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Mujeres, trabajo y reproducción social en el sur de Yucatán: un estudio comparativo entre los municipios de Dzan y Chapab

Jorge Pacheco Castro
José A. Lugo Pérez


Mapa de localización de Dzan y Chapab, Yucatán
Mapa de localización de Dzan y Chapab, Yucatán

El trabajo femenino al interior de las unidades domésticas campesinas ha sido objeto de estudio en numerosos trabajos que abordan la problemática del comportamiento de las economías campesinas en la sociedad mexicana. En términos generales estos estudios se pueden dividir en dos grandes vertientes: aquellos en los que, no obstante que el papel de la mujer en su grupo doméstico se revela como factor determinante de la reproducción diaria de la familia, su trabajo es visualizado de manera diluida dentro del conjunto de las actividades económicas de la unidad productiva y secundario al que desempeña el jefe de familia y en general al de los demás miembros varones.

    En dicha vertiente la participación femenina, dentro la división social y sexual del trabajo al interior del grupo doméstico, es considerada inmanente a su condición natural de mujer y a su rol social de ama de casa o de madre de familia. Esta vertiente se deriva del enfoque teórico de "La organización de la unidad económica campesina" de Chayanov (1985), y de su reproducción dentro de un sistema social determinado por las relaciones de producción capitalista.

    En una segunda vertiente, la participación económica de la mujer reivindica la importancia del rol social que tienen en la reproducción de sus grupos domésticos. En ésta se argumenta que la responsabilidad de las mujeres no se restringe a la realización de las actividades destinadas al mantenimiento cotidiano del hogar sino también abarca aquellas que generan ingresos económicos pero que son consideradas como marginales a las que realiza el jefe de familia, y por ello son asimiladas, incluso por ellas mismas, como parte de sus actividades domésticas.

    En esta vertiente, en primera instancia se valora al trabajo doméstico no sólo para la reproducción social del componente familiar sino también como productor de la mano de obra que será consumida en el mercado de trabajo. En segunda instancia, se reivindica su participación en la unidad de producción familiar y como parte importante de las estrategias de supervivencia que las familias campesinas y obreras de las sociedades latinoamericanas se ven precisadas a realizar, a fin de enfrentar el deterioro de sus condiciones de vida y el proceso de desarrollo de las relaciones de producción capitalista.

    En dicho proceso la mujer asume las mayores cargas de trabajo porque además de tener que realizar las labores domésticas asignadas a ellas en la división sexual del trabajo, tiene que participar de forma más directa en la generación de ingresos por medio de las actividades productivas de la familia y el trabajo remunerado. En el marco de esta discusión, se plantea la necesidad de reivindicar el valor del trabajo de la mujer con respecto al ejercido por el hombre, tanto en la esfera doméstica como en la del mercado de trabajo, y la necesidad del establecimiento de marcos legales que concedan derechos igualitarios a ambos.

    El objetivo central de este trabajo es plantear algunas reflexiones en torno al impacto que ejerce el desarrollo o el estancamiento de la agricultura sobre el trabajo de las mujeres madres de familias y en su participación económica en la reproducción social de sus grupos domésticos. Cabe señalar que aquí no se trata de confrontar el trabajo femenino frente al masculino ni discutir la subordinación de uno frente a otro, sino más bien explicar cómo la participación de las mujeres en actividades que producen ingresos, ha conllevado a procesos de transformación y reorganización social de las tareas al interior de los grupos domésticos.

     La inserción de la mujer en las actividades remuneradas, sea a través del comercio de productos agropecuarios o de la venta directa de su fuerza de trabajo, no implica necesariamente una sobrecarga de labores al interior de su grupo doméstico, sino en ocasiones, más bien una reorganización de la división social del trabajo, que se produce como resultado de la intensificación de la participación económica de todos los integrantes ante los procesos de desarrollo o estancamiento de la agricultura.

    En el caso del componente femenino, estos procesos inciden de manera más enfática en la medida en que no obstante que las mujeres estén realizando en forma directa actividades que producen ingresos, ya sea a través de la venta de sus productos en el mercado, del trabajo asalariado o de asumir las responsabilidades que sus cónyuges les delegan cuando tienen que ausentarse para conseguir trabajo, las labores del hogar continúan siendo de su responsabilidad.

