Hoy es: Jueves, 28 de Marzo de 2024
inicio  
 

 

 

 

 


Mayistas

INICIO
Introducción
Los Elegidos de Dios
Galería Fotográfica



Alfonso Villa Rojas, el etnógrafo

Andrés Medina Hernández.





 
En la formación de antropólogos profesionales en México, un requerimiento importante consiste en realizar trabajo de campo tan intenso y amplio como sea posible. Esta experiencia debe ser tomada con una actitud de compromiso social hacia las poblaciones en las que se trabaja, fundamentalmente pueblos indios y otros sectores sociales marcados por la pobreza y la marginación. Manuel Gamio estableció esta orientación desde principios del siglo veinte en el marco ideológico del nacionalismo de la Revolución Mexicana; ha seguido diversos cauces, desde el discurso indigenista articulado a la política social del Estado nacional hasta el activismo radical maoísta de los años setenta.

Es indudable, entonces, que existe una larga y densa tradición etnográfica que ha dotado de un estilo propio a nuestras investigaciones antropológicas; sin embargo, atentos a los resultados y a las definiciones de posiciones teóricas y políticas, hemos dejado de lado la reflexión metodológica, es decir, el recuento y análisis de las estrategias de investigación en el trabajo de campo, la eficacia de las técnicas desarrolladas, así como el reconocimiento de la trama del poder en la que se inscribe el investigador como persona, la investigación, los diversos personajes con los que se interactúa institucionalmente para hacer posible el trabajo las poblaciones en las que se reside e investiga.

Con el ánimo de estimular esta reflexión y asumir explícitamente las particularidades de nuestra tradición académica, el propósito de este ensayo es realizar una breve incursión en el trabajo de don Alfonso Villa Rojas, uno de los más destacados antropólogos mexicanos del siglo veinte, particularmente por su decidido compromiso con el indigenismo integracionista y con una orientación teórica funcionalista, adquirida por su formación en la Universidad de Chicago, en Estados Unidos.

El énfasis del ensayo está puesto en el trabajo de campo desarrollado por Villa Rojas en Quintana Roo y Chiapas, donde realizó investigaciones que le permitieron contribuir sustanciosa-mente a la etnografía de los pueblos indios mexicanos. Aun cuando conocemos sus trabajos más importantes, poco es lo que se ha incursionado en esta primera etapa de su vida, la del etnógrafo, cuando realiza su trabajo de campo bajo la mirada atenta de Robert Redfield y con un manejo explícito de técnicas y métodos de investigación. Así pues, aludiré a su experiencia formativa y a los resultados más inmediatos de sus investigaciones, y bosquejaré la trama institucional y política en la que se inserta, lo cual permite otra lectura de su etnografía.


I. Una vida larga

Carecemos de una biografía de don Alfonso Villa Rojas. Su vida larga (1897-1998) le permitió una intensa participación en numerosas instituciones de México y Estados Unidos, desde las cuales ejerció una notable influencia en los investigadores jóvenes; porque si bien tenía una espléndida formación teórica, no se mostró identificado abiertamente con una u otra corriente. Su influencia procede más bien de su enseñanza y de las amenas y eruditas conversaciones sostenidas con colegas y alumnos. Era un profesional al día, bien informado; disfrutaba ampliamente narrando sus experiencias de campo y con aquellas personalidades que había conocido en las diferentes instituciones por las que cruzó. Describía vivamente sus impresiones personales sobre Rad-cliffe-Brown durante su estancia en la Universidad de Chicago, comentaba sa-brosamente su amistad cercana con el filósofo inglés Bertrand Russell y sus conversaciones con B. Malinowski, de quien por cierto reconocía la particular conjunción de genio y soberbia, como lo anota en relación con la triste experiencia de Julio de la Fuente quien tuvo que padecerlo en las investigaciones realizadas en Oaxaca (Villa Rojas, 1979: 63).

En fin, Villa Rojas estaba lleno de anécdotas y de comentarios agudos, marcados frecuentemente por una fina ironía. Gustaba de presentarse con sencillez y modestia, aunque, por otro lado, era profundamente institucional: defendía a capa y espada el indigenismo gubernamental y tenía una abierta simpatía por la cultura y las instituciones de los Estados Unidos. Yo le conocí el 15 de julio de 1958 en Na-Bolom, la casa de Gertrude Duby y Franz Blom, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, en el día en que comenzaba una "Mesilla Redonda Chiapaneca" organizada por Norman A. MacQuown, del Departamento de Antropología de la Universidad de Chicago, y por el Centro Coordinador Indigenista Tzeltal-Tzotzil, del Instituto Nacional Indigenistas (ININ). Asistíamos como estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) Roberto Escalante y yo, que cursaba el segundo año de la carrera de etnología ; ambos estábamos incorporados al Proyecto Man-in-Na-ture, de la Universidad de Chicago para realizar trabajo de recolección de datos lingüísticos.

Alfonso Villa Rojas era entonces director del Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, puesto que ocupaba desde 1955. En 1952, Alfonso Caso lo invitó a incorporarse al INI, mientras trabajaba en la Comisión del Papaloapan, en la que ocupó el cargo de Jefe de la Oficina de Reacomodo de Población en 1952-1953, aunque en sentido estricto había ingresado en 1947, cuando cambia su condición de investigador de la Carnegie Institution de Washington (CIW)a la de investigador y funcionario de un organismo gubernamental.

Comienza en 1947 su carrera de funcionario indigenista. Luego de su estancia en el INI, se integra al Instituto Indigenista Interamericano (III), en el que ocupa el cargo de Jefe del Departamento de Investigaciones Antropoló-gicas en los años sesenta. En 1965 labora como profesor huésped en la Universidad de Harvard, y durante los años 1977-1978 se desempeña como investigador en el Research Institute for the Study of Man de Nueva York. A partir de 1980 ingresa como investigador al Instituto de Investigaciones Antropo-lógicas, de la UNAM, participando en el Programa de Doctorado en Antropología, cierra su estancia en 1987. De 1971 a 1976 fue subdirector del INI, cuando lo encabezaba el Dr. Gonzalo Aguirre Beltrán.

