo (1959:117-118).

   Fray Bartolomé de Las Casas también las describe con detalle, añadiendo que una buena anchura de la hamaca permite que la persona se acueste en forma atravesada. Además afirma que "quien usa dormir en ellas cosa es descansada", que "son muy limpias" y que en el verano europeo "serían harto estimadas"(1951:214). Esto último resultó profético pues ahora un buen número de hamacas americanas se venden a Holanda, Alemania, Francia e Inglaterra.

   Menos conocido que Oviedo y Las Casas, el fraile dominico Tomás de la Torre detalla en 1545 que en Tabasco y Chiapas, la "Hamaca es una red de cordeles delgados de un [tal] arte hecha que, sin verse, no se puede bien declarar (...) Y en estas duermen comúnmente los indios, los hombres digo..." (Citado por Ruz, 1994:134).

 

Las hamacas en México

La mayoría de expertos del mundo maya señalan que las hamacas fueron introducidas por los conquistadores españoles en la península de Yucatán. Fray Diego de Landa no las menciona en su Relación de las Cosas de Yucatán, sin embargo algunos arqueólogos contemporáneos señalan la existencia de algunas vasijas que representan a dignatarios mayas recostados en algo similar a una hamaca.

   Durante la época colonial el empleo de las hamacas en Yucatán se generalizó, de tal manera que los viajeros, aventureros y exploradores europeos que cruzaron la península en el siglo XIX relatan su uso cotidiano por todas las clases sociales incluyendo ellos mismos. El viajero austriaco Federico de Waldeck en su Viaje pintoresco y arqueológico a la Provincia de Yucatán, 1834 y 1836, recomienda abstenerse de ingerir bebidas alcohólicas, no descubrirse la cabeza bajo lo inclementes rayos del sol y "...cuando está uno forzado a dormir a campo raso, es necesario desvestirse enteramente, envolverse en una frazada y acostarse así en su hamaca".

   El norteamericano John Stephens (1805-1852) y el dibujante inglés Frederick Catherwood (1799-1854) durante las exploraciones en las abandonadas ruinas mayas siempre cargaron con sus inseparables hamacas.

   En el puerto de Sisal, el científico francés Arthur Morelet menciona haber dormido con inmenso placer en la hamaca "...arrullado por el murmullo de los cocoteros y por el ruido lejano del mar (...) este gozo lo sentía plenamente en mi cama aérea".

   Désiré Charnay, otro viajero francés que estuvo en Yucatán en 1882 describe como el mobiliario de la vivienda ocupada por las familias mestizas "...se reduce a la hamaca, uno o dos cofres para guardar los vestidos de los días de fiesta, y una butaca de cuero y de respaldo bajo". También relata como estas hamacas son los "...únicos lechos adoptados por los indios".

   Las primeras fotografías del explorador inglés Alfred Perceval Maudslay en sus recorridos por Guatemala y México muestran la presencia de las hamacas en los campamentos colectivos y en su propio alojamiento en la Casa de las Monjas en Chichén-Itzá. Tal residencia es calificada como "excelente" y añade que "Incluso fuimos capaces de conseguir una cierta comodidad".

   Los viajeros extranjeros en el Istmo de Tehuantepec también dejaron constancia escrita de sus vivencias en las hamacas. El gobierno francés de Napoleón III envió con fines políticos-económicos al abate Charles Etiene Brasseur para informar de las características estratégicas del comercio a través del mencionado istmo antes de la construcción del canal interoceánico en Panamá. En la crónica de su estancia durante 1859-1860 nos deja el siguiente pasaje lleno de lirismo al dormirse al aire libre:

   Una gran hamaca de tejido higiénico en cinco o seis dobleces, me sirvió de colchón y me tendí cubierto por mi cobija, con la cabeza apoyada en mi mochila como almohada. La noche estaba tranquila y serena más allá de toda expresión; una frescura suave y perfumada con emanaciones lejanas de la selva, daba a mis sentidos una languidez deliciosa que contrastaba con el aire caliente y viciado que respiraba algunos minutos antes (en un cuartucho de hotel).

   Por encima de mi cabeza miles de estrellas de oro, de un tamaño desacostumbrado, se desprendían de la bóveda azul que, hasta en sus infinitas profundidades, parecía inundada por una especie de polvo luminoso, donde mis ojos absortos buscaban incesantemente descubrir nuevas constelaciones. Esta insignificancia, con la cual nada se puede comparar en las frías regiones de nuestra Europa, me arrastraba de fantasía en fantasía; yo me transportaba a un mundo ideal, creyéndome en tiempos antiguos (...) En esta contemplación deliciosa poco a poco olvidé el cielo y la tierra, los mosquitos y el rancho (...) mis ojos embotados se cerraron y pronto dormía profundamente.

   El artista alemán Johann Moritz Rugendas (1802-1858) dejará numerosos ejemplos del empleo cotidiano de las hamacas en las zonas tropicales de México, tanto en la costa del Golfo como del Pacífico.

 

Descripciones actualizadas

   Todas las etnografías contemporáneas en Yucatán, Quintana Roo y Campeche, señalan el uso habitual de la hamaca en los hogares indígenas pero también en los espacios urbanos donde mejora la calidad de los materiales hilados.
   En la península de Yucatán existen seis clases de hamacas de acuerdo al material con que están elaboradas: de "mecate" o hilo corriente, de hilo de mecate más fino, hilo fino de henequén tipo Chemax, la de cáñamo, de lienzo o lona, y la de lujo que es denominada de "hilera".

