En forma repentina, a los 70 años de edad, prácticamente retirado a la vida privada. – Extraordinaria trayectoria.- Sus múltiples galardones.- Un vacío.- Deudos.
Falleció ayer un sabio. Un gran vacío, sin duda, ha dejado el maestro doctor Alfredo Barrera Vásquez, al morir en forma repentina en la madrugada del domingo. Retirado prácticamente a la vida privada, marginado por convicción y por preservar su salud de las agitadas actividades públicas, al grado de declinar con su habitual y fina diplomacia la distinción de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Yucatán, dedicaba todas las energías que le permitían sus ochenta años de edad a impartir –y esparcir- sus sabios y calificados consejos y enseñanzas a todo el que se acercó a él en busca de un dato, de una ficha de un suceso, del uso preciso de alguna palabra maya.
Una vez le dijimos que al estar ante él, sentíamos la impresión de estar ante un monje enclaustrado en su monasterio amurallado de libros, manuscritos y documentos.
Hacía un mes y dos días que don Alfredo cumplió ochenta años. "Voy con el siglo", le decía a su esposa, doña Gloria Pérez Trovamala, quién fue compañera inseparable de don Alfredo durante veinte años. Doña Gloria, con sus jóvenes hijos Alfredo y Eloísa Leonor –nombre esté último de la señora madre de don Alfredo- han estado recibiendo incontables demostraciones de afecto, de pesar, de respeto de las amistades del maestro, que rebasaron desde ya hace años los límites del Estado...
Cuando en una ocasión lo fuimos a saludar, por el afecto que siempre tuvimos hacia él y porque tenía especial interés en que revisara los originales de un trabajo editorial, estaba ya en su etapa final el Diccionario Cordemex-Maya-Español; Español-Maya. "Estoy preocupado por concluir esta obra que creo será la última que pueda yo emprender", decía. Y no hay duda que ha resultado un trabajo antológico en su género...
El maestro Barrera Vásquez nació en Maxcanú el día 26 de noviembre de 1900 y fue bautizado en la Catedral de Mérida, ciudad está donde de hecho residió la mayor parte de su vida. Desde la primaria tuvo oportunidad de estudiar en España hasta 1916; un año más tarde ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Mérida; en 1919, en la capital del país cimentó sus estudios artísticos de pintura y grabado. Fue dibujante comercial en el DF. En 1922, fue maestro en Bellas Artes de Yucatán, en Educación Pública y en la Escuela de Ingenieros.
Sus extraordinarios conocimientos de la lengua maya se iniciaron desde pequeño, pues don Alfredo fue bilingüe desde sus primeros pasos, debido a que –como él decía- tuvo "nanas" que no hablaban más que la lengua maya.
Teodoro Maler fue su maestro en arqueología, a quién ayudaba en la copia de valiosos manuscritos indígenas que Maler hacía traducir para vender las copias al extranjero. La primera enseñanza profunda del maya se debió al padre Daniel López Otero, de Maxcanú, que además de ser alumno de don Audomaro Molina, fue autor de una gramática maya. El padre López, al irse a España, se encontró con su alumno Alfredo en el internado donde estudiaba y el mayismo prendió para siempre en el doctor Barrera Vásquez.P
Su amistad con Edward Thompson lo estimuló para ingresar en México a la Facultad de Filosofía y Letras y al Museo Nacional de México, para hacer "cursos de curriculum" en antropología e historia.
En 1932, ya era miembro del cuerpo de investigadores del Museo Nacional; obtuvo ese año una beca de la John Simon Guggenheim Memorial Fundation por dos años, que le permitieron aumentar sus conocimientos en las Universidades de Tulane en Louisiana, de Chicago, de Brown Providence y Columbia. Fue en esa etapa cuando tuvo oportunidad de aprender de maestros como Herman Bayer, Franz Blom, Manuel J. Andrade y Arturo Gropp. Vigorizó sus conocimientos en el Oriental Institute y en la Newberry Library.