Este es, desde luego, un esquema muy general de la vida y obra de Villa Rojas, basado en las semblanzas publicadas hasta ahora (Aguirre Beltrán, 1985; León Portilla, 1978; Morales Mendoza, 1988; López Sánchez, 1992; Robertos Jiménez, J.C. y R. Romero Mayo 1998; Navarrete, 2000). Mi interés, sin embargo, está ubicado en el trabajador de campo, en las condiciones en las que realiza sus investigaciones y en los resultados publicados en sus textos etnográficos. De ahí que resulte significativo, el ensayo publicado en 1947 en American Anthropologist, pues cierra de alguna manera la etapa del etnógrafo, colaborador de Robert Redfield, y comienza la del investigador y funcionario de la política indigenista, lo que madurará, en el último tramo de su vida, como el autor de síntesis etnográficas y de diversos ensayos teóricos relacionados con el novedoso campo de la cosmovisión mesoamericana.

En un magnífico texto que prepara villa para una de las reuniones organizadas por la Wenner Gren Foundation en Burg Wartenstein, Austria, (Villa Rojas, 1979), hace una sustanciosa reflexión sobre su experiencia como trabajador de campo, respondiendo así a la propuesta central que se hace a los participantes en el simposio sobre las implicaciones metodológicas y teóricas de las investigaciones de largo plazo, lo que en el caso específico de Villa Rojas alude a su trabajo en Yucatán y Chiapas, es decir, el área maya de la República Mexicana.

Alfonso Villa Rojas nace en la ciudad de Mérida, Yucatán, el 31 de enero de 1897. La referencia a este año aparece en el texto anteriormente citado cuando afirma:

My first meeting with Redfield occurred in Chichen Itza, where he arrived in 1930, when I was barely 33 years old (Villa Rojas, 1979: 47).

No obstante, en las semblanzas se remite al año de 1906 como el de su nacimiento; incluso se hace referencia al hecho de que tuvo que abandonar los estudios universitarios y dedicarse al magisterio, lo cual hace suponer una más temprana edad. Sin embargo, su propia afirmación corrige esas suposiciones. De cualquier modo resulta importante su afirmación sobre su encuentro con Robert Redfield, pues a partir de entonces su vida da un viraje que lo conducirá a la investigación científica. En efecto, se incorpora al proyecto et-nográfico que iniciaba la (CIW) en Yucatán bajo la dirección de Redfield.

Desde 1927, Villa Rojas era maestro rural en la comunidad maya de Chan Kom, cercana a la zona arqueológica de Chichén Itzá. A este lugar llega luego de haber tenido una educación esmerada y haber despilfarrado su herencia, como alguna vez me lo relató.
En la hacienda de Chichén Itzá tenía sus instalaciones, por esos años, el proyecto arqueológico de la CIW, dirigida por Sylvanus G. Morley.

Una circunstancia fortuita, su viaje a Chichén como acompañante del inspector escolar, le hacen conocer y trabar amistad con Morley. Este insinúa y guía, en el gusto por la historia maya, al maestro rural, al punto de convertirlo en asiduo visitante del campamento y de su staff. Por fortuna, Villa, además del castellano materno y el maya yucateco que aprende de sus alumnos, domina el inglés y el francés con destreza bastante para leer las obras que en esas lenguas le proporciona en préstamo su nuevo y generoso amigo (Aguirre Beltrán, 1985: 10).

De tal suerte que cuando llega Red-field a Yucatán para realizar sus investigaciones antropológicas a principios de 1930, conoce a Villa Rojas y, a sugerencia de la enfermera del campamento arqueológico, Katheryn Mackay, quien atendía a las mujeres parturientas de Chan Kom, es integrado al proyecto y muy pronto comienza a desarrollar su trabajo etnográfico en estrecha vinculación con Redfield.

Con el apoyo de Sylvanus Morley y de Robert Redfield, Villa Rojas viaja a Estados Unidos para estudiar antropología en la Universidad de Chicago, en 1933. A mediados de 1935 regresa a Yucatán para continuar con su trabajo de campo e iniciar la temporada en que reúne la parte más sustanciosa de sus investigaciones entre los mayas de Quintana Roo. Esta es la época en la que entra en contacto con la tradición antropológica de la Universidad de Chicago, en los días en que enseñaba e imponía una notable impronta teórica Alfred R. Radcliffe-Brown, uno de los fundadores del funcionalismo, al punto de constituir una tendencia entre un grupo de estudiantes, compañeros de generación de Villa Rojas, quien se adscribirá al campo de la antropología social.

En 1934, como parte de su formación académica, Villa Rojas realiza una práctica de campo entre los indios Modoc de Spragne River, en Oregon; sin embargo, las dificultades que enfrenta para desarrollar su investigación entre "indios profesionales", harto habituados al trabajo de los antropólogos, le llevan a suspenderla, por razones de "salud mental", arguye, y decide entonces hacer por su cuenta un recorrido por los pueblos indios del suroeste de los Estados Unidos (Villa Rojas, 1979: 40).

Ya como investigador de la CIW, Villa Rojas se instala en Quintana Roo, en la población de Tusik, del cacicazgo de X-Cacal Guardia, de septiembre a noviembre de 1935 y de enero a julio de 1936. Posteriormente continúa su trabajo en la región en tareas relacionadas con la reducción de las tensiones políticas y militares entre el gobierno del entonces Territorio Federal, encabezado por el Gral. Rafael Melgar, y las autoridades de los pueblos mayas rebeldes. La situación cambia con la firma de los acuerdos entre mayas y gobierno en mayo de 1937, en la ciudad de Carrillo Puerto, la Chan Santa Cruz de los mayas. Con esto se cierra la etapa de trabajo de campo de Villa Rojas en Quintana Roo para iniciar entonces la temporada entre los pueblos mayenses de las tierras altas de Chiapas.

Con las instrucciones de Redfield, Villa Rojas inicia un recorrido de reconocimiento, a caballo, acompañado por un intérprete, en el que visita 15 municipios durante los meses de febrero y marzo de 1938, luego de lo cual redacta un informe (Redfield, R. y A. Villa Rojas, 1939). Como resultado de este viaje exploratorio, Villa Rojas elige una comunidad tzeltal, llamada Oxchuc, para realizar una investigación etnográfica a profundidad. Establece entonces su residencia en el paraje de Yochib, situado en lo alto de la sierra en una zona limítrofe con las comunidades de Tenejapa y Cancuc. Allí permanece de mayo de 1942 a abril de 1943 y de diciembre del mismo año a junio de 1944.