   Debido a la elevada demanda interna y turística, la industria de las hamacas constituye una notable aportación económica para cientos de familias mayas. Entre otros pueblos peninsulares son famosas las hamacas urdidas o confeccionadas por los habitantes de Tixkokob, Cacalchén, Chumayel, Izamal, Mayapán, Pencuyut, Tihosuco, Teabo, Tekit, Tipical y Calkiní.

   Para los lacandones de la selva chiapaneca es el principal elemento del mobiliario doméstico. Son muy angostas y cortas por lo cual han sido consideradas como "sumamente incomodas", aparte de que son elaboradas con fibra de henequén, cortezas de árboles y lona gruesa de importación. En los últimos años algunas comunidades lacandonas ya han cambiado a catres de lona.

   Fuera del ámbito maya se ha reportado la utilización de las hamacas entre los mixes y los zapotecos de Oaxaca, grupos indios y mestizos en las costas de Tabasco, Veracruz y Guerrero. Cabe mencionar que en muchos de estos lugares existe un uso complementario de camas, catres, petates y hamacas. Por ejemplo, en la costa de Chiapas acostumbran dormirse en las hamacas pero cuando disminuye el calor se pasan a la cama.

   En Juchitán que es la segunda ciudad más poblada del estado de Oaxaca, se elaboran hamacas de excelente calidad que se venden bien en las comunidades vecinas. Su empleo rural y urbano en el Istmo de Tehuantepec también es elevado.

   En el estado de Guerrero, los habitantes nahuas de Copalillo elaboran hamacas de diversa textura y calidad que venden en las zonas turísticas de Taxco, Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo y otros lugares de la República Mexicana.

   Precisamente en las zonas cálidas, los factores que favorecen el uso de la hamaca por encima de la cama son la frescura, el balanceo, la protección contra los abundantes insectos rastreros, el bajo costo de adquisición y mantenimiento, así como la posibilidad de ampliar el espacio doméstico al recoger la hamaca y detenerla de un sólo extremo.

 

2. Eros y Tanatos: Las hamacas en el ciclo vital

En la iconografía europea del siglo XVI al XIX aparece con frecuencia la figura del médico junto al paciente encamado y de hecho la palabra clínica deriva del griego klíne que significa lecho. Grabadores y pintores italianos, holandeses y otros nos brindan excelentes ejemplos de esta asociación. Con el descubrimiento del continente americano los artistas europeos representaron imágenes semejantes pero esta vez al médico indígena se le observa curando con elementos propios como el tabaco y con el enfermo confortablemente acostado en su hamaca (Wilbert, 1987:12,16).

 

El universo de la holganza, el reposo y la reflexión

En el mundo occidental, la hamaca evoca el disfrute de la holganza. La publicidad turística de agencias de viajes, compañías aéreas, complejos hoteleros, instituciones bancarias, entidades gubernamentales e incluso las empresas cervecera, cafetalera y otras, repiten con frecuencia las imágenes de individuos reposando en una hamaca guindada en fuertes y verticales cocoteros.

   Las representaciones visuales son románticas, idílicas y paradisíacas e invitan al ocio, al descanso y el reposo. Vacacionar en los sitios turísticos de la América tropical ya incluye en el paquete básico, el gozo ilimitado de la hamaca.

   Debemos recordar que estas significativas alusiones de la hamaca por la civilización occidental no son recientes, prácticamente fueron creadas desde que se difundieron en Europa los famosos grabados editados por Teodoro De Bry en Francfort, Alemania de 1590 a 1634. Según el hispanista J.H. Elliott, la América De Bry fue durante unos doscientos años la única y más completa referencia del mundo americano:

   Era a De Bry a quienes los lectores de la época acudían para descubrir la apariencia y las costumbres de los indios americanos; y era también a De Bry a quien acudían para obtener descripciones pormenorizadas de los primeros encuentros entre los europeos y los pueblos autóctonos del Nuevo Mundo, y pavorosas imágenes de la conquista española de las Indias (1995:7).

   En esa obra se exhibe por primera vez la hamaca (o chinchorro) como un mueble cotidiano en la vida indígena americana pero también se descubre la apropiación del mismo para la comodidad del hombre europeo. En este sentido, resulta ejemplar el grabado donde aparece el viajero italiano Girolamo Benzoni, autor de La Historia del Mondo Nuovo (1565), en una hamaca platicando con un cacique nicaragüense.

   Sir Walter Raleigh en su búsqueda de El Dorado se relaciona con los indios que habitan la Guayana en el litoral continental. Relata que gustan mucho de las bebidas vegetarianas y que suelen disfrutar tales brebajes en la amplia comodidad de sus hamacas.

   Grabados y pinturas de siglos posteriores muestran a mujeres afanosas preparando la comida mientras que los hombres descansan. Ello dio origen a la leyenda negra del apático, perezoso y holgazán indio americano. El mito de la haraganería nativa se extendió por doquier.