En 1937, era director del Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán que reorganizó en su totalidad, y además, fundó la Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona, como anexa al Museo, por su especialidad en bibliografía yucateca, sobre Yucatán y sobre los mayas. No logró don Alfredo una de sus grandes aspiraciones: fundar y cimentar la Academia de la Lengua Maya, sobre la base de conocimientos de lingüística moderna y métodos científicos de investigación filológica.
Otra de sus grandes ambiciones fue la de convertir el Museo en un Instituto; momentáneamente lo logró, al ser aceptado como parte de la Universidad. Disfrutó de una beca de la Fundación Rockefeller y otra de la Institución Carnegie, para trabajar estrechamente con el Dr.Sylvanus Morley, en la edición del célebre libro editado en todos los idiomas: "La Civilización Maya".
En 1945, don Alfredo era director del Instituto de Alfabetización de Indígenas Monolingües, hasta 1948, dejando un caudal de literatura apropiada para los tarascos de la Sierra de Paracho en Michoacán; los otomíes de Hidalgo, los nahuas de Puebla y Morelos y mayas de Yucatán. En 1949, Tulane le Confirió el cargo de profesor de lingüística y sociología para Latinoamérica; en 1950, la UNESCO lo nombró jefe del Programa para el Estudio del Uso de Lenguas Vernáculas en la Educación, por lo que estuvo dos años en París organizando una reunión internacional.
En el año de 1953, el doctor Barrera Vásquez, sirviendo siempre a la UNESCO, colaboró con el gobierno de Italia en el territorio de la Somalia, para preparar a ese pueblo a recibir su autonomía en el año de 1960. El maestro don Alfredo tuvo a su cargo un centro de capacitación de nativos, para el uso de sus propios recursos con técnicas desarrolladas, para mejorar su salud y conocer el alfabeto latino para la escritura de la lengua somalí y adquirir una segunda lengua de uso internacional. Ese centro funcionó en Dinsor y en Egipto, durante tres años y fue entregado a los mismos somalís.
Nuevamente con la UNESCO en 1957, trabajó en Bolivia para cooperar con el gobierno en la campaña alfabetizante y a fines de 1958, don Alfredo sufrió un infarto al miocardio que lo hizo volver a Yucatán. En 1959, era director del Instituto Yucateco de Antropología e Historia, en una de las más difíciles etapas. Hasta 1976 fue designado director de la Biblioteca Central, que incluía la Cepeda Peraza.
Ya desligado de toda actividad gubernamental de la Entidad, recibió el nombramiento de jefe del Departamento de Filología y Lingüística del Centro Regional del Sureste del INAH-SEP, el que conservó hasta ayer en la madrugada.
Siempre modesto, servicial, meticuloso y exigente en sus intervenciones, don Alfredo no era afecto al uso de sus numerosos títulos académicos y sus distinciones en instituciones culturales y científicas del mundo entero. No gustaba que le llamaran sabio, aunque sin duda lo era. Se conformaba con que lo identificaran como doctor o como maestro, pero siempre se sentía más satisfecho si le decíamos "Don Alfredo...".
Ahora, por deseos del Dr. Francisco Luna Kan se ha iniciado ya la edición de sus obras, lo que sin duda constituirá el más emotivo y sincero homenaje al maestro. La primera de ellas –Estudios Lingüísticos- está ya en librerías y obra en nuestro poder un ejemplar con cariñosa dedicatoria de don Alfredo, con quien siempre tuvimos una amistad respetuosa y llena de afectos.
El sepelio será hasta mañana a las diez, partiendo el cortejo del hogar y estudio de don Alfredo, en la casa 152 de la calle 44 de la Colonia Pensiones entre las calles 7 y 9, hacia Jardines del Recuerdo.
NOVEDADES DE YUCATAN se une sinceramente al duelo de los familiares de don Alfredo, reiterando que, con su desaparición corporal, Yucatán ha perdido uno de sus más inteligentes y valiosos intelectuales, educadores e investigadores (L.R.A.)