Para 1947, Villa Rojas renuncia a la CIW y se incorpora al Proyecto de la Cuenca del Papaloapan, iniciando una carrera burocrática vinculada a la política indigenista que le lleva a ocupar diversos cargos directivos, como ya lo anotamos antes. Cierra su etapa de funcionario con el fin del sexenio de Luis Echeverría, en 1976, durante el que ocupa el cargo de subdirector general del INI. Regresa entonces a la investigación, primero trabajando durante dos años en el Research Institute for the Study of Man, de Nueva York, y luego incorporándose al Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, en 1980, donde permanece hasta 1987, luego de lo cual se retira. Fallece en febrero de 1998.


II. El trabajo de campo

Una de las características más notables de los trabajos etnográficos de Alfonso Villa Rojas es la referencia explícita a los métodos que emplea para el registro de sus datos, algo que indudablemente debe mucho a las enseñanzas de Robert Redfield, un investigador y teórico profundamente preocupado por el manejo escrupuloso de la información y por la reflexión sobre los diversos recursos analíticos aplicados. Esto es algo que vamos a observar también en la investigación que Calixta Guiteras hace sobre la visión del mundo de un tzotzil de San Pedro Chenalhó, Chiapas (Guiteras, 1965), en la que si bien Redfield no viaja a la región, mantiene una intensa comunicación epistolar con la investigadora, colaboración que da como resultado uno de los mejores trabajos etnográficos de la antropología mexicana. En él hay una presentación de los datos y un conjunto de indicaciones metodológicas semejantes a las del libro que publican Redfield y Villa Rojas sobre Chan Kom en 1934.

Con Villa podemos apreciar de cerca la manera en que se va construyendo la investigación por el trabajo conjunto con Redfield. Recordemos que Villa Rojas era un maestro rural que había tenido una educación universitaria y cuya experiencia con los campesinos mayas de Chan Kom, en donde trabajaba desde 1927, le permitiría un acercamiento a su cultura.

Villa Rojas y Redfield se conocen a principios de 1930 y en cuanto se definen los términos de la colaboración, Redfield comienza por hacer una breve visita a la comunidad y le instruye para que lleve un diario y prepare informes sobre temas que le irá señalando. Se establece entonces una nutrida correspondencia en la que, a partir de los informes de Villa Rojas, Redfield hace minuciosos comentarios e indicaciones metodológicas.

Villa Rojas continúa con su trabajo magisterial y hace las investigaciones etnográficas en el tiempo que le queda libre. Evidentemente, su condición de maestro le daba una posición ventajosa para aproximarse a las costumbres de los mayas e indagar sobre las más diversas cuestiones, preparando además los informes encargados por Redfield. Para el año siguiente, 1931, Redfield regresa por cinco meses a Yucatán, dedicándole a Chan Kom la mitad de ese tiempo. Es entonces que trabaja al alimón con Villa Rojas y éste tiene la oportunidad de observar el estilo de trabajo de Redfield.

El diario de campo de Villa Rojas abarca del 16 de febrero de 1930 al 21 de noviembre de 1931 está incorporado como Apéndice en la primera edición de la monografía publicada en 1934 (Redfield y Villa Rojas, 1934) y posiblemente es hasta ahora el diario más antiguo dado a conocer entre los antropólogos mexicanos. En su mayor parte se trata de notas breves sobre el pueblo, el clima y las personas con las que se encuentra; no hay reflexiones personales sobre su estado de ánimo ni sobre cuestiones generales. Aparentemente, las elaboraciones generales fueron realizadas en los informes presentados por Villa a lo largo de su trabajo de recopilación etno-gráfica, en los que se apoya Redfield para preparar la monografía. Es decir, la construcción del texto no se apoya directamente en el diario, parece ser más que nada un testimonio de la presencia del investigador y de la calidad de sus relaciones con los campesinos de Chan Kom.

La monografía etnográfica sobre Chan Kom se compone de trece capítulos y seis apéndices. Luego del capítulo de introducción y del dedicado a la historia, seis se ocupan de aspectos estructurales, como la economía, las técnicas, la organización social y política o el ciclo de vida; otros cuatro se refieren a cuestiones relacionadas con las creencias y los rituales, como los sobrenaturales, las ceremonias agrícolas y las concepciones sobre la naturaleza. El último capítulo es la autobiografía del dirigente de la comunidad, Eustaquio Ceme, registrada en 1933 por Redfield durante tres semanas de estancia en Chan Kom, como se indica en el texto.

De los seis apéndices, el más extenso es el diario de campo de Villa Rojas; otro transcribe narraciones -como cuentos, adivinanzas y mitos traducidas al inglés; uno más está formado por textos de oraciones en maya con su traducción al inglés; el cuarto apéndice está dedicado a señalar los elementos mayas y españoles de la cultura local, refiriéndose a cada uno de los capítulos de la monografía. La enfermera del campamento de la CIW en Chichén Itzá aportó un conjunto de notas sobre el parto entre las mujeres mayas, con lo que se constituye el quinto apéndice. Finalmente, el último consiste en un glosario de nombres de plantas y animales, en maya y en español, usados en el texto.

Mi interés por detallar estos aspectos de la estructura de la monografía responde a dos intenciones: por una parte, destacar la complejidad implicada en la elaboración de los materiales de campo, recogidos en su mayor parte por Villa Rojas; no son descripciones simples, evidentemente, sino una presentación de datos bien organizados y estructurados. Por otra parte, busco señalar el diseño de una estructura expositiva que responde a una clara posición teórica establecida por Redfield a partir de sus propuestas sobre el cambio social y cultural. Esta estructura será básicamente la misma que fue usada por Villa Rojas en su libro sobre los mayas de Quintana Roo (Villa Rojas, 1945 y 1978), lo cual hace explícitamente, como lo refiere en el texto, para propósitos comparativos entre los dos grupos estudiados. La lógica de la misma concepción teórica se reconoce asimismo en la obra mayor de síntesis de Redfield (1941), en la que incorpora los datos de Chan Kom y de Tusik, recogidos por Villa Rojas. Además de los correspondientes a Dzitas y a Mérida, que constituyen los referentes etnográficos de su modelo teórico del continuum folk-urbano.

La investigación sobre los mayas rebeldes de Quintana Roo comienza prácticamente en abril de 1931, cuando Villa Rojas y Redfield visitan brevemente dos poblaciones, X-Pichil y Xiatil, situadas en la parte central del hoy estado. Para el año siguiente Villa Rojas hace un recorrido que cubre todos los asentamientos de una zona demarcada por las poblaciones de Peto, Chancah, Petcacab y Valladolid. En compañía de un arriero (cuyo nombre no consigna), visita los poblados, entre los cuales está el cacicazgo de X-Cacal Guardia, del 13 de marzo al 8 de abril. La primera vez que llega a Tusik lo hace accidentalemente, al traspasar una barrera de arbustos situada en una de las entradas del pueblo. Al ser sorprendido es interrogado con marcada desconfianza por las autoridades locales para que explique la razón de su presencia, pues recordemos que se vivía una situación de conflicto bélico con el ejército mexicano. Villa responde diciéndose comprador de pasta de chicle, con lo que logra atenuar la hostilidad de la recepción.