   El ingeniero francés Armando Reclus (1843-1927), al explorar el istmo de Panamá observa el extremo peligro de las hamacas para los hombres en la América tropical:

¡Las hamacas, amigos [sic] pérfidos, más peligrosos [sic] que el clima, la prostitución y la embriaguez! Se las encuentra por todas partes, en todas las habitaciones de la casa, o ya suspendidas de las ramas en los bosques. Parece que os llaman, que os convidan; ellas os mecen deliciosamente en aquella cálida atmósfera durante la pesadez que después de la comida se apodera del cuerpo. ¡ Se estira uno en ellas con tanta satisfacción, después de una excursión por la selva! ¿Dónde mejor que en aquel lecho aéreo puede lucharse con cualquier inoportuna idea, en tanto que con los ojos entornados se miran ascender las azuladas espirales de humo que despide el cigarro?

   ¡Desgraciados de vosotros si vuestra alma no está lo bastante bien templada para resistir la molicie de aquel lugar de perdición, porque bien pronto pasaréis allí los días enteros, sin tener fuerzas para salir; el hombre más activo se convertirá en un indolente, soñoliento siempre, al que minará la anemia. El primer deber de todo aquel que quiera conservar su energía física y moral, es declarar una encarnizada guerra a la hamaca. El dictador que dispusiera de bastante poder para hacerlo y decretara la inmediata destrucción de todas ellas, haría al país el servicio más grande y digno de tenerse en cuenta cuando se hablara de los realizados en pro del mejoramiento moral y material del país. (1982 [1881] :73)

A pesar de las fantasiosas y ridículas recomendaciones de los europeos, los trabajos etnográficos contemporáneos demuestran la existencia de otros ritmos de trabajo, otros valores y otras normas muy diferentes al concepto occidental de trabajo/reposo. El antropólogo mexicano Miguel Covarrubias lo define así:

Nada es tan ajeno a la realidad como el concepto que se tiene de que la vida en el trópico no es más que un descanso tranquilo en una hamaca, el entonar una melodía al son de una guitarra y el apenas estirar de un brazo para alcanzar una fruta deliciosa que pende de un árbol para saciar el hambre. Lo cierto es que, ya sea en trópico o en cualquier otro sitio, tanto hombres como mujeres y niños deben trabajar arduamente en el desarrollo de sus labores (1980:347).

   Los zapotecos del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, México, "trabajan con calma, sin prisa, deteniéndose en ocasiones para mecerse en una hamaca hasta refrescarse" (Ibid, 339) y más adelante relata que "Una vez terminada la comida y después de un suculento festín, la familia se recuesta en las hamacas para dormir una siesta antes de continuar sus labores en la tarde" (ibid, 440).

   En general, los indios americanos de regiones cálidas trabajan más en la recolección de frutos, la cacería, la agricultura y otros menesteres, durante la madrugada para evitar los fortísimos rayos solares, reposan al medio día y restablecen actividades laborales al atardecer. Como se observa es un ritmo completamente diferente al impuesto por occidente.

   Por otra parte hay que mencionar que el empleo de la hamaca tiene un significado de riqueza cultural que sólo puede ser analizado en función de la comparación con aquellos pueblos que carecen de ella y que duermen en el suelo. Para el antropólogo francés Claude Levi-Strauss la pobreza estaría representada por la ausencia de una hamaca para dormir:

   Entre los indios de América Tropical a quienes se debe la invención de la hamaca, la pobreza está simbolizada por la carencia de este utensilio y de cualquier otro que sirva para dormir o descansar. Los nambiquara [pueblo de la amazonia brasileña] duermen en el suelo y desnudos. (1976:273)

   Por esta razón, a este pueblo se le considera como uno de los más pobres del continente en términos materiales.

   Por el contrario, en el plano de la espiritualidad y la reflexión tenemos a los individuos que emplean la hamaca más allá de las funciones de reposo y descanso como un lugar de meditación individual y colectiva. Entre los kunas del Panamá las asambleas nocturnas que se realizan en la casa comunitaria o Casa del Congreso, son dirigidas por los sailas (autoridades locales), quienes sesionan cómodamente sentados en sus hamacas (Cobb, 1986:488-9). Más allá de esa comodidad, en la cosmovisión del pueblo kuna, las hamacas ubicadas en el centro de la Casa son sagradas y representan

   ...el regazo de la Madre Tierra de la que, los que la invocan, extraen su sabiduría. De acuerdo a la tradición primigenios en medio de la sangre, fueron introducidas a la Casa del Congreso por el héroe cultural Tatipe, esta situación les confiere una potencia sagrada y las hace aptas sólo para los sailas, nadie más puede utilizarlas. (M. Bartolomé y Alicia Barabas, 1998:168, citando a J. Howe).

   Y todo aquel que se atreva a usarlas -no siendo autoridad- son castigados con un manojo espinoso.

   Por otra parte, también es frecuente que los hombres piensen en su futuro personal y social e incluso incuben productos artísticos como el mismo Levi-Strauss quien:

Una tarde, cuando todo dormía bajo el calor aplastante acurrucado en mi hamaca y protegido de las "pestes" como se dice allá, por el mosquitero cuya etamina cerrada vuelve el aire menos respirable aún, me pareció que los problemas que me atormentaban proporcionaban material para una pieza de teatro. La concebí con tanta precisión como si ya estuviera escrita (...) Durante seis días escribí de la mañana a la noche. (1976:380)

   Sin duda, guerrilleros como Ernesto "Ché" Guevara y el subcomandante Marcos han legado lecciones de política y estrategia militar desde el apacible balanceo de sus respectivas hamacas. Este último, en una de sus recientes comunicaciones refiere en sus ya muy celebradas posdatas:

Estaba yo una tarde con el Pedrito fumando los dos (él un cigarro de chocolate y yo la pipa) cuando entonces se me da el quererme hacer como el Viejo Antonio, y empiezo a aleccionar al Pedrito (tojolabal, dos años cumplidos) sobre la vida y oros [sic] dolores. Y empiezo a decirle: -Mira Pedrito, hay cosas que debes saber para cuando crezcas. Cosas importantes como hacer el nudo de las botas, abrocharte la camisa sin que te sobren botones, acomodarte en la hamaca, encender la pipa con la cazuela boca abajo, y otros etcéteras que ya irás aprendiendo. Pero ahora vamos a hablar de cuando un hombre ama a una mujer... (La Jornada, septiembre 1998:6).