    Este hecho social ha dado lugar a una redistribución de las tareas al interior del grupo doméstico, principalmente entre las mujeres, que les permite satisfacer sus necesidades de trabajo y de ingresos por una parte y, por la otra, a procesos de reorganización social que implican resquebrajamientos de la autoridad paterna y mayor presencia de la mujer en la toma de decisiones en la unidad de producción campesina.

    Como se señala en una investigación reciente, realizada en la zona henequenera de Yucatán, la incursión de las mujeres madres de familia al mercado de trabajo urbano dio lugar a una reorganización al interior del grupo doméstico, a fin de permitir que aquellas que trabajan para obtener un ingreso queden exoneradas de las cargas de labores del hogar mientras que otras se responsabilizan de éstas. Este hecho ha conllevado que estas mujeres ostenten mayores cuotas de autoridad con respecto a las de sus cónyuges, sobre todo cuando son quienes aportan al gasto familiar el mayor monto de ingresos (Pacheco Castro: 1991).

    Bajo esta perspectiva comparamos la participación económica de las mujeres madres de familia en la reproducción de sus unidades domésticas en dos municipios del sur del estado de Yucatán, Dzan y Chapab. En el primero el desarrollo de la agricultura comercial es una realidad, en términos relativos, y en el segundo, el estancamiento de la agricultura se ha mantenido desde hace varias décadas.

    En Dzan el desarrollo de la agricultura ha propiciado el predominio de las familias de tipo extenso y en Chapab, por el contrario, el estancamiento agrícola y la migración hacia las zonas urbanas ha dado lugar a familias de tipo nuclear, por razones que se discutirán más adelante.

 

El contexto agrícola en los dos municipios de estudio

La región sur del estado de Yucatán, por su potencial productivo, desde finales de los años 50 fue objeto de un programa gubernamental de desarrollo agrícola cuyo objetivo central fue la creación de una nueva alternativa productiva que superara la dependencia del monocultivo henequenero y maicero, a través de la cual se esperaba captar las divisas que se habían dejado de percibir de la comercialización internacional del agave. Este programa fue denominado Plan Chac1 y con él se impulsó el desarrollo de la citricultura en 15 municipios de dicha región, entre los cuales se encuentra la población de Dzan. Cabe señalar que el municipio de Chapab durante los inicios del desarrollo citrícola, también fue contemplado para participar en dicho programa, sin embargo, los ejidatarios de esta localidad según argumentaron algunos informantes, por razones de sus experiencias en el trabajo en los planteles de henequén del ejido desistieron de participar por temor de ser despojados de las parcelas después de haberlas fomentado.

    En Dzan la citricultura se ha consolidado como la principal actividad productiva. Actualmente existen 440 agricultores con parcelas en producción y 216 las están fomentando. De acuerdo con una muestra representativa de 65 familias de productores se pudo constatar que, no obstante los problemas de comercialización a los que se han enfrentado en los 2 últimos años por la depreciación del concentrado del jugo en el mercado internacional, el nivel de vida de los citricultores ha progresado considerablemente como resultado del desarrollo de esta actividad. Este hecho puede apreciarse en el mejoramiento de la vivienda de los citricultores, de su alimentación, en la educación escolar de sus hijos, en la adquisición de implementos de trabajo que incentivan la productividad de sus parcelas, etc.

    Un elemento más que corrobora el ascenso de las condiciones de vida de los productores citrícolas lo constituye el hecho de que, en su mayoría, se han convertido en captores de fuerza de trabajo al interior de su municipio, pagando jornales superiores al salario mínimo vigente en 1992 2. En este sentido, se puede señalar que en virtud de la capacidad económica de los productores, el municipio de Dzan se ha convertido en un importante centro de atracción de fuerza de trabajo al que llegan no sólo jornaleros de municipios circunvecinos sino también de otros más alejados.

    Por el contrario, en el municipio de Chapab, con una población de 2,075 habitantes, la actividad económica predominante es la producción milpera y la venta de fuerza de trabajo de su población masculina económicamente activa, en los centros urbanos de la ciudad de Mérida y Cancún principalmente. Como efecto de la crisis que prevaleció en la industria henequenera durante varias décadas y de la depauperación de sus condiciones de vida y trabajo, la migración se instituyó en un fenómeno social permanente en la comunidad. Cabe aclarar que este municipio, hasta poco antes de la liquidación de la actividad henequenera en 1992, formaba parte de esta región y por consiguiente de las políticas y relaciones de producción que el Estado ejercía en la agroindustria.