Con esta experiencia, que le permite reconocer las posibilidades de hacer trabajo de campo en una región a la que pocos se atrevían a visitar, por la beligerancia de los mayas, Villa Rojas prepara una segunda visita, esta vez acompañado de un amigo de Chan Kom, Edilberto Ceme, haciéndose pasar como comerciante ambulante, una de las pocas actividades permitidas a los fuereños que se internaban en la zona.

Así, el 4 de diciembre parten llevando tres mulas cargadas con las más variadas mercancías necesitadas por los aislados mayas rebeldes. Con este disfraz puede desplazarse por todas las poblaciones y permanecer por varios días, aunque los sitios sagrados le son vedados, como el acceso a los templos donde se encuentran las cruces parlantes. Es entonces que advierte lo que llama la organización teocrático-militar de las poblaciones, a las que en la terminología de la época designa como "tribus", las cuales tienen como centro un santuario con una cruz parlante. Estas cruces funcionan como oráculos y son objeto de elaborados rituales comunitarios que implican una organización militar.

Villa Rojas asume estar en presencia de una organización político-religiosa y una cultura no alterada en lo fundamental por el dominio colonial. Para describirlo emplea una metodología basada en un registro en extremo acucioso, ante la inminencia de su desaparición por el avance de la "civilización". El viaje culmina el 10 de enero de 1933, y ya para entonces Villa Rojas había decidido que la población a estudiar era Tusik. Pocas semanas después viaja a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Chicago.

Los viajes iniciales de Villa Rojas le plantean serias dificultades para el registro de los datos, pues la condición de comprador de chicle o de comerciante ambulante no justifica la libreta de notas ni ninguna forma de cuestio-namiento etnográfico; así que lo que hace es esperar a altas horas de la noche, cuando todos duermen, para cubrirse con alguna cobija y, con la ayuda de una linterna de mano, hacer rápidas y breves anotaciones, las cuales le servirán de base para los informes que prepara posteriormente.

A su regreso, ya con una formación académica profesional que le ponía al día de las corrientes teóricas y de las más importantes cuestiones abiertas a la discusión, Villa Rojas se prepara para retornar a Tusik, aunque no es claro al principio el disfraz que asumirá para poder ser aceptado y, sobre todo, residir en la población. Desde sus primeras incursiones oculta su condición de maestro rural, pues era entonces una actividad altamente repudiada por los mayas rebeldes, debido al carácter impositivo de un discurso nacionalista que negaba la autonomía política y el reconocimiento de los derechos territoriales a los mayas cercados en el territorio de Quintana Roo. De hecho, la guerra existente era precisamente por la defensa de esos derechos y sólo habían podido mantenerse por la habilidad de los mayas para esconderse en la selva y defenderse de las incursiones del ejército federal.

La situación se resuelve por la intervención de S.G. Morley, quien había tenido contactos ocasionales con los mayas rebeldes desde 1922, cuando se encuentra con un grupo que realizaba rituales en la zona arqueológica de Tulum. Los mayas buscaban ansiosamente establecer contactos con los británicos, con el fin de conseguir armas y municiones para defenderse del asedio militar del ejército mexicano; y puesto que Villa Rojas se había presentado a los jefes mayas como un amigo de los estadunidenses de Chichén Itzá, al grado de haber llevado a cuatro jóvenes hijos de los jefes al campamento de la CIW en los días en que comenzaba sus incursiones en la zona; no resultaba fuera de lugar asumir la condición de representante personal de Morley.

De hecho, en los años en que Villa Rojas estudiaba en Chicago, los dirigentes mayas de X-Cacal Guardia continuaron con sus visitas al campamento; de tal suerte que al plantearse la manera de lograr el permiso de los mayas, Morley le dio una carta de presentación a Villa Rojas en la que aparece como su representante, es decir, como intermediario en un juego sutil en el que los mayas buscaban una alianza político-militar. Villa alude a esta situación en su monografía:

Durante mi ausencia, algunos jefes de X-Cacal hicieron dos o tres viajes hasta el campamento de la Carnegie en Chichén Itzá, con objeto de ver si era posible entablar relaciones políticas y comerciales con los norteamericanos que allí residían temporalmente, ocupados en labores científicas. En estas visitas, el Dr. Morley procuró tratarlos de la mejor manera, ofreciéndoles interceder en su favor para que se les comprara chicle y para ayudarlos en cualquier asunto que no fuese de carácter político. De este modo, el Dr. Morley logró captarse el respeto y simpatía de esos indios, lo cual me sirvió luego de gran ayuda al reanudar mi investigación a mediados de 1935. En efecto, bastó una carta del citado doctor en la que aseguraba estar de acuerdo con mi labor, para que los jefes del cacicazgo me permitiesen residir entre ellos (Villa Rojas, 1978: 31).

En el curso de las visitas de los jefes mayas a Chichén Itzá, Morley les promete visitar X-Cacal Guardia. Para cumplir este ofrecimiento hace un viaje de once días en el que se instala en Tusik. Los mayas organizan diversos rituales religios en su honor, y el de la esposa de Morley, Frances, aprovecha para tomar excelentes fotos de los jefes, de las familias y de diversos aspectos de la población, algo inusitado, dado el ambiente bélico, pero que mostraba la confianza de los mayas hacia estos extranjeros que podían ser sus aliados en el conflicto militar que libraban. Todo esto acontecía en febrero de 1936, cuando ya Villa Rojas y su esposa estaban instalados en el poblado.

De hecho, a la recepción de la carta y a la aceptación de la presencia de Villa Rojas, construyen una casa en la que se instala y que estaba próxima a la del jefe. Villa realiza dos temporadas de trabajo de campo, la primera va de septiembre a noviembre de 1935, la segunda de enero a julio de 1936; y relata que su primera actividad que se propone es el levantamiento de un censo general del cacicazgo, además de obtener cuadros genealógicos de todas las familias. Asimismo, centra su esfuerzo en cultivar la amistad de los jefes, como el curandero y dirigente de Tusik, Capitán Cituk, y del escribano, Yum "Pol".