   Sus enemigos políticos en el gobierno no le perdonan al subcomandante su rebeldía e insubordinación. Así el coordinador de asesores del Secretario de Gobernación le reclama públicamente que:

No se vale que tenga de rehenes a los mexicanos y que un puñado de hombres quebranten el estado de derecho. "No se puede estar acostado en una hamaca, entre las ramitas y fumando una pipa y desde allí exigir justicia social" (La Jornada, marzo de1998:6).

 

Un espacio de placer y erotismo

En la película mexicana "La Tarea" dirigida por Jaime Humberto Hermosillo, una de las escenas inolvidables es aquella donde la pareja realiza una serie de acrobacias amorosas en una móvil y espaciosa hamaca. En la literatura latinoamericana no faltan descripciones de su utilidad en el campo del erotismo. El mismo Dr. José Fernández Madrid expresaba:

Ven, que los dos cabemos,
Amira idolatrada;
sobre mi pecho ardiente
ponme tu mano blanca.

¿No sientes cuál me late?
¿No sientes cuál me abrasa?
¡Oh Amira encantadora!
¡Oh sonrisa! ¡Oh palabras!
"¡Salud, salud dos veces
al que inventó la hamaca!"

Igualmente en el terreno de la pintura y la fotografía existen obras que expresan una gran vitalidad que traslucen el placer y la sensualidad. De hecho, ya apareció en Cancún, Quintana Roo un calendario correspondiente a 1998 donde una pintora, Ana Barreto, nos ilustra las enormes posibilidades del amor en lo que han denominado el "hamaca-sutra, el arte de amar en hamaca" (López-Beltrán, 1997). Los yucatecos afirman -con sonrisas incontenibles- que la posición más difícil es aquella donde los dos amantes se encuentran en la hamaca... pero ¡parados!

   En el terreno antropológico son escasas las referencias con esta temática y algunos estudiosos del folklore se han resistido a escribir sobre este asunto tan íntimo como delicado.

   De la poca información que hemos recolectado sobresalen los siguientes datos:

   Los wayanos de Surinam cuentan el siguiente mito sobre una mujer insaciable:

Mientras una muchacha trepa a un árbol kumu, un hombre le mira la vagina. La muchacha se niega acostarse con él en el bosque pero le propone ir a la aldea. Allá se tienden en una hamaca pero aunque el hombre está cansado, ella no quiere dejar de hacer el amor. El semen del hombre cae a las nueces de kumu que ha puesto la muchacha bajo la hamaca. A insistencia de ella, el hombre la penetra nuevamente, pero su pene, ya hinchado y alargado, le rompe la vagina. (p.39).

   En los pueblos ribereños del Orinoco recorridos en el siglo pasado por el médico francés Jules Crévaux, encuentra un ritual iniciático llamado maraké . Tal ceremonia:

   ...es un suplicio impuesto a niños de 8 a 12 años de edad y a los adultos que aspiran a casarse (...)

   [Después de una noche de danzas] Al amanecer los bailarines se quitan los trajes, y en seguida empieza el suplicio del maraké. El piay [o curandero] Panakiki hace que tres hombres cojan a uno de los aspirantes al matrimonio: el uno le sujeta las piernas, el otro los brazos y el tercero le echa la cabeza atrás. Entonces le aplica al pecho los aguijones de un centenar de hormigas que están sujetas por medio del cuerpo en un enrejado de junco. Estos instrumentos de suplicio son de formas muy raras representando un cuadrúpedo o una ave fantástica. A continuación aplica a la frente del paciente otro enrejado lleno de avispas, y luego hace que unos y otros insectos le piquen alternativamente todo el cuerpo. El desgraciado sujeto a tal tormento cae infaliblemente acometido de un síncope y hay que llevarlo a su hamaca como un cadáver; una vez en ella se le amarra fuertemente con unas cuerdas trenzadas que cuelgan a uno y otro lado y se enciende un poco de fuego debajo de ella.

   El suplicio continúa sin interrupción: los desdichados pacientes son llevados uno tras otro a una cabaña; y como el dolor les obliga a hacer movimientos desordenados, las hamacas se balancean en todos sentidos, produciendo vibraciones que hacen retemblar la cabaña hasta el punto de temer que se derrumbe.

   Los jóvenes que han sufrido el maraké han de continuar en la hamaca quince días sin comer otra cosa más que un poco de cazabe seco y pececillos asados en las brazas.