    Dentro de este contexto de desarrollo agrícola y de estancamiento y pauperización observados respectivamente en los municipios referidos, el papel de la mujer madre de familia en la reproducción de sus grupos domésticos adquiere profundas diferencias con respecto a su participación en las actividades económicas y mantenimiento cotidiano de su hogar, que han implicado en el caso de Dzan una mayor integración a las actividades de su unidad productiva, básicamente en la comercialización directa de los productos agrícolas que se cultivan asociados con los cítricos.

    En el caso de Chapab, el estancamiento agrícola ha restringido la participación económica de la mujer al no existir otras alternativas productivas a la milpa y al cultivo del henequén, de ahí que sus actividades estén circunscritas al trabajo doméstico y a colaborar con el marido en las labores de la milpa y el corte de leña. Incluso se puede decir que su participación en las labores agrícolas de subsistencia se ha visto afectada porque ante la falta de recursos y la necesidad de salir en busca de ingresos, los campesinos se han visto obligados a prescindir de fomentar sus milpas o en su defecto a reducir las extensiones cultivadas, lo que ha significado para la madre de familia no tan sólo dejar de acudir a las sementeras sino también abandonar la cría de aves y cerdos por la falta del cereal para alimentarlos.

    Estos procesos de desarrollo y estancamiento agrícola han incidido también en la conformación del tipo de familia que predomina en cada municipio referido. En efecto, en el primero la citricultura ha propiciado que el tipo de familia predominante sea la extensa, por el mayor dinamismo que esta actividad productiva ha ejercido sobre el conjunto de las actividades económicas de la familia y que ha demandado a sus integrantes mayor participación y permanencia dentro del grupo doméstico de origen. En el segundo, el estancamiento agrícola por una parte, y la proletarización de los campesinos por otra, han incidido en el predominio de las familias nucleares al no existir una actividad productiva que cohesione a sus integrantes y los haga permanecer en ellas durante más tiempo.

 

Participación económica femenina en las familias de citricultores

Desde antes de la implementación del programa citrícola en Dzan, a finales de la década de los 50, la participación femenina en la aportación de bienes y servicios, así como de ingresos económicos ha sido un hecho recurrente e inmanente a la reproducción social de las familias campesinas. En el caso de la madre de familia esta responsabilidad resulta ineludible, de hecho viene a constituir parte del contrato social (implícito o explícito), que se establece entre los individuos que de común acuerdo quieren constituir una familia. En el contexto de la división social del trabajo la madre de familia ha sido la responsable de la atención y cuidado del marido y de los hijos, de la cría de animales de corral, de la atención de la huerta familiar, del corte de leña y también ha participado junto con su cónyuge en algunas faenas de la milpa.

    Como parte de dichas actividades domésticas también ha contribuido a la aportación de recursos económicos en efectivo a partir de asumir tareas remuneradas como el urdido de hamacas, el tejido de huano, el bordado de prendas de vestir, que si bien son actividades por las que reciben exiguos ingresos no dejan de ser de suma importancia para la obtención de sus satisfactores. Por su parte, el jefe de familia ha tenido la responsabilidad de proveer a su grupo familiar de la mayor parte de los ingresos económicos para su sustento, ya sea a través de sus actividades agropecuarias de subsistencia, como jornalero o de proletarizarse en el mercado de trabajo urbano.

    Si bien es cierto que en la distribución de responsabilidades al interior de los grupos familiares al hombre le ha correspondido el deber de generar el mayor monto de ingresos y a la mujer las actividades domésticas y otras que aportan efectivo desde el interior de su hogar; esto no significa que estas parcelas del trabajo, en las que se desempeñan estos individuos sean intransitables para unos y otros ni estigmas atribuibles a su sexo. Por el contrario, el hecho social demuestra que así como la mujer participa en algunas de las faenas agrícolas, el hombre también contribuye en ciertas labores del hogar cuando sus ocupaciones de la parcela se lo posibilitan.