De todas formas, el ambiente es de cierta desconfianza, y ello le impedía tomar notas al momento; entonces tiene que recurrir a otros medios para conseguir la información, como inducir los temas de conversación, para posteriormente, a solas, escribir los datos reunidos ese día en forma un tanto abreviada.

Ahora que ya no pasaba como mercader ambulante o comprador de chicle, sino que era saludado como emisario de los americanos, descubrió que se abrían puertas que antes estaban cerradas, y que la gente hablaba con mayor soltura. Oficiales menores charlaban con Villa sobre su irritación ante la invasión anual de los chicleros, y solicitaron armas (Sullivan, 1991: 81).

En su trabajo, Villa Rojas hacía lo posible por distanciarse del papel que le había atribuido Morley, y fungía ocasionalmente como asesor de los jefes, o como médico que usaba alguna medicina para curar males menores de los mayas; éstos mismos lo presionaban para que volviera a su antigua ocupación de comerciante ambulante, de mayor utilidad para ellos en las condiciones de aislamiento en la que vivían.

En la segunda temporada de campo, la de 1936, la situación se tornó tensa, pues por un lado los mayas no veían resultados concretos en las negociaciones con Morley, y había un rechazo a los chicleros, tanto por la forma en que trabajaban como por los bajos precios que pagaban, y éste era uno de los pocos medios que contaban para conseguir moneda. Todo esto presionaba a Villa Rojas, lo que lo obliga a trabajar intensamente para recabar la mayor información. Para el mes de julio da por terminado su trabajo en Tusik.

El resultado de todo este esfuerzo es la preparación del libro The Maya of East Quintana Roo, publicado en 1945 por la CIW. La versión en español, con el título de Los elegidos de Dios la publica el INI en 1978. Si bien en la parte estrictamente etnográfica Villa Rojas reproduce la estructura expositiva utilizada en el anterior libro, Chan Kom -escrito en coautoría-, con Redfield, con el fin de facilitar la comparación entre los datos de los poblaciones de Tusik y Chan Kom, hay además otras contribuciones importantes. Tal es, por ejemplo, la parte primera, que se refiere a la investigación histórica e incluye datos tanto de la arqueología como de la etnohistoria, pero sobre todo una muy rica información relativa a la Guerra de Castas del siglo XIX, la que constituye el antecedente inmediato que explica muchas de las características sociales, culturales y políticas de los mayas rebeldes, particularmente su situación beligerante.

Asimismo, se incluyen valiosos apéndices, como los textos rituales en maya y una bibliografía comentada sobre la Guerra de Castas. La versión en español tiene dos apéndices más: uno de actualización de la información arqueológica y el otro es un extraordinario documento, el Apéndice E, en el que Villa registra los dramáticos cambios habidos entre los antiguos mayas rebeldes, resultado de su integración política a la sociedad nacional. Esto le permite a Villa hacer una bien fundamentada crítica a los antropólogos etnicistas que visitan Quintana Roo en los años setenta del siglo pasado, y suponen encontrar a unos mayas sobrevivientes que luchan denodadamente por mantener sus condiciones primigenias, anteriores al dominio colonial hispano, ante lo cual los datos aportados en todo el libro muestran una resistencia, sí, pero también una transformación constante, resultado del carácter de su articulación a un contexto tanto nacional como internacional, pues la cercanía con Belice, entonces una colonia británica, introduce numerosos elementos de tipo económico y geopolítico, así como también la estrecha dependencia de la economía yucateca de un mercado internacional dominado por Estados Unidos.

Paul Sullivan ha observado que no son claras las relaciones entre los textos en inglés y en español del libro de Villa Rojas, pues no se sabe si la versión en español es la original, actualizada para su publicación, o si es la traducción corregida y aumentada de la versión en inglés. La cuestión es que no hay una correspondencia puntual entre una y otra (Sullivan, 1991: 273).

Así pues, tras el libro clásico de la etnografía maya, con una sustanciosa información pocas veces alcanzada en otras etnografias de la misma cultura, encontramos un gran esfuerzo no sólo para lograr observaciones y registros cuidadosos, sino también una tenacidad constante ante los complicados obstáculos enfrentados para establecer el encuadre adecuado para la investigación. Tenemos ya una idea general de la estrategia adoptada, de las técnicas empleadas, pero aún falta mucho por recuperar, como lo sugiere la existencia de seis manuscritos producidos a lo largo de los cinco años que abarca todo el proceso referido al trabajo de campo. Dichos manuscritos, consignados por Sullivan, son los siguientes:

1. Diario etnográfico, 1935-1936.
2. Notas preliminares, 1932.
3. Diario etnológico de un viaje a Quintana Roo, 1932.
4. Notas de campo. Viaje a Quintana Roo, diciembre de 1932.
5. Notas del viaje a Quintana Roo, febrero de 1933.
6. Quintana Roo: datos generales.

Todos ellos están entre los documentos dejados por el difunto Robert Red-field en la biblioteca Joseph Regenstein de la Universidad de Chicago (Sullivan, 1991: 215).

Resulta muy sugerente que Villa Rojas haya pensado alguna vez en preparar un apéndice de su libro en el que, a partir de las abundantes cartas que habían recibido él y Morley de los dirigentes mayas, revelara la perspectiva de los pueblos mayas sobre el mundo y la naturaleza, es decir, su cosmovisión. Sin embargo, nunca lo escribió (Sullivan, 1991: 171).

En el fondo se negaba la voz de quienes defendían su autonomía, en nombre de una tarea civilizadora en la que no tenían lugar sino como "mexicanizados", de acuerdo con el discurso indigenista de finales de la década de los años treinta.

Como parte del programa de investigaciones en el área maya y bajo los auspicios de la CIW, Alfonso Villa Rojas se dirige a las montañas de Chiapas para hacer un reconocimiento entre los pueblos tzeltales. Acompañado de un intérprete cruza a caballo por quince municipios durante los meses de febrero y marzo de 1938. Atrás había quedado la intensa experiencia con los mayas de Quintana Roo, ahora se abría a Villa el horizonte de esta región poco estudiada etnográficamente, a donde llega armado de una propuesta teórica funcionalista y con la intención de instalarse en una comunidad para hacer otra investigación a profundidad.