   (...) Los [pueblos] apalais como los rucuyos no pueden casarse sin haber pasado por estas pruebas pues de lo contrario estarían expuestos a engendrar solamente hijos enclenques y enfermizos. (1981:182,183 y 220)

   Formas un poco más benignas de maraké son descritas en Venezuela por Marc de Civrieux entre los cumanagotos y etnias vecinas como los kari'ñas y caribanos (1980:225).

   Finalmente, mencionaremos la belleza y coquetería de las mujeres mestizas de toda América quienes encuentran en la hamaca a una aliada para sus seductoras aventuras.

 

El lugar del parto... y del sufrimiento paterno

Hay múltiples observaciones sobre la vivencia del embarazo, parto, puerperio y amamantamiento en hamacas.

   En el Istmo de Tehuantepec, la gente acostumbra colocar una escoba debajo del catre, cama o hamaca donde descansa o duerme la mujer embarazada o el recién nacido con la finalidad de ahuyentar a un ser diabólico (bi dxa') que acostumbra "chupar la sangre" del producto intrauterino o del bebé, provocando su muerte (Dr. R. Villalobos, comunicación personal, 1996)

   En la actualidad, todavía los mestizos e indígenas mayas peninsulares nacen, crecen, se reproducen y mueren en hamacas. Datos etnográficos obtenidos en Quintana Roo demuestran como:

Durante las primeras fases o dolores del parto, la mujer permanece en su hamaca recibiendo masajes abdominales (...) Posteriormente la mujer se pone de pie o de rodillas, ayudándose a sostener mediante un rebozo que se le pasa por las axilas y que se sujeta luego a uno de los travesaños de la casa. De rato en rato se le permite descansar recostándose en la hamaca. (Villa Rojas, 1985:164).

   Sin embargo, Brigitte Jordan, una investigadora alemana escribió en 1978 un texto ya clásico en la literatura antropológica acerca de la atención del parto en varias partes del mundo. Por primera vez describe con detalle el proceso de parto entre las mujeres mayas de Yucatán, pero a diferencia de las descripciones previas donde los investigadores no estuvieron presentes en el momento del parto, esta antropóloga si asumió personalmente dicha experiencia vital.

   En su obra describe las variadas posiciones ginecológicas tradicionales e incluye una interesante reseña del parto donde la mujer parturienta es atendida en hamaca (1978:15-44).
Entre los wayú o guajiros de Venezuela, el etnólogo Michel Perrín señala que:

La mujer está colocada en el interior de una choza, en la penumbra, o por la noche, a la luz de una vela, tendida en una hamaca bajo la cual se ha depositado una capa de arena sobre la tierra apisonada, para absorber los líquidos. esta fina capa de arena (shiinapala) puede también extenderse sobre un cuero colocado sobre la misma hamaca. La mujer da a luz generalmente en cuclillas, ayudada por su madre o una pariente próxima, o bien de pie, asiéndose a una barra horizontal. El cordón umbilical se corta , sea por cremación, con ayuda de un tizón encendido, sea con los dientes. (...) Según algunos médicos que las han observado, estas prácticas no tienen consecuencias desagradables, y el tétanos neonatal no se presenta (Perrin, 1986:158)

   El antes citado Levi-Strauss nos ofrece en un excelente artículo sobre la eficacia de la curación simbólica, una interpretación del canto indígena de los kuna de Panamá cuando existe un rarísimo caso de parto complicado. El curandero convoca a los espíritus protectores para que ayuden a la parturienta y les dice:

La enferma yace en su hamaca, ante vosotros;
su blanco tejido está extendido, su blanco tejido se mueve dulcemente.
El débil cuerpo de la enferma está extendido;
cuando ellos despejan el camino de Muu, éste chorrea algo como sangre;
el chorro se derrama bajo la hamaca, como la sangre, todo rojo;
el blanco tejido interno desciende hasta el fondo de la tierra;
en medio del blanco tejido de la mujer, un ser humano desciende... (1980:172-173).

   De esta manera se hace una manipulación curativa donde el chamán no interviene directamente en el cuerpo de la paciente ni tampoco utiliza algún remedio vegetal, animal u otro, espérandose un resultado, que con frecuencia resulta eficaz.

   Relacionado con la polaridad frío/caliente y sus desequilibrios, entre los zapotecos del Istmo se prohíbe el empleo de las hamacas en los primeros ocho días posteriores al parto porque puede producir "enfriamiento" a la madre y postergar su plena recuperación.

   Intentando tener más calor las indias rucuyas recién paridas acostumbran un baño de vapor dentro de su hogar: "...(la mujer) se tiende en una hamaca debajo de la cual se pone una piedra hecha ascua, la cual se riega con agua" (Crévaux, 1981:180).

   En varios grupos indígenas sudamericanos se acostumbra la llamada "couvade" o "cuvada" donde es el hombre el que tiene que permanecer varios días o semanas recostado en el chinchorro para que su hijo/a no tenga en lo futuro enfermedades diversas mientras que la mujer se va reintegrando a las actividades domésticas. Al parecer se trata de una protección dirigida a las deidades y/o espíritus relacionados con el agua y la tierra.