    Sin embargo, a raíz del desarrollo de la citricultura la participación femenina, principalmente de las madres, en las actividades económicas del grupo doméstico se hizo más dinámica como resultado de la mayor inversión del tiempo de trabajo del hombre al cuidado y explotación de las parcelas de cítricos. Al respecto se puede señalar que la jornada de trabajo de los citricultores se calcula en poco más de 12 horas, para realizar las diversas tareas de mantenimiento tales como: el desyerbe, la poda, la resiembra, la siembra, la fumigación, la fertilización, el riego; además de las gestiones que tienen que realizar ante las instituciones para solicitar financiamiento y de las asambleas que noche con noche realizan para proyectar el trabajo y afrontar los problemas que se les presentan.

    Por otra parte, junto con el cultivo de la naranja también se fomentó el cultivo de frutales, como mamey, zapote, papaya, plátano, aguacate, anonas, etc.; que permiten equilibrar las percepciones económicas de la familia cuando la producción de los cítricos entra a su período de bajo rendimiento o, en su defecto, cuando existen problemas de comercialización que afectan sus ingresos.

    Como resultado de estas estrategias productivas de los parcelarios se produjo, a su vez, una reorganización del trabajo remunerado y doméstico al interior de sus grupos familiares. Así, mientras el jefe de familia se dedica al cuidado y explotación de la parcela y a la comercialización de la naranja, su cónyuge asume la tarea de llevar a vender los productos de los frutales al mercado de Oxkutzcab.

    Para que la madre de familia pueda concurrir al mercado a realizar su mercancía ha sido necesario que algunas mujeres, sean éstas hijas o nueras, efectúen las actividades, tales como: el desgrane del elote y de las vainas de frijol, la preparación de los alimentos, el lavado de ropa, la atención de los hermanos menores y demás labores que le correspondía realizar dentro de su hogar. Este hecho no significa que la madre de familia pierda el control sobre estas actividades domésticas, sino que más bien adopta la posición de supervisora de estas labores realizadas por las demás mujeres. Por su parte, los hijos solteros y los casados que aún permanecen dentro de la unidad doméstica participan junto con su progenitor en las labores de la parcela, además de que pueden estar fomentando las suyas.

Foto 1.- Mujeres atraviada con el traje regional o
Foto 1.- Mujeres atraviada con el traje regional o "terno"
en los corredores del palacio munipal de Dzan, Yucatán
Fotografía de Jorge Pacheco

    La participación de la mujer en la comercialización de los frutales le ha permitido contar con mayor experiencia en cuanto a las fluctuaciones de los precios en el mercado y a las relaciones comerciales que establecen con los comerciantes, que acuden incluso de otros estados vecinos, a comprar los diversos productos que se cultivan en la región sur de Yucatán. Así, saben que para tener mayores oportunidades de realizar su mercancía es necesario que estén desde las 6 a.m. en el mercado ya que desde entonces los intermediarios están presentes, lo que les permite vender sus productos a los precios establecidos por los productores que ahí se concentran. De lo contrario, por las características del mercado de abasto directo, que implica que el precio del producto se sujete al correr de las horas, acudir más tarde les significaría el riesgo de vender a menor precio su mercancía a fin de no pagar de nuevo el flete de traslado de su producto a su comunidad.

    De acuerdo con la información obtenida se puede decir que la mujer acude preferentemente al mercado de Oxkutzcab 2 veces por semana, lunes y jueves, porque son los días en que se registra un mayor movimiento comercial. También suelen concurrir durante los demás días de la semana sobre todo cuando las frutas están en proceso de maduración. Cada vez que van al mercado llevan por lo general 8 cajas de diversos frutales, que en promedio venden entre $10.00 y $30.00 la unidad, dependiendo de la fruta que sea (limón persa, naranja agria, anonas, papaya, zapote, jícama etc.), pudiendo obtener un ingreso promedio de $150.00. A esta percepción se le descuenta $12.00 por concepto del pago de transporte.

    Los ingresos que estas mujeres obtienen de la venta de los productos de las parcelas son administrados por ellas mismas. Son destinados básicamente a gastos de alimentación, vestido, calzado, compra de enseres domésticos y de alimentos balanceados para la cría de animales, etc. En algunos casos, con el dinero que obtienen compran máquinas de coser con las cuales sus hijas pueden generar otros ingresos, por medio de la maquila de prendas de vestir que les ofrecen los comerciantes del municipio vecino de Maní. Los ingresos que las hijas obtienen por la maquila de prendas (aproximadamente $10.00 diarios) son destinados en parte a la economía familiar y para satisfacer sus propias necesidades. Se puede decir que las jóvenes contribuyen al gasto familiar desde el momento mismo que se hacen cargo de la compra de sus propios satisfactores.