El reconocimiento era el primer paso para diseñar la investigación. Las pistas fueron manifestándose rápidamente al ojo avezado del etnógrafo. Cada día encontraba "extrañas costumbres" entre las "tribus" visitadas, como los "clanes y linajes" característicos de los antiguos mayas, así como la presencia de una institución de origen nahua, el "calpul", y la vigencia de "naguales", entre otros rasgos culturales de origen prehispánico (Villa Rojas, 1979).

Las notas recogidas son publicadas en un texto escrito junto con Redfield (1939), en ella se ofrece una visión general de la región y una caracterización de sus especificidades culturales. Por principio, encuentra una marcada diferencia entre las comunidades de tierra caliente, a cuyos integrantes encuentra "limpios y hospitalarios", y los de tierra fría:

...cerrados, hoscos, sucios y aferrados a sus formas culturales. La región comprende las comunidades de Tenango, San Martín, Cancuc, Oxchuc, Tenejapa, Chanal y Amatenango, todas las cuales fueron visitadas por nosotros en 1938. De este grupo me parecieron más conservadores, retraídos y "primitivos" los indios de Tenango, Cancuc y Oxchuc, en tanto que los de Chanal y Amatenango podían considerarse, dentro del carácter de la región, como progresistas y amigables (Villa Rojas, 1990: 17).

Villa Rojas elige entonces una de las comunidades más conservadoras, Oxchuc, para realizar su investigación etnográfica, así que prepara su nueva empresa dirigiéndose a la capital regional, la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para informarse de las condiciones vigentes en la comunidad, y en la región, para lo cual entrevista a comerciantes ambulantes, maestros rurales, finqueros y funcionarios estatales y federales. Consigue apoyos decisivos del jefe de la delegación estatal del Departamento de Asuntos Indígenas y, sobre todo, del líder político de la región, Erasto Urbina, en ese tiempo presidente muncipal de San Cristóbal, y uno de los más importantes impulsores de la política indigenista del cardenismo, organizador del primer sindicato de trabajadores indígenas, así como de un proyecto político orientado a formar dirigentes indios para ocupar los puestos de mando en los municipios mayoritariamente indígenas, ocupados por ladinos en esos años.

El paraje de Yochib es el elegido para instalarse y hacer sus investigaciones éste es un paraje lejano de la cabecera municipal, cerca de un punto donde se encuentran los linderos de Cancuc y Tenejapa. Villa Rojas reside por veinte meses, la mayor parte del tiempo con su esposa, pues inicialmente llega solo. Su estancia cubre dos grandes temporadas, una que va de mayo de 1942 a abril de 1943 y una segunda que abarca de diciembre de 1943 a principios de junio de 1944.

Al llegar a Yochib se instala en el local de la escuela. El maestro del lugar, ladino, le ofrece todo su apoyo, pues no sólo lo hospeda en el edificio escolar, también le sirve de intérprete y lo orienta con respecto a la situación de la gente del paraje, con lo que puede comenzar prontamente sus pesquisas. Pocos días después de su arribo, con la ayuda el propio maestro y los alumnos de la escuela, todos ellos menores de catorce años, construyen una choza de barro y techo de palma. Sin embargo, pronto advierte que su condición de hombre solo le creaba suspicacias entre la gente del paraje y ello le impedía abordar a las mujeres, por lo cual trae a su esposa a vivir con él.

Para septiembre de 1942, Villa Rojas decide alquilar un terreno y construir una casa más sólida, como las de los ladinos del lugar, es decir, de bajareque, tejamanil y piso de madera. Además, al lado construye un corredor, es decir, una especie de choza, pero sin paredes, en el que instala una mesa y bancas, donde los visitantes acuden diariamente para conversar y mirar los objetos llevados por el etnógrafo. Pronto, dice Villa Rojas, este espacio se convierte en una institución cultural comunitaria, un espacio social por el que accede a las discusiones y a las conversaciones entre los propios oxchuqueros. La presencia de su mujer le permite, asimismo, establecer relaciones amistosas con otras familias. Desde un principio, y de manera semejante a como lo intentó en Tusik, lleva diversos medicamentos que distribuye, o bien, receta él mismo a la gente del paraje y de los alrededores, constituyéndose en un foco de interés cuya presencia es conocida entre los habitantes de los parajes cercanos, tanto de Oxchuc como de Tenejapa y Cancuc.

Es importante destacar la aclaración del propio etnógrafo sobre su desconocimiento del idioma, por lo que tuvo que acudir a traductores de la localidad, además del propio maestro, que conocía perfectamente el tzeltal; sin embargo, apunta que había personas bilingües con un excelente conocimiento de la cultura que le apoyaban constantemente en sus recorridos por los ve-ricuetos de la lengua y la cultura de estos mayas alteños (Villa Rojas, 1990: 21).

El resultado inmediato de esta otra incursión entre los pueblos mayas son dos publicaciones: la primera es el reporte de su recorrido inicial, al que ya nos hemos referido antes; la segunda es un extraordinario documento publicado muy tardíamente, sus notas de campo, un texto de más de 800 cuartillas, difundido en microfilm en 1946, como parte de la Colección de Manuscritos de la serie Middle American Cultural Anthropology, en la que aparece con el número 7. Por cierto, en esta misma serie están los diarios, todavía inéditos, de Fernando Cámara y Ricardo Pozas.

Para 1990 es publicado finalmente el grueso volumen con las notas de campo de Villa Rojas. En la "Introducción" narra las condiciones en las que realizó su investigación, a las cuales ya nos hemos referido antes. Lo que resulta importante señalar aquí es la caracterización cultural que hace de la región, elaborada en los años cuarenta y que anticipa evidentemente las generalizaciones de obras clásicas de la antropología chiapaneca publicadas posteriormente, como los trabajos de Gonzalo Aguirre Beltrán, Alejandro Marroquín, Julio de la Fuente, Ricardo Pozas y Calixta Guiteras entre y otros. Señalemos algunos botones de muestra.

Villa Rojas establece una diferencia fundamental en la "cultura regional por el reconocimiento de la existencia de dos "grupos étnicos", indios y ladinos ; asimismo, marca el contraste entre la lengua tzeltal y la diversidad cultural que abarca y la rebasa, algo que parece difícil de entender hasta ahora, cuando se continúa hablando de 56 "grupos étnicos" definidos lingüísticamente y asumiendo una correspondencia homogénea con la cultura. Para precisar ese constraste, Villa subraya el etnocen-trismo de las comunidades regionales, y con ello destaca un problema de suma relevancia en nuestros días, en virtud de las reivindicaciones de autonomía por parte de los pueblos indios en la coyuntura de los Acuerdos de San An-drés: el de las complejas y diversas relaciones entre la comunidad y las instancias administrativas estatales y federales, como la agencia municipal, el municipio y el distrito. En efecto, señala las diferencias sociales y culturales entre una comunidad y otra, y su estatuto dentro del municipio, como sucede en el enorme municipio de Ocosingo, que abarca la mayor parte de la selva.