   Al explorador Carlos Wiener en su Viaje al Rio de las Amazonas y a las cordilleras (1879-1882) esta experiencia en el último caserío indígena del Alto Marañón en Perú, le pareció sumamente regocijante:

En barrancas he presenciado una escena doméstica divertida. la mujer había dado a luz el día anterior, un niño de color rojo, el cual estaba haciendo gestos y contorsiones en una hamaca minúscula, mientras su madre iba y venía desde donde él estaba al hornillo, y de éste a un rincón donde labraban vasijas de tierra cocida. El marido, de doliente rostro, lanzaba en su hamaca sordos gemidos. El infeliz tenía que cuidarse ocho días seguidos porque su mujer debía estar enferma ¡Pobre hombre! (1981:109)

Por su parte Crévaux relata la siguiente anécdota entre los rucuyos:

Al día siguiente llego a casa de otro conocido [rucuyo], el jefe Namoli; este no se haya en el desembarcadero; pero en su lugar encuentro al piay Panakiki, el cual me dice que el tamuchy [jefe de aldea] no puede salir de casa porque su mujer acaba de dar a luz un niño. "Si entras en su choza, me dice, tus perros morirán enseguida." Poco cuidado me da esta amenaza, por la sencilla razón de que no tengo perros.

Encuentro a Namaoli tendido en su hamaca, mientras su mujer va y viene por el interior de la cabaña. El indio tiene un aspecto tan grave que cualquiera le creería enfermo, pero no es así. En el país de los rucuyos, el hombre es el que se acuesta mientras las mujeres se pasea. Mi colega Panakiki repite en mi presencia la orden que había dado ya a su cliente, esto es que esté acostado una luna, y que no coma pescado ni caza muerta a flechazos, contentándose con cazabe y pececillos cogidos con una planta narcótica llamada cucu; si infringe esta orden, su hijo morirá o será contrahecho. (1981:180)

Murdock señala que entre los witotos del noroeste del Amazonas, en la confluencia de Brasil, Colombia y Perú:

La madre presenta al recién nacido al padre y al día siguiente reanuda sus trabajos en los campos, volviendo sólo por la noche para amamantar al niño. pero el padre descansa durante una semana o más en su hamaca, observando ciertas reglamentaciones en su dieta y recibiendo las visitas de congratulaciones de sus amigos. Su cuvada -que es el nombre que se da a esta simulación por parte del padre del papel desempeñado por la madre en el parto- dura hasta que se ha cicatrizado el ombligo de la criatura y durante ese tiempo no debe comer carne ni cazar ni siquiera tocar sus armas (1987:365)

   Es de tres a cinco días en la etnia kaidá o cayuá en el Mato Grosso do Sul del Brasil en su frontera con el Paraguay (Galvâo, 1996:183). En cambio, entre los sáliva de Venezuela son cuarenta días si es varón y sesenta si es una hembra (Morey y Morey, 1980:273-274).

   Después del parto se inicia el acostumbramiento de los recién nacidos a la hamaca:

...cuando la madre ya ha sido aseada y cambiada de ropa, se le entrega el hijo para que lo amamante y conserve a su lado; es así como la criatura se adapta desde luego a la hamaca, pues no se conoce el uso de cunas especiales (Villa Rojas, 1985:164).

   En la Península de Yucatán, madre e hijo comparten la hamaca pero si es necesario que cada quien tenga su propio espacio se hace un nudo en los brazos de la hamaca (t'ub en maya) que provoca una división en dos compartimentos (Campos-Navarro, 1997:269).

   Cabe insistir en la importancia que tiene la convivencia cercana de la madre y el lactante (McKenna, 1996:14-15) así como el efecto de tranquilidad y sueño que provoca en los niños el balanceo de la hamaca.

 

Medio de transporte para enfermos

Hace poco más de 20 años cuando realizaba mi servicio social como médico en un centro de salud ubicado en el municipio de Jalapa, en el estado de Tabasco, no faltaron pacientes que llegaban de las comunidades rurales subidos en una hamaca que permanecía colgada de un fuerte travesaño, sostenido en sus extremos por hombres-cargadores.

   Lo increíble es que ya desde los primeros años posteriores a la conquista en el siglo XVI uno de los transportes más empleados fue el de la hamaca. Fray Tomás de la Torre escribe en 1545 que:

Estas [hamacas] usan ellos para llevar a sus señores y principales y a los enfermos. Y en éstas andan ahora las mujeres de Castilla que van en camino y aun los españoles se hacen llevar en éstas cuando van a sus pueblos, especialmente cuando es mal camino por donde no pueden ir a caballo (Citado por Ruz, 1994:134) [Subrayado nuestro].

   Por supuesto, "ellos" eran los sometidos indios a quienes se le obligaba a trabajar como cargadores. Fray Bartolomé de Las Casas -otro religioso dominico- exponía en 1571 esta situación: "Mucho tiempo duró dar yndios en los tumbos para cargar todo los que cada uno pedía, e aun para amacas, si quería camynar en ombros de yndios" (citado por Cãmara, 1983:27). Fue tal la expoliación y el abuso de la fuerza indígena que las autoridades novohispanas se vieron obligadas a prohibir esta forma de transporte, sin embargo después sería la carga directa en las espaldas de los indios (Ruz, 1994:134).
   Y si esto sucedía en la Nueva España, lo mismo se daba a miles de kilometros en el sur de América. En Paraguay el adelantado Alvar Nuñez Cabeza de Vaca en su libro Naufragios y comentarios, señala que los españoles enfermos que no podían montar a caballo eran conducidos en hamaca (1988:XII) En Brasil, se conocieron como serpentinas las redes de viaje y los portugueses exportarían esta forma de transporte por sus colonias en Africa y Asia (Cãmara, 1983:26). En Venezuela, también los heridos y los enfermos graves llevados hasta las ciudades en hamacas (Acosta Saignes citado por Cãmara, 1983:52).