    En algunos casos (7 de las 65 familias estudiadas), donde la fuerza de trabajo femenina es predominante, el trabajo de las hijas, nueras y nietas en el bordado de prendas de vestir constituye una de las principales fuentes de ingresos de la economía familiar. En estos casos las labores del hogar son realizadas por la esposa del jefe de la unidad doméstica y alguna otra mujer (hija o nuera) que no participa en la maquila de prendas.

    La importancia de la contribución de estas mujeres en la reproducción de sus unidades domésticas la corrobora el hecho mismo de que el jefe de familia ha procurado contribuir en la compra de las máquinas de coser con la finalidad, como señalaron algunos informantes, de que el componente femenino tuviera alguna fuente de trabajo en que desempeñarse y con ello participar en la economía familiar, sobre todo cuando la producción de las parcelas es baja o cuando se suscitan problemas en torno a la comercialización.

    La cría de aves y cerdos en los solares de los domicilios constituye otra fuente de ingresos para el sostenimiento de la familia y de esta práctica se responsabilizan las madres de familia. Estas son las encargadas de llevarla a cabo y asimismo se responsabilizan de administrar los recursos que se obtienen de la venta de los animales. Cabe destacar que no obstante que esta actividad es remunerativa, la propia mujer la concibe como parte del conjunto de las labores que tiene que realizar para el mantenimiento de su hogar.

    La cría de animales ha sido incentivada, en buena medida, por las mejores condiciones económicas que ha generado el desarrollo citrícola del municipio, ya que ha permitido a los criadores una mayor tecnificación de esta práctica pecuaria, por medio de la adquisición de cerdos "americanos", de la aplicación de vacunas y de la compra de alimentos balanceados que les permiten una mejor productividad.

    En relación a la administración de los ingresos obtenidos en el mercado de Oxkutzcab y a la distribución de las labores domésticas, ambas bajo la injerencia de la madre de familia, al parecer no da lugar a fuertes conflictos entre las demás mujeres (hijas y nueras), que las haga abandonar el núcleo doméstico. Las nueras que viven con la familia de origen de sus maridos a pesar de no participar en el ejercicio de los recursos económicos para la satisfacción de las necesidades de la familia, asumen esta situación sin mayores objeciones por el hecho de que están conscientes de que no tienen la capacidad para vivir de forma independiente. Sin embargo, cuando éstas realizan la maquila de prendas de vestir tienen cierta autonomía en el manejo de los recursos que perciben.

    En síntesis, en el municipio de Dzan, si bien el papel de la mujer en las unidades de producción familiar siempre ha sido importante, se puede afirmar que a raíz del desarrollo de la citricultura su participación económica se tornó más dinámica, no sólo por su incorporación a la comercialización de los productos de la parcela sino también por su mayor participación en la maquila de ropa y la cría de animales que se vieron incentivadas a partir de los recursos generados en la comercialización de la naranja.

    En este proceso social de intensificación de la participación femenina en la producción y reproducción del grupo doméstico, resulta importante destacar tres cuestiones fundamentales: a) este hecho no ha significado necesariamente un doble trabajo para las madres de familia, ya que a fin de que puedan dedicarse a la comercialización de los productos de la parcela son exoneradas de sus ocupaciones domésticas que son realizadas de todas maneras por otras mujeres del núcleo doméstico; b) el papel más dinámico que desempeñan estas mujeres en la generación de ingresos les ha permitido tener al interior de sus grupos domésticos mayores cuotas de autoridad y respeto frente a los demás individuos que los integran y c) se ha generado al interior de sus unidades domésticas un continuo proceso de reorganización y redistribución de las tareas entre los individuos a fin de responder a la dinámica que les impone el desarrollo de la agricultura capitalista y, por supuesto, sus necesidades de reproducción.