Es evidente que los planteamientos etnográficos y teóricos de Villa Rojas son retomados tanto entre los investigadores que trabajan en la región, algunos de los cuales son sus discípulos, como en el discurso indigenista y en el diseño de los centros coordinadores; lo cual se aprecia fácilmente en obras como Formas de gobierno indígena (Aguirre Beltrán, 1953) y La política indigenista en México (Caso y otros, 1971).

Un dato interesante es la declaración de la importancia que para su trabajo tiene la amistad que establece con tres personas, cuyos nombres consigna, y el que haya cambiado el nombre del paraje en las notas de campo, pues usará el nombre de Tzajalchén para el paraje conocido como Yochib.

La estructura del libro, titulado en su versión impresa Etnografía tzeltal de Chiapas, mantiene la disposición de los datos de la versión microfilmada de 1946; organiza la información en 29 capítulos de muy desigual importancia, pues mientras algunos abarcan más de cien páginas, como el "X. Brujería y nagualismo", otros se reducen a 3 o 4 páginas, como el "X. Mortalidad" y el "XXII. Mobiliario"; asimismo, se advierte que los temas no responden a un esquema organizativo general, sino a tópicos que Villa Rojas considera útiles de presentar como unidad. Véase, por ejemplo, la existencia de tres capítulos estrechamente relacionados con la organización social, como son el "IV. Vida social y relaciones familiares", el "V. Sexualidad ilícita" y "VI. Matrimonio y tratos correspondientes".

Finalmente, es muy interesante el tercer capítulo, "Relaciones etnólogoindios", en el que consigna sugerentes notas, como la que se refiere a los cuatro estudiantes de la ENAH que van a hacer sus prácticas de campo a Oxchuc y se meten en problemas con la población por diversas imprudencias, lo cual afecta su situación en la comunidad. Reporta también la visita de otros alumnos y amigos. Un dato que remite al estilo del trabajo de campo de la época es la referencia a la visita de Calixta Guiteras, quien llega a Yochib el 19 de abril de 1944 y se queda varias semanas, hasta que el 10 de mayo le visita el cacique de Cancuc para ponerse a las órdenes de Cali Guiteras, luego, según se anota, de un llamado telefónico del dirigente regional, Erasto Urbina. Así, el 12 de mayo, un contingente de tzeltales se lleva el equipaje y Cali se va a Cancuc para hacer sus investigaciones etnográficas.

Cada uno de los capítulos de que se compone el libro está estructurado en dos partes: una primera en la que se anotan cuestiones generales, a veces de una manera extensa e implicando la concepción teórica subyacente, y una segunda, con registros del diario de campo ordenados cronológicamente y referidos al tópico enunciado.

Villa Rojas participa en el Primer Congreso Indigenista Interamericano, celebrado en Pátzcuaro en abril de 1940, con una ponencia sobre la organización política de los tzeltales. Antes había publicado una notas etnográficas sobre los mayas de Quintana Roo en la Revista de la Sociedad Mexicana de Antropología, y en la Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, encabezada entonces por Alfonso Caso. En 1945 publica un reporte de sus investigaciones en Chiapas en el Boletín Bibliográfico de Antropología Americana, así como un ensayo sobre "La civilización y el indio" en la revista del Instituto Indige-nista Interamericano, América Indígena. Todo esto muestra la integración de Villa Rojas a las más importantes instituciones antropológicas mexicanas de esos años y nos permite advertir el ámbito en el que su obra encontrará eco. En 1947, finalmente, se incorpora a la Comisión del Papaloapan y a la política indigenista del gobierno mexicano. Ese mismo año publica en la más importante revista de antropología de Estados Unidos, American Anthropo-logist, lo que es posiblemente su ensayo teórico de mayor relevancia, "Kin-ship and nagualism in a tzeltal community, Southeastern Mexico".

La influencia teórica de Alfonso Villa Rojas en los antropólogos mexicanos se advierte en primer lugar entre aquellos estudiantes que lo conocen en Chiapas y con quien es establece relaciones de amistad, como son Calixta Guiteras, cuyas invstigaciones sobre las relaciones de parentesco en Cancuc, Chalchihuitán y Chenalhó se apoyan en los planteamientos de Villa sobre la comunidad de Oxchuc. Asimismo, los trabajos de Fernando Cámara sobre los sistemas de cargos, tanto el estudio comparativo entre Oxchuc y Tenejapa, que presenta como tesis profesional, como el ensayo más general sobre Mesoamérica, deben mucho a las enseñanzas de don Alfonso. No digamos la obra de Rosa Lombardo, de cuyo libro, La mujer tzeltal (1944), escribe el prólogo. Por otra parte, sus notas etnográficas sobre los tzeltales y sus trabajos sobre los mayas peninsulares, particularmente su investigación sobre la Guerra de Castas, son ampliamente saqueados y plagiados por los más diversos autores, como él mismo lo apunta (Villa Rojas, 1979). Otros autores, en fin, han hecho un abierto reconocimiento a la deuda adquirida con el trabajo etnográfico de Villa Rojas, como Henning Siverts (1969) y Robert C. Harman (1974). La influencia de Villa habrá de ampliarse posteriormente, aquí solamente consignamos el impacto inmediato de una experiencia etnográfica empapada en el trabajo intensivo entre poblaciones mayenses.


Conclusiones

La vieja y anacrónica concepción positivista que sitúa al trabajo de campo como una experiencia fundamentalmente técnica, empírica, a partir de la cual se desarrollan las investigaciones, sigue viva en buena parte de la comunidad antropológica mexicana, como se advierte en la evocación frecuente a la figura de Malinowski y al rigor que las investigaciones etnográficas requieren (Del Val, 1994); es un modelo a seguir, ciertamente, pero no podemos desconocer las condiciones históricas en que se realizan las investigaciones. El vínculo entre el trabajo de Malinowski y la política colonial británica ha sido señalado por diversos autores y, por otro lado, las condiciones en que se desarrollan las investigaciones etnográficas en México, y que le otorgan particularidades de excentricidad (Medina, 1996), exigen una reflexión cuidadosa sobre el quehacer del antropólogo, pues de ahí parten implicaciones de orden teórico y epistemológico.