   En la década de los noventas del presente siglo se continúa recomendado el transporte de heridos en desastres y guerras de la siguiente manera:

"El transporte de heridos, en las condiciones de guerra popular, es la más factible usando barra de bambú y hamaca por su poco peso y su resistencia. Es importante llevar horcones delgados y resistentes para reposar en el camino" (s/a, 1991:46)

 

Espacio de enfermedad y atención curativa

   Cuando John Stephens y Frederick Catherwood estuvieron acompañados por el médico norteamericano Samuel Cabot, vivieron la siguiente experiencia en Uxmal (Yucatán, México). Un indio maya sufría una severa infección en una pierna que ameritaba operación:

   En el momento de proceder, el doctor pidió una cama, no habiéndolo hecho antes, suponiendo que estaría lista en el momento en que la pidiese; pero pedir una cama era lo mismo que pedir un buque de vapor o el locomotivo de un ferrocarril. ¿Quién había pensado jamás que se necesitase de una cama en Uxmal? Tal era el general sentimiento de los indios. Ellos habían nacido en hamacas y esperaban morir en ellas ¿para qué se quería una cama habiendo hamacas? (Stephens, 1990:217) (Subrayado nuestro).

   Actualmente en toda la península yucateca, los hombres y las mujeres mayas continúan empleando la hamaca en forma cotidiana, especialmente cuando deben guardar reposo o convalecencia de cualquier enfermedad que los arrincone en el hogar, usando en ocasiones una almohada que colocan en la nuca o la espalda (M. A. Güémez, comunicación personal).

   Los indios del alto Amazonas cuando se sienten enfermos evitan salir de su casa de un día a una semana:"dedicándose a actividades que pueden ser mãs fáciles tales como tejer canastas, carpintería y el tejido de algodón. O también podrían sólo descansar, acostándose en las hamacas por un periodo de uno a tres días..." (Kroeger y Barbira- Freedmann, 1992:120)

   Una de las conocidas ventajas de la hamaca sobre la cama es el rítmico balanceo que facilita la inducción del sueño. En ocasiones, los comerciantes de los tianguis o mercados de la ciudad de México y del interior de la República a veces lo emplean para acomodar y dormir a sus hijos lactantes; mientras ellas o ellos atienden a los clientes, de vez en cuando hamaquean al bebé que duerme plácidamente.

   Tenemos testimonios de madres que tienen lactantes excitados, llorones e inquietos que -a pesar de tener satisfechas todas sus necesidades de alimentación y vestido- no pueden conciliar el sueño y que recurriendo al balanceo mediante hamacas o sucedáneos (una sábana, una manta o una frazada) logran con relativa rapidez que el infante se duerma.

   Es indudable que la hamaca es un excelente recurso terapéutico para los enfermos que sufren insomnio y nervios.

   No obstante el empleo extendido de la hamaca y el chinchorro en la América tropical, los hospitales fundados por los españoles y portugueses se construyeron a imagen y semejanza de las instituciones europeas. Al parecer sí se utilizaron en Brasil pero luego los médicos las desecharon. Luis da Cãmara Cascudo -experto hamacólogo brasileño- refiere que la influencia francesa en el siglo XIX opuso la "civilización" representada por las camas a la "barbarie" simbolizada por las hamacas. Todo un plan de descrédito funcionó en forma diaria, prolongada y fastidiosa (1983:35).

   En México, el más importante hospital del sureste fue fundado en Mérida, Yucatán, en 1906 con 471 camas (Palma, 1989:189). Según el Dr. Arturo Erosa Barbachano -un excelente salubrista e historiador de la medicina- el Hospital O'Horán, se planeó -al igual que el Hospital General de México- imitando los nosocomios franceses de la época . Por supuesto, nunca se pensó en equiparlo con hamacas. Al preguntársele sobre la conveniencia de introducir hamacas en hospitales rurales, el Dr. Erosa exclamó: "¡Cómo no se nos había ocurrido!" Cabe mencionar que él participó en la planeación, ejecución y puesta en servicio de las clínicas y hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la zona henequenera del estado.

   Cuando se construía el hospital civil de Villahermosa, Tabasco, en forma provisional se atendieron los enfermos en hamacas (L. Pérez-Loredo, comunicación personal). Misma situación se presentó mientras se terminaba la sede de la Cruz Roja Mexicana en Cancún, Quintana Roo

   Existe el uso no generalizado de hamacas en los sanatorios privados más costosos de la ciudad de Villahermosa, Tabasco, donde por comodidad del paciente y de acuerdo a su patología se le ofrece este elemento (Dr. Juan José Andrade, comunicación personal). En Mérida visitamos un modesto sanatorio privado donde se brindan las hamacas a los enfermos y a sus acompañantes. (Campos-Navarro, 1998a).

   Finalmente, desde julio de 1995 se instalaron cuatro hamacas en la sección de mujeres del hospital rural gubernamental ubicado en Hecelchakán, Campeche. Las usuarias son indígenas mayas, en su mayoría atendidas de parto y que disfrutan de la hamaca hospitalaria junto con sus recién nacidos. El proyecto ha sido evaluado positivamente por las propias usuarias y sus familias. Curiosamente, la resistencia al cambio más bien se ha presentado con los funcionarios médicos que trabajan a más de mil kilómetros de distancia en la Ciudad de México. (Campos-Navarro, 1997).