Foto 2.- Mujeres de Dzan, Yucatán preparando la comida durante una celebración religiosa.
Foto 2.- Mujeres de Dzan, Yucatán preparando
la comida durante una celebración religiosa
Fotografía de Jorge Pacheco


La participación económica de la mujer en la economía campesina de Chapab

A diferencia del caso de las mujeres del municipio de Dzan, las de Chapab participan de una manera restringida en las actividades económicas de la familia como resultado del estancamiento de la agricultura que han padecido los campesinos desde hace varias décadas. Este hecho de alguna manera se ha visto recrudecido ante la falta de programas gubernamentales que incentiven la producción agrícola y generen mayor espacio de participación tanto para las mujeres como para los demás integrantes de las familias campesinas.

    La deplorable situación que experimenta la agricultura en el municipio de Chapab ha propiciado una constante migración de los campesinos en busca de alternativas de ocupación, que ha implicado, a su vez, la necesidad de prescindir del fomento de sus milpas o, en su defecto, de reducir las extensiones que cultivan. Ante estas circunstancias la participación de la mujer en la reproducción de su familia se encuentra en relación, por una parte, con las características sociodemográficas de su núcleo doméstico y, por otra, con el tipo de actividad en la que está inserto el jefe de la unidad de producción. Se puede decir que existen profundas diferencias en el trabajo que desempeñan aquellas madres de familia, cuyo grupo doméstico se encuentra en la etapa de expansión de su ciclo con el que tienen aquellas cuya familia está en la etapa intermedia o de consolidación.

    En el primer caso, el padre de familia, por el estancamiento que ha padecido la agricultura y la desocupación que priva en el campo se encuentra prácticamente desligado de las labores agrícolas y se vincula de manera preferente a actividades asalariadas en la ciudad de Mérida o Cancún 3. En estos grupos familiares en la medida en que el jefe de familia se encuentra ausente del núcleo doméstico durante toda la semana, la esposa se ve imposibilitada de contribuir con recursos económicos, ya sea por medio del corte de leña o trabajando como servidora doméstica en la vecina ciudad de Ticul.

    En estos casos la participación de la madre de familia se centra por lo general en las labores domésticas, que incluyen la cría de animales de corral cuando sus recursos económicos se lo posibilitan. La satisfacción de las necesidades de estas familias jóvenes, en la medida que no continúan fomentando sus milpas de subsistencia, depende básicamente de los ingresos obtenidos por el cónyuge como asalariado.

    En el caso de las unidades de producción que están en la etapa intermedia del ciclo doméstico, la participación de las madres de familia no sólo se reduce a las labores propias del hogar sino que también colaboran en las faenas agrícolas, en la medida que sus maridos aún suelen cultivar la milpa de subsistencia y en el corte de leña, de donde obtienen recursos en efectivo que destinan al sustento familiar. Cabe señalar que su contribución económica a partir de la cría de animales de corral se encuentra condicionada por la producción de la milpa.

    Las mujeres de este grupo por lo general destinan 3 días de la semana a colaborar con sus cónyuges en el corte de leña y en algunas faenas de la milpa, actividades que las mantienen ocupadas de 7 de la mañana a 1 de la tarde, tiempo en el que dejan de realizar sus labores domésticas, como el aseo de la casa y el lavado de ropa. Como puede observarse, esta participación implica una sobrecarga de su trabajo pues por las características demográficas de sus familias nucleares no siempre cuentan con otras mujeres en edad productiva a las que puedan delegar las labores domésticas.

    Ante la precaria situación económica de sus familias y con el afán de contribuir al gasto doméstico, en ambos casos, las mujeres han acudido en repetidas ocasiones a la presidencia municipal de la localidad para solicitar les sean otorgadas a crédito máquinas de coser a fin de poder trabajar en la maquila de prendas, que los comerciantes de Maní ofrecen a aquellas personas del municipio que cuentan con este medio de trabajo. La demanda de este implemento de trabajo que las mujeres hacen al munícipe la fundamentan en la propaganda que se difunde a través de los diferentes medios de comunicación, de los programas de apoyos gubernamentales que se proponen para el "Desarrollo de la Zona Henequenera" y para el mejoramiento de las condiciones de vida de las poblaciones inmersas dentro de la problemática de esta región. No obstante, que el otorgamiento de máquinas de coser constituye uno de los objetivos de dicho programa, las respuestas a las peticiones de las mujeres han sido negativas bajo el argumento de que el crédito que se les otorgaría sería irrecuperable por las condiciones de pobreza de las familias.