La rica experiencia de Alfonso Villa Rojas es un magnífico ejemplo en el que se han generado diversas pistas que nos conducen a reconocer la trama del poder en la que se inserta. El marco más general corresponde a la política de Estados Unidos hacia América Latina, al establecimiento de sus fronteras imperiales en forcejeo geopolítico con Inglaterra y Francia en la coyuntura de las dos guerras mundiales, luego de las cuales, por cierto, se consolida la hegemonía estadunidense como potencia mundial.

Un protagonista central en la configuración del trabajo del que Villa Rojas forma parte es el arqueólogo Sylvanus G. Morley, quien ingresa a la CIW en 1914 con un proyecto para el estudio de la zona maya (que abarca a México y varios países centroamericanos). Con el estallamiento de la Primera Guerra Mundial, la mayor parte de los arqueó-logos que trabajaban en Centroamérica, incluyendo a Morley, se incorporan a las labores de espionaje de la Armada de Estados Unidos, sin dejar de reali-zar sus investigaciones. Situación que sería denunciada por Franz Boas, y actitud que le valdría ser expulsado de la American Anthropological Association (Brunhouse, 1971).

Para 1923, el proyecto de Morley crece y se instala en la hacienda de Chichén Itzá, en cuyo terreno estaba la zona arqueológica, propiedad del célebre cónsul de los Estados Unidos, Edward Thompson, saqueador del Cenote Sagrado. En este proyecto participa lo más granado de los arqueólogos mayistas de la época, y en un momento de su desarrollo involucra a diferentes científicos para convertirse en un ambicioso programa interdisciplinario. En este contexto surge el proyecto de investigaciones dirigido por Robert Redfield, que se inicia en 1930 y al cual se adscribe Villa Rojas, como ya lo anotamos.

A este desarrollo institucional hay que ubicarlo en un contexto político que incide de diversas maneras en las investigaciones de Redfield y Villa Rojas; se trata de la situación de Belice como una base de la actividad política y militar de Gran Bretaña, de la cual era colonia en esos años. En esta política tenían un papel los rebeldes mayas cercados por el ejército mexicano en el territorio de Quintana Roo; los británicos habían provisto de armas a los mayas y éstos los buscaban, tanto para conseguir municiones como para establecer algún tipo de alianza político-militar (Sullivan, 1991).

Aquí es donde aparece Morley, pues para apoyar el trabajo de Redfield y Villa Rojas insinúa de diversas formas su potencial diplomático para acceder a las necesidades de los mayas, un ejemplo de ello es su aparatosa expedición a X-Cacal Guardia. Esta situación genera tensiones de diferente tipo e incide en el conjunto de las investigaciones etnográficas. Sin embargo, los textos de Villa Rojas no traslucen el trasfondo de las relaciones de poder en que se situaban, ni mucho menos los de Redfield, pues como lo apunta Paul Sullivan:

Villa omitió muchas cosas: el insistente cortejo de los oficiales y sus esfuerzos para conspirar con Sylva-nus Morley; las tensiones, dudas y temores de ambas partes; la sustancia misma de las interacciones cotidianas de Villa con los oficiales mayas. Los reiterados pedidos de armas a los Estados Unidos figuran una sola vez en el libro de Villa, y como algo que "un hombre dijo". En el libro de Redfield (...) se menciona que los mayas de Quintana Roo habían sido amigables con los británicos y luego con los norteamericanos; que en una época no era "infrecuente" que fueran a Honduras Británica... (Sullivan, 1991: 171).

El enfoque de Redfield, por otro lado, diluye la articulación de los mayas con el mundo; le gustaba presentarlos más como "primitivos" y como campesinos aislados en su universo indio. Asimismo, restaba importancia al interés de los mayas por establecer vínculos y alianzas con los representantes de las potencias que les permitieran defender su autonomía y resistir la amenaza bélica del ejército mexicano (Sullivan, 1991: 175).

En cuanto a las investigaciones etno-gráficas de Villa Rojas en Chiapas, bajo los auspicios de la CIW, la red en que se insertan es la que corresponde a la configuración de la política indigenista bajo el gobierno cardenista, sin desvincularse de las instituciones antropológicas de los Estados Unidos. El ingreso y la instalación de Villa Rojas en Oxchuc es posible por el apoyo que le dan el Departamento de Asuntos Indígenas y el Gobierno del Estado de Chiapas. Por otro lado, su experiencia profesional le permite instruir a la primera generación de estudiantes de la ENAH, que hacían trabajo de campo bajo la dirección de Sol Tax, un brillante antropólogo de Chicago, compañero de generación de Villa Rojas, que había sido comisionado por su gobierno para asentarse en México y participar en la organización de la enseñanza de la antropología en la ENAH (Kemper, y Medina, 1999).

La situación de poder en el paraje de Yochib se define tanto por el apoyo de las autoridades de San Cristóbal de las Casas, como por el papel decisivo que juega Erasto Urbina con Calixta Guiteras, que seguramente fue el mismo que respalda a Villa Rojas. Una condición semejante se da en relación con el maestro ladino que lo introduce a las familias del paraje. En ningún momento tuvo que recurrir Villa a explicaciones o documentos para justificar su presencia, como sucedió en el caso de los mayas rebeldes, bastó la palabra del maestro ladino.

Finalmente, la presencia de Villa Rojas como director del Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, desde 1955 está relacionada, en un grado que está todavía por investigarse, con la instalación de los grandes proyectos de investigación de las universidades de Harvard, Chicago y Stanford, que se inician en los años cincuenta y desarrollan una intensa actividad, como consta en las contribuciones hechas por sus estudiosos a la etnografía de los pueblos mayenses de Chiapas.

Así pues, reconocer la trama histórica en la que se sitúan las investigaciones etnográficas nos permite conocer mejor las condiciones específicas de la producción científica y con ello las particularidades institucionales, académicas y políticas que contribuyen a darle a la antropología mexicana su tono propio, excéntrico.

Autor del artículo. Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM.
Con la autorización de Ciencia Ergo Sum. Revista Científica Multidisciplinaria de la Universidad Autónoma de Estado de México. Vol. 10, No. 2, Julio de 2003.Regresar





Regresar
  © Universidad Autónoma de Yucatán
Centro de Investigaciones Regionales "Dr. Hideyo Noguchi"
Unidad de Ciencias Sociales
Dirección General de Desarrollo Académico