 

Caídas, quemaduras y otros accidentes insólitos

   Una de las lecciones pendientes del subcomandante Marcos al niño Pedrito es aquella relativa al empleo de la hamaca, pues aunque no se crea también tiene sus puntos delicados.

   Desde las primeras descripciones e ilustraciones europeas aparece en forma asociada el uso de fogata con el fin de ahuyentar animales molestos y peligrosos como los mosquitos, jaguares y víboras, pero también para brindar calor en las húmedas y frías madrugadas del trópico en la época de lluvias.

   También deben considerarse otras razones sobrenaturales. Civrieux señala que "...la candela nocturna los protegía además de mosquitos, fieras y espíritus invisibles, los cuales, según se suponía, huyen del humo y de la lumbre" (1988:141)

   En 1549, el padre Manoel da Nóbrega en Salvador, Brasil, en lugar de "espíritus invisibles" más bien se refiere a que la fogata hacía huir los demonios (Cãmara, op.cit.:20-21)

Por este motivo, con relativa frecuencia se presentan quemaduras:

"éfreqüente cairem da rede, queimando-se no fogo aceso sob elas. Essa é a razão de alguñs jovens apresentarem cicatrizes de queimadura pelo corpo" (Galvão, op.cit:110).

   Otro rarísimo y lamentable accidente es el incendio de la choza completa. El domingo 4 de febrero de 1543 se incendió una casa y el fuego se extendió a casi todo del pueblo de La Ascensión, en el Paraguay. Los españoles sospecharon un alzamiento indígena pero:

Averigúose que una india de un cristiano había puesto el fuego; sacudiendo una hamaca que se le quemaba, dio una morcella [chispa de pabilo ] en la paja de la casa; como las paredes son de paja, se quemó..." (Cabeza de Vaca, op.cit.:131).

   No se reportaron muertos pero se incendiaron más de doscientas chozas y alrededor de 5000 fanegas de maíz.

   Por otro lado, no tenemos reportes de morbilidad y mortalidad por caídas y otros accidentes desde las hamacas pero en Estados Unidos existe el reporte de algunos niños fallecidos por utilizar hamacas inadecuadas (con entramado demasiado amplio) o con una pésima colocación.

 

Ritos alrededor de la muerte

En el libro Décimo de la América De Bry que trata sobre las costumbres alrededor de los enfermos moribundos se menciona que en la costa de Paria (Venezuela) tienen una:

...manera harto inhumana de enterrar. Pues cuando está alguien a las puertas de la muerte, llévanlo sus parientes más próximos en un grande bosque, lo ponen en una red hecha de algodón y atada a dos árboles y bailan el día todo a su alrededor. Mas en anochecer, pónenle agua y comida para cuatro días cabe su testa y alli lo dejan y se marchan en su aldea. Si recobra luego la salud y regresa en casa, los amigos lo recibirán con grandes muestras de alegría, pero si muere, no podrá contar con un entierro" (1995:331)

   Entre los indios oyampy los muertos son enterrados en posición fetal y a veces los dejan en su hamaca abandonados en el bosque y pasado un año recolectan los huesos y los guardan en una vasija de arcilla. Otros pueblos de la cuenca del Orinoco sólo esperan una semana. Los rucuyos queman a sus muertos para que el alma suba junto con el humo, excepto los piay o curanderos, quienes son tendidos en una hamaca sobre la ancha fosa de dos metros de profundidad. Acompañándoles con vasijas, adornos y armas para la defensa en su viaje al más allá. No hay separación cuerpo-alma y por ello son vistados por otros curanderos y enfermos que se comunican con ellos para consultarles (Crévaux, op.cit.:213).

   En algunos pueblos del Brasil se acostumbraba llevar a los muertos en una hamaca. Pero esta tradición fue prohibida en las ciudades (Cãmara, op.cit.:39).

   Galvão relata que los niños brasileños tenetehara son enterrados en las casas debajo las hamacas familiares (op.cit.:120).

   En la actualidad, los kuna de Panamá son transportados en sus propias hamacas hacia el cementerio ubicado en la costa. Allí son enterrados colgando la hamaca de un par de varas enterradas en los extremos de la fosa. Luego es cubierta por unos maderos y la tierra. Encima del montón de tierra se ponen los enseres personales del recién fallecido para que los continúe empleando en la otra vida. (Campos-Navarro, 1998b).

 

3. Epilogo

   En este recorrido hemos podido constatar que las hamacas sirven para la vida pero también para la muerte. Por su cotidianidad han sido despreciadas por los estudiosos, sin embargo, su trascendencia en la vida indígena y mestiza americana es indiscutible.

Mi hamaca es un tesoro,
es mi mejor alhaja;
a la ciudad, al campo,
siempre ella me acompaña.
¡Oh prodigio de industria!
Cuando no encuentro casa,
la cuelgo de dos troncos,
y allí está mi posada.
"¡Salud, salud dos veces
al que inventó la hamaca!"




* Versión ampliada y corregida del trabajo presentado en el II Congreso Iberoamericano de Historia de la Medicina, efectuado en Valencia, Venezuela en octubre de 1998
** Médico familiar con maestría y doctorado en Antropología Social. Coordinador de Investigación del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México. Regresar


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