    Ante este panorama de desocupación y difícil situación económica, las mujeres madres de familia en edad madura, han procurado contribuir en la medida de lo posible con los recursos económicos necesarios para la satisfacción de sus necesidades más primordiales, alternando sus ocupaciones domésticas con las labores de la milpa y el corte de leña. Al interior de la comunidad esta última actividad constituye una de las principales fuentes de trabajo de sus pobladores, por su demanda entre los alfareros y panaderos de la vecina ciudad de Ticul. Incluso se puede decir que resulta de suma relevancia para el sustento de las familias porque a partir de ella obtienen dinero en efectivo de inmediato, en tanto perciben su pago semanal como asalariados o como jornaleros fuera de la población.

    A diferencia de las mujeres de Dzan, para las de Chapab su participación en las actividades económicas no significa una descarga de sus labores domésticas ya que después de haber realizado las primeras tienen que continuar con aquellas que les corresponden dentro de su hogar. Este hecho está relacionado por una parte con las condiciones económicas depauperadas de sus familias y, por otra, con la naturaleza del tipo de familia nuclear que prevalece en este municipio y que implica un menor número de individuos económicamente activos que pueden contribuir con dinero al gasto familiar o, en su defecto, a las labores domésticas.

Foto 3.- Presentación de la comida
Foto 3.- Presentación de la comida
Fotografía de Jorge Pacheco

Conclusiones

Respecto a la participación femenina en economías con agricultura comercial, muchos investigadores han destacado los efectos negativos de este hecho, con los que no estamos completamente de acuerdo. Se destacan 2 generalizaciones: una postula que mientras los hombres se encargan del control de la producción de los cultivos comerciales, las mujeres son relegadas a las tareas tradicionales; otra señala cómo los procesos de comercialización imponen cargas laborales a la mujer ya que además de participar como trabajadora no remunerada en la producción comercial también tiene que hacer frente a la responsabilidad del trabajo doméstico (Wilson, 1986: 270). En contraposición a lo anterior, en el caso de las mujeres de Dzan se puede afirmar, por un lado, que los hombres detentan el control de la comercialización de los cítricos mientras que las mujeres lo tienen en los frutales, lo cual les permite no sólo mayor autoridad al interior de su grupo doméstico sino también más autonomía respecto a sus cónyuges en la toma de decisiones sobre la administración de los ingresos obtenidos, no obstante que éstos son para el beneficio del grupo doméstico.

    Por otro lado se apreció que la participación femenina, principalmente de las esposas de los jefes de familia, en el proceso de comercialización de los productos agrícolas les permite desligarse de las ocupaciones domésticas cotidianas, delegando esta responsabilidad a las demás mujeres que integran la familia. Para el caso de las mujeres de Chapab, su trabajo es más intenso en la medida que además de desempeñar alguna actividad remunerada también tienen que responsabilizarse de las labores de su hogar. Esto se debe a las características del tipo nuclear de sus familias y también al hecho de que no cuentan con otras actividades productivas que demanden a sus integrantes una participación más activa en el trabajo.

    En síntesis, se puede decir que los niveles de participación de las mujeres de los municipios comparados en la producción y reproducción de sus unidades domésticas, se encuentran estrechamente vinculados a las condiciones económicas que imperan en ellas, las cuales están determinadas por el impacto de fenómenos socioeconómicos y políticos, como fueron el desarrollo de la citricultura, en un caso, y el estancamiento de la agricultura, en el otro.

Profesores investigadores de la Unidad de Ciencias Sociales-CIR-UADY.

Este artículo se publicó en: Ramírez, Luis Alfonso (editor) Género y cambio social en Yucatán. Tratados y Memorias de Investigación de la Unidad de Ciencias Sociales No.2. Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 1995.



Citas

1 Plan Chac traducido del maya al español significa Plan lluvia.


2 En 1992 el jornal pagado por los citricultores era de $25,000. pudiéndose incrementar sustancialmente en los períodos de cosecha.


3 En 1992 el jornal pagado por los citricultores era de $25,000. pudiéndose incrementar sustancialmente en los períodos de cosecha.



 

Bibliografía